Tres años después.
—Necesitas tranquilizarte, ¿de acuerdo?
—Sí. —Exhaló.
—Te tiemblan las manos.
—¡Esto es un desastre!
Eché la cabeza hacia atrás y reí sin poder evitarlo. Me dedicó una mirada poco tolerante, pero su agresividad cedió y dio paso, nuevamente, a la preocupación. Hizo ademán de volver a llevarse las manos a la boca para destrozar la manicura roja recién hecha, así que le di una palmada y sujeté sus muñecas entre nuestros pechos. La obligué a mirarme.
—¿Qué te sucede? A ti nada de afecta de esta manera.
Sus ojos estuvieron a punto de salirse de sus cuentas y me miró como si la que estuviera delirando fuera yo. Solté sus muñecas cuando dio un paso atrás, y me retracté al verla a punto de enredar los dedos entre su cabello y arruinar el peinado que duraron una hora y media en realizar los estilistas.
Mi mejor amiga estaba frenética, gritándome:
—¿Cómo quieres que no esté nerviosa? ¡Me voy a casar!
—Exactamente. Es una boda, no tu Juicio Final.
Gimió con desesperación, clavándose los dedos en las mejillas.
—¡El maquillaje, por Dios! —chillé.
—¿En qué momento dije que sí? —Renegaba, hablándole a cada mueble de la habitación mientras comenzaba a andar en círculos como desquiciada—. Voy a cancelar esto... Sí, joder. Ángela, ¡quiero que llames a todo el mundo y les digas que esto no sucederá!
—Mami, tía Val está diciendo malas palabras.
Me llené de paciencia mientras Valerie y yo clavábamos la mirada en Perssia, recordando que se encontraba allí con nosotras. Me encargué de vestirla y peinarla antes de proseguir conmigo misma y seguidamente ayudarle a mi mejor amiga a colocarse su vestido blanco de seda. Mientras esperaba en un pacífico silencio, mi hija, sentada en el sillón con decenas de lápices de colores a su alrededor, se entretenía pintando dentro de las líneas.
El fin de semana anterior le compramos un vestido del color de la esmeralda con encaje blanco en intrincadas flores alrededor del vuelo de la falda. Pidió que le dejara el cabello suelto hasta la cadera con unos cuantos rizos enmarcándole el rostro. La pequeña vanidosa me dio el visto bueno frente al espejo antes de tomar su cuaderno para colorear y esperar a que su tía y yo acabáramos de alistarnos antes de marchar al Registro Civil.
—Lo siento, cariño, solo estoy algo nerviosa —balbuceó Val, mirándola con arrepentimiento mientras alisaba arrugas inexistentes en su atuendo—. Entiendes lo importante que es esto, ¿verdad?
Perssia detuvo el movimiento de su lápiz azul y alzó la cabeza, perforándola con unos ojos enormes que sugerían más conocimiento del que era posible en una niña de cuatro años.
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Latido del corazón © [Completo] EN PAPEL
RomanceSebastián Videla poseía los ojos de un demonio melancólico, tan frágil y dañado que Ángela nunca recuperó lo que llegó a amar. Las almas gemelas simbolizan una misma luz distribuida en dos cuerpos mortales; algo que ni el mundo, ni ellos mismos, com...