capítulo 8

10 2 0
                                    


Al llegar a la habitación, recordé que en el placar del baño había un botiquín de primeros auxilios.

- Ven, pasa, tengo un botiquín de primeros auxilios en el baño.

- ¿Estás loca? ¿Acaso no has escuchado lo que dijo Frederick?

- No me interesa lo que haya dicho, yo te metí en esto y voy a arreglarlo y no acepto un no como respuesta, así que tienes dos opciones, o me dejas curarte o comenzaré a gritar como loca hasta que me maten y cree en mi cuando te digo que eso haré – Suspiró y luego avanzó sin decir una palabra – Acuéstate allí – Señalé la cama y fui al baño, tomé el botiquín y volví hacia la cama donde Liam ya se encontraba acostado de espaldas. Me acerqué a él y caí en la cuenta de que debía sacarle la remera, comencé a quitársela pero tenía miedo de lastimarlo.

- ¿Puedes...?

- Sí, yo lo hago – Se quitó la remera suavemente mientras gemía y volvió a recostarse. Me acerqué al botiquín que había dejado en la mesita de luz y lo abrí, tomé un pedazo de algodón y pervinóx, eché el pervinóx sobre el algodón y me acerqué a la espalda ya descubierta de Liam. Me quedé muda, paralizada, su espalda estaba llena de cortes desangrando, no podía creer lo cruel que era Frederick, y lo capaz que era también. Si le hiso eso a su propio hermano, ¿Qué podría hacerle a todos los demás?

Comencé a pasar el algodón con pervinóx por su espalda lo más suave que pude, pero al primer rose con la espalda se estremeció y lanzó un quejido, sé que dolió más de lo que el quejido pudo demostrar, pero aun así tenía que seguir pasando el algodón para desinfectar las heridas. Traté de ser lo más suave posible pero entre sus quejidos y toda la sangre que estaba limpiando y manchando con pervinóx me dieron arcadas, las cuales pude contener, pero ese nudo en el estómago seguía allí haciéndome sentir como si estuviera enferma.

Al terminar cerré el botiquín y fui al baño, lo guardé en su lugar y tiré a la basura el algodón que había usado. Me sentí un tanto descompuesta así que me mojé la cara y luego apoyé mis manos en el lavabo, me miré al espejo, de pronto la culpa se apoderó de mí. Esto era mi culpa, mi culpa, que estemos allí, que mis padres, mi hermana, Kate estén quien sabe dónde, que Nick esté en peligro, que a Liam lo hayan lastimado. Todo era mi culpa.

No resistí más, quería gritar y llorar como una loca, pero apenas si pude llorar.

Me asusté, una mano me tocó el hombro y casi golpeo al dueño de esa mano, pero era Liam, me vio llorar y se frustro.

- Oye, tú no tienes la culpa ¿está bien? – Sentí que leía mi mente – Tú no tienes nada que ver con todo esto, esto fue culpa de Frederick no tuya, vas a estar bien, créeme.

Lo miré a los ojos. Esos ojos que ya no eran celestes sino azules, quizás por la luz o por lentes de contacto, no importa, eran tan cálidos. Él no era una mala persona, estaba segura.

Me dieron ganas de abrasarlo, pasé mis brazos por detrás de su cuello y arrinconé mi cara a su hombro. El tardó un tiempo pero luego sentí sus brazos rosando mi cintura. Me sentí segura, y eso es algo que allí no había podido sentir antes.

Pasé la página del libro, ya había terminado el capítulo número cuarenta, antes de comenzar el siguiente capítulo miré de reojo a Liam que estaba delante de mí en uno de los sillones de la biblioteca. Me estaba mirando, ya no me sorprendía que lo hiciera, últimamente pasaba más tiempo mirándome que leyendo, claro que giraba la cabeza cada vez que lo iba a piscar mirándome pero yo me daba cuenta, además, muchas veces cruzábamos miradas y entonces no era solo él el que miraba, esta era una de esas situaciones, nos quedamos así, mirándonos.

La amistad está subestimada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora