Mi bebé estaba cumpliendo su primer año de edad.
Miré su carita y mi corazón se hinchó de puro gozo. Lo quería más de lo que alguna vez podría haber imaginado; su llegada a mi vida no había sido planeada pero no tardé en comenzar a amarlo desde que lo sostuve por primera vez entre mis brazos. Recuerdo que lo acurruqué cerca de mi pecho para mantenerlo calentito y sentí una alegría inexplicable. Llegó sin previo aviso pero se convirtió en lo que yo más necesitaba.
Los últimos seis años de mi vida, al principio, habían sido insípidos y colmados de recuerdos dolorosos. Mis emociones eran una montaña rusa que me hundía en la depresión por las noches y me llenaba de furia en las mañanas. Por momentos perdía el control de mí misma y me derrumbaba sobre el suelo de la cocina, llorando por mi antigua vida. Eran días donde me negaba a salir de la cama y me sumía en un declive que preocupaba a las personas que me rodeaban, los cuales fueron frecuentes durante mi último año en el colegio y mis primeros semestres en la universidad.
Los instantes en que retazos fugaces de recuerdos me hacían sentir melancolía fueron disipados paulatinamente con la llegada de Félix a mi vida, hasta que no existieron más. Los últimos dos años había aprendido a salir adelante, pero la llegada de mi bebé fue el paso definitivo hacia una nueva yo. Tenerlo reclamando mi atención por toda la casa me impedía pasar los días en la cama; se convirtió en mi motivación para salir, respirar aire fresco y continuar existiendo.
Ahora estaba sentado sobre el sillón de mi apartamento, así que aproveché que se encontraba quieto para ponerle un sombrerito de fiesta amarillo. Era tan travieso que pronto se lo arrancaría, pero solo necesitaba una fotografía.
—Vamos a ver, amor —murmuré, encendiendo la cámara de mi teléfono—, necesito que te quedes quieto para que mamá pueda tomarte una fotografía, ¿está bien?
Procedí con la cautela propia de un espía, presioné el obturador y lo logré. Me sentí victoriosa; tomarle fotos a Félix podría considerarse un deporte extremo. Parecía serle imposible quedarse inmóvil por más de tres segundos de su valioso tiempo.
Había organizado una fiesta para celebrar su cumpleaños en la que solo participaríamos tres personas, incluyéndome. Tenía amigos de la universidad a quienes podría haber invitado, pero prefería mantener la celebración como algo meramente familiar. Tendríamos refrescos, botanas, alcohol y Félix andaría correteando por todo el departamento. Se acercaban los últimos parciales del año y todos estábamos muy estresados, así que esta era una buena excusa para divertirnos un rato.
El timbre sonó y me incorporé para abrir la puerta sin necesidad de observar por la mirilla. Podía escuchar su cháchara y voces animosas desde mi lugar. No entendía por qué tocaban el timbre en lugar de usar sus llaves.
La novia de Valerie fue la primera en entrar.
—¡Ahora sí, que empiece la fiesta! —exclamó.
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Latido del corazón © [Completo] EN PAPEL
RomansSebastián Videla poseía los ojos de un demonio melancólico, tan frágil y dañado que Ángela nunca recuperó lo que llegó a amar. Las almas gemelas simbolizan una misma luz distribuida en dos cuerpos mortales; algo que ni el mundo, ni ellos mismos, com...