CAPÍTULO VI. SOBRE LA MAGIA DE LA FLAUTA Y LOS OGROS DURMIENTES

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CAPÍTULO VI

SOBRE LA MAGIA DE LA FLAUTA

Y LOS OGROS DURMIENTES

         Bajo un enorme y frondoso roble, Tirvi, Tair y Dera esperan la llegada del amanecer, para iniciar el viaje que les llevará a la “Montaña Gris”, donde se encuentra prisionera la Princesa Yirin.

         ―Recuerda, Tair, debes esperarnos al pie de la montaña –de un salto, Tirvi monta sobre el cuello de Dera que, de inmediato, remonta el vuelo elevándose con majestuosa elegancia en el cálido aire del amanecer.

         Tras un largo pero divertido y hermoso viaje, el águila y su jinete llegan, por fin, a la montaña.

         ―¡Mira, Dera! – Desde tierra, Tair espera impaciente, y acude junto a sus dos amigos cuando estos aterrizan―. Tair nos está esperando, desciende junto a él.

         ―Ya era hora –el lobo frunce el entrecejo, y se tumba cerca de Tirvi,  mientras éste saca de su mochila su flauta, y se dispone a probarla.

         ―¿Vas a entrar ya?

         ―Esperaré…, primero descansaremos –dicho esto, el enano se acomoda entre las patas delanteras de Tair y, con su flauta entre sus manos, se queda medio dormido.

         Una hora más tarde, es despertado por los agudos chillidos de Dera, que sobrevuela la zona, vigilando por sí las moscas.

         ―¡Se acerca un grupo de hadas guerreras! –El águila aterriza y empuja con el pico a su, todavía adormilado dueño, que se despereza y otea el horizonte, intentando distinguir a las hadas.

         ―¡Súbeme al lugar del otro día! –De un salto, sube al cuello del ave, que alza el vuelo, hasta alcanzar la cueva que sirve de entrada al corazón de la “Montaña Gris”.

         ―Ten cuidado, ¿vale?

         ―Descuida –Tirvi recita las mágicas palabras, y desaparece, invisible, de la vista de su amigo―, espérame junto a Tair, os avisaré cuando salga con el “botín” –dicho esto, se interna en la oscuridad de la montaña.

         Caminando, llega, por fin de nuevo, a la gran cámara del tesoro, donde Grum y Brinn montan guardia, armados con sendas cachiporras, atentos a cualquier ruido, pero un tanto aburridos.

         ―Oye, Grum.

         ―Dime, Brinn...

         ―¿Crees que el Guardián del tesoro vendrá a visitarnos otra vez?

         ―No lo sé –Grum se encoge de hombros, y se rasca la espalda con su gran cachiporra―. ¡Pero sería divertido!

         ―¡Silencio! –Furioso, según su costumbre, Mork pasea frente a los dos ogros, blandiendo su preciado látigo.

         ―¡Sí, Señor! –Con prontitud, los dos ogros se ponen firmes, con las porras al hombro, saludando a su superior, que se aleja.

         Con una mano en la boca para no reírse, Tirvi pasa entre las piernas de Grum al interior de la cámara.

         ―¡Eh, vosotros!

         ―¿¡Nosotros!? –Brinn y Grum se miran el uno al otro, con cara de susto, y alzan sus garrotes, dispuestos a cualquier cosa.

         ―¿Ya os habéis olvidado de mí? –La voz del enano ladrón suena un poco triste.

         ―¡El Guardián de la cámara!

TIRVI EL LADRÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora