CAPÍTULO I
SOBRE TIRVI
Esta historia comienza en una época tan antigua y remota, que ha sido olvidada incluso por los libros de historia.
Una época durante la cual, podían verse, sin asombro ni temor o sorpresa, criaturas tan fantásticas y maravillosas como las hadas o los gnomos, o tan crueles y espantosas como los trolls o los ogros.
Sin duda alguna, uno de los personajes más famosos y conocido de esta parte oculta de nuestra historia antigua fue el enano ladrón llamado Tirvi, cuyo nombre significa, “Amigo de lo ajeno”.
El pequeño Tirvi era, a sus doscientos cincuenta años, todo un señor enano: Divertido, mentiroso, juguetón, inteligente, burlón..., etc. Nunca supo estarse quieto, pues opinaba con gran tesón y orgullo, que su raza estaba en el mundo para moverse continuamente, ¡y pobre del que dijese lo contrario!
En cuanto a sus amoríos. Jamás tuvo esposa, al menos conocida; aunque nunca rechazó la compañía de una hembra hermosa y dispuesta a darle placer, de lo cual también tenía fama de pavonearse ante sus amistades, arguyendo sobre sus extraordinarias dotes amatorias.
Otra de las cosas que más le enorgullecían eran sus antepasados. Empezando por su anciano padre, cuya edad rondaba los seiscientos años, llamado Burka, que quiere decir “Sabio consejero”. Y acabando por su retatarabuelo, que murió a la edad de setecientos veinte años, luchando contra los ogros de la “Montaña Gris”, llamado Ubelort, cuyo nombre significa “Fuerte como garra de oso”, y que fue el primero de sus ancestros en instalarse en aquel pacífico y acogedor rincón de la llamada “Montaña de los Aullidos” pues, cada noche los lobos, antes de salir a cazar subían a la cima y aullaban tristemente a la Luna.
Disfrutaba enormemente Tirvi entonando, para deleite de sus amigos, bellísimas melodías con su flauta de caña negra, con la que sabía, por enseñanzas de un tío abuelo suyo, como dormir a sus enemigos, extrayendo de su instrumento una tonada secreta, tan antigua y hermosa como el amanecer desde la cima de la montaña.
Había aprendido, también de este familiar suyo, cuyo nombre no fue nunca revelado, un viejo conjuro de los gnomos para volverse invisible, durante periodos más o menos largos de tiempo, siempre y cuando aquel que realizase el hechizo no estornudase, pues inmediatamente recuperaría su visibilidad de manera tan brusca que causaba pequeños mareos y, en ocasiones, pérdida de la consciencia.
Era, por último, su honda, el mayor tesoro del que disponía el pequeño y astuto ladrón de nuestra historia. Con ella, y sin temor a exagerar, podía Tirvi acertar a un colibrí en pleno vuelo, desde una distancia de cien metros, y que le servía tanto para cazar como para defenderse de sus enemigos.
Gustaba de pasear acompañado de sus dos grandes amigos; Tair, el viejo lobo gris, al que llamaba por la noche y Dera, una majestuosa águila real, que le acompañaba en sus andanzas diurnas.
Es durante una de sus aventuras diurnas junto a Dera, cuando Tirvi descubrió, por primera vez, el lago al otro lado de la “Montaña Gris”.