Capítulo 2

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Se lo había dicho

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Se lo había dicho. Le dije que estaba enamorada de él, ese secreto que estuvo oculto en mi interior incluso de mí misma, tan profundamente recluido por tormentosos pensamientos sobre el rechazo y la pérdida de nuestra amistad. Siempre lo temí; cuando miraba su sonrisa, me preocupaba cuánto me gustaba; cuando no estaba cerca, me preocupaba la manera en que lo extrañaba; y cuando pasaba tiempo junto a él, me preocupaba lo feliz que me hacía sentir.

No era una simple amistad y yo lo sabía. Desde que éramos pequeños supe que para mí él era diferente; prefería a Sebastián sobre los demás niños, no quería compartir con nadie nuestro tiempos juntos y no me gustaba que jugara con alguien más lo que jugaba conmigo. Desde esa tierna edad, aunque no sabía lo que era, el sentimiento estuvo presente y solo fue amplificándose con el paso del tiempo y la madurez de mis sentimientos.

¿Enamorada de mi mejor amigo? Eso era tan típico que me negaba a esperarlo de mí misma. Sebas y yo éramos inseparables, sí, pero él nunca dio signos de verme de una manera diferente a la hermana pequeña que disfrutaba atormentar, y en cada ocasión que podía me reiteraba lo mucho que me apreciaba como amiga y lo mucho que valoraba nuestra amistad. Era un poco ofensivo que él creyera que no me daría cuenta de que con sus palabras pretendía extinguir cualquier sentimiento romántico que en mí pudiera estar surgiendo.

Se encargó de dejarme claro que nunca sería la chica para él. Como su mejor amiga tenía el placer de escucharlo hablar de todas las otras chicas, sobre los sentimientos que cada una de ellas producía en él y cómo no tomaba en serio a ninguna. Era un idiota, pero no era nada raro en un adolescente de su edad, y yo era aún más idiota por obligarme a escuchar en silencio sobre cada una de sus conquistas y, aún peor, abrir la boca y motivarlo a ir tras ellas. Era masoquista, pero era la forma que encontraba de demostrarme a mí misma que él realmente no me importaba en el sentido romántico o, al menos, ser capaz de fingir eso; y era la única forma de disimular los extraños sentimientos que luchaban dentro de mí.

El amor en la juventud ya es difícil y efímero de por sí, pero sumada la complicación de fijarte en el único chico en todo el universo que está prohibido para ti, es una descorazonadora comedia romántica con un final infeliz. ¿Por qué nunca pude entenderlo? Me repetía constantemente que debía extinguir lo que él producía en mí y superarlo, que lo nuestro nunca sería realidad ni tendría sentido, y que la única que saldría lastimada era yo. Perdería a la persona que me escuchaba en todo momento, sin importar nada; al mejor consejero, al más confiable y honesto; y al único chico que conseguía hacerme reír entre lágrimas.

Yo lo sabía, lo temía, y aun así me enamoré de él.

Por momentos me dije a mí misma que no fue mi culpa. Pasé tantos años junto a Sebastián, él estuvo allí en mi alegría y en mis lágrimas ante la muerte de mi papá, fue mi roca y mi motivador personal; mi psicólogo sin paga, mi protector y mi modelo a seguir en muchas cosas. Me consolaba pensando que era muy difícil ser así de cercano a una persona y no enamorarse, y que tal vez yo no era tan fuerte como creía.

Latido del corazón © [Completo] EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora