Prólogo

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Dean Winchester bajó de su auto, un Chevrolet Impala del año '67 con desgano y malhumor. Ya el sol estaba bastante fuerte a esas horas de la mañana, y aunque intentó taparse el rostro ojeroso, los rayos de luz llegaban de igual manera a su vista, haciéndolo sentir aún más malhumorado. El último mes se había pasado encerrado en su oficina, con las cortinas bajas y un silencio asesino, solo utilizando apenas la máquina expendedora de café y su notebook.

Dean Winchester, conocido como el magnate de negocios más rico de la región, ahora se presentaba allí, frente a un hospital psiquiátrico – Hospital para trastornos psicológicos y psiquiátricos Santa Ana – abatido como si recién hubiera salido de una pelea callejera, entregado por su propia familia.

—Es por tu propio bien, querido —dijo la señora que le acompañaba, una mujer rubia de ojos claros y vestida con finas ropas.

Dean ni siquiera se molestó en responder. Simplemente puso los ojos en blanco y siguió caminando rumbo a la puerta del edificio; un edificio de varios pisos, completamente blanco y con un jardín bastante florido.

—Buscamos el mejor de la región. Te van a tratar como un rey.

El hombre siguió caminando, ya casi sin prestar atención a lo que aquella mujer le decía. Sí, era su madre y la quería, pero ella no entendía todo lo que pasaba por su cabeza.

Dean se sentó junto a su madre en un sillón bastante cómodo, en la tan conocida sala de espera. Era la primera vez en toda su vida que iba a un lugar así, pero lo hacía para que al salir pudiera de una vez por todas terminar con lo que había comenzado.

—El doctor Winchester lo atenderá en seguida.

Alzó las cejas al escuchar aquel apellido. O el enfermero con bata blanca y cabello entrecano le hacía una broma, o realmente compartía su apellido con aquel doctor. Cualquiera fuera el caso, no debía preocuparse, era bastante común en aquella ciudad compartir el apellido, no era un apellido demasiado especial o ligado a la fama. La riqueza que Dean había acumulado no se debía a su padre, John Winchester, sino a él mismo, que desde pequeño se había especializado en computación, programas y sistemas, aplicaciones y cualquier tipo de cosa que se relacionara con la tecnología. Poco a poco había crecido junto a su empresa, comprando acciones, pagando impuestos como debía ser y en menos de diez años había acumulado una fortuna.

—Pase por aquí, señor.

Dean se levantó de su asiento, miró hacia atrás, observando a su madre que con cara de preocupación mientras ella asentía en silencio. Finalmente decidió seguir al enfermero —al menos él pensaba que eso era— y entró a una oficina amplia, con grandes ventanales, una vista hermosa... pero lamentablemente con barrotes también.

El doctor Winchester se encontraba recostado en el escritorio revisando unos cuantos expedientes de lo que parecían ser internos en el hospital. Dean se quedó de pie, mientras el enfermero se retiraba de la oficina.

—¿Dean Winchester? Es un placer, mi nombre es Sam Winchester. Compartimos algo al parecer —dijo el hombre extendiendo la mano con una cordial sonrisa. Lo primero que a Dean le había llamado la atención era la altura de él, parecía un gran... alce. Lo segundo, su cabello, y sus ojos y su musculatura... sintió que estaba un poco en desventaja, y para no aparentar menos de lo que era, ensanchó el pecho y levantó la barbilla. Con una sonrisa condescendiente, estrechó la mano del doctor.

—Un placer.

—Puedes tomar asiento, en seguida hablaré contigo —y diciendo esto, salió de la oficina con todos aquellos expedientes que tenía sobre la mesa.

Mientras tanto, Dean observó la oficina por completo. Había una foto sobre la mesa, el doctor con una niña y una mujer, muy sonrientes. Un dibujo hecho quizá por la misma niña dentro de un retrato. Un saco negro y largo colgado del perchero, un bolso en el suelo medio abierto con una bolsa de caramelos dentro. Ya está, aquello simplemente le hacía sentir que el hombre era perfecto. Casado, con una hija, un trabajo decente y seguramente, feliz. Algo que Dean Winchester no podría obtener ni en otra vida.

—Disculpa, tenía que llevar esos expedientes —se sentó frente a Dean y abrió una carpeta con unos papeles dentro. Todos pertenecían a su psiquiatra anterior — Viendo un poco tu historial... Comenzaré por la parte difícil. Veo que intentaste suicidarte tres veces.

—Cuatro. Pero nunca mencioné la cuarta vez.

Sam asintió lentamente con un aire de seriedad y profesionalidad que a Dean le parecían exagerados. Solo quería morirse, ¿Tanto problema por tan poco?

—¿Cuál fue la razón? Desde fuera es obvio que muchos pensarían que no tienes motivos para hacerlo. Eres rico, tienes una gran familia —dijo leyendo las páginas — tu empresa tiene buenos cimientos, no estás en banca rota, pagas las cuentas. Estabas a punto de casarte.

—¿Para qué quiere saber la razón si a fin de cuentas me terminarán encerrando de todas formas?

Dean sonrió con sarcasmo, y el doctor Sam levantó ambas cejas. Finalmente sonrió con calidez.

—Entiendo que debes estar pasando por una situación depresiva y que...

—No, por favor. Ahórrese los sermones. Ya mis padres se encargaron de darme eso desde que nací. Tampoco me psicoanalice. Verá, ese papelito —dijo señalando la carpeta, exactamente a una hoja amarilla que estaba sobre todos los otros papeles con varias firmas y sellos encima — dice que voy a estar aquí un mes. Un mes, ni más ni menos. Un mes y me voy y haré lo que se me antoje. ¿De acuerdo? Así que no pierda el tiempo conmigo, doc, no le servirá de nada.

—Sabes que puedes quedarte más tiempo de ser necesario. Si no cooperas...

—Oh, pero cooperaré, de eso no se preocupe. Tomaré los malditos remedios que me quiera dar. Escucharé las largas charlas en terapia grupal, y participaré en cualquier juego estúpido que sirva para entretener a los más inadaptados de este hospital. Y en un mes... me iré.

Sam frunció el ceño. Dean sonrió, notando que había podido enfadar al doctor Winchester, y se sintió triunfante. Se cruzó de brazos recostándose bien contra su asiento y esperó su respuesta.

—Sabes, Dean. Te hace falta más humildad. Solo eso —le respondió Sam con seriedad levantándose de su asiento, haciendo sentir un poco incómodo a Dean, quien ahora se había acomodado en la silla hasta sentarse derecho y observaba al doctor de pie frente a él como si fuese un niño que había hecho una travesura — Mis pacientes me importan. Y yo voy a descubrir por qué quisiste matarte, Dean. Y en lo posible, voy a intentar sacarte esa idea de la cabeza —se acercó a él, ambos rostros muy juntos —Cueste lo que cueste.

"Inténtelo" pensó Dean con algo de desprecio, pero en su corazón algo había hecho eco, y ahora sentía que latía a mil por hora.


❀ Segundo fanfic Wincest que escribo, así que espero les guste :'D no se olviden de comentar y votar C: <3 

Mi Doctor es Sam Winchester【Wincest】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora