CAPÍTULO XIII. SOBRE SELINDE, BELIZATSHY Y SU MARAVILLOSA MAGIA.

29 1 0
                                    

CAPÍTULO XIII

SOBRE SELINDE, BELIZATSHY

Y SU MARAVILLOSA MAGIA.

         Sentados frente al lago, y ajenos a todo el ajetreo del interior de la montaña, Selinde, Tair, Yirin y Tirvi sueñan y descansan, fuera de toda preocupación.

         ―Debería volver con mi padre –murmura la princesita mientras acaricia el hocico del lobo, que ha alzado las orejas, y escucha con atención―. ¿Qué ocurre, lobito?

         ―¿Selinde, eres tú? –La voz surge de un profundo agujero, recién aparecido en la tierra, y del que emerge, envuelto en una maravillosa luz, un apuesto joven, vestido con una larga túnica verde turquesa, y un dorado bastón en su mano derecha.

         El desconocido avanza hacia el grupo, y extiende su mano en dirección a la mujer del lago, que se levanta y corre a su encuentro con una gran sonrisa en sus labios.

         ―¡Belizatshy, amor, soy libre de nuevo! –El contacto de sus manos provoca una extraña reacción, que se extiende por la zona, desde la cara oculta de la “Montaña Gris”, hasta los bosques helados que hay al otro lado de la región.

         ―¡Eso es magia! –Tirvi, de un salto, sube a lomos de Tair que observa fascinado la escena―. Puedo sentir su fuerza renovando esta tierra, maldita por el toque perverso de los ogros.

         ―No es de extrañar tan fantástica magia, si tenemos en cuenta quién es esa pareja –Tair habla, y el aire sigue llenándose de la luz, y del revitalizante hechizo de los dos magos que, finalmente, se separan y miran a sus tres maravillados espectadores.

         ―¿Nos conoces, amigo lobo? –El misterioso joven da un paso al frente, y acaricia la cabeza del animal.

         ―Sí, Majestad, mi padre me ha hablado sobre los poderes del mago Belizatshy, Rey y Señor de la vida salvaje, y de cómo fue hechizado junto a la Reina maga Selinde hace trescientos años, por intentar salvar la región del terrible poder del Rey de los ogros.

         ―Es cierto, durante todo este tiempo me he ocupado de proteger el Corazón de Oro de las manos necias de los ogros de Barkel, haciéndolo creer que le hacía un favor, cuando lo que hacía en realidad era esperar la llegada de alguien lo bastante noble para liberar a mi amada, prisionera en el lago, y a mí mismo, prisionero en las más oscuras cavernas de la “Montaña Gris”.

         ―Ahora que sois libre –se interesa Tirvi―, ¿qué es lo que vais a hacer?

         ―Lo primero, darle a Barkel su merecido, acercaos –y, dicho esto, el mago alza su bastón, y los cinco se desvanecen en el aire, para aparecer, al momento, en presencia de Barkel, que retrocede muerto de miedo.

         ―Vosotros regresar con vuestros padres –se dirige a Tirvi y a Yirin que, sin pensarlo dos veces, corren hasta donde esperan Brana, Burka e Ion, que los reciben asombrados y contentos de verlos con vida.

         Después, los dos poderosos hechiceros clavan sus miradas en el atemorizado Rey de los ogros, que tiembla de terror, y suplica clemencia.

         De nada le sirven las lágrimas y los ruegos pues, Belizatshy, impasible, extiende su bastón de nuevo, y convierte a Barkel y al resto de los ogros en estatuas de roca maciza, liberando la montaña y a los esclavos de las minas de su cruel existencia.

         ―Es hora de que regresemos a palacio, hija mía.

         ―Sí, padre, pero antes prométeme algo…

         ―¿Qué?

         ―Que romperás el viejo pacto y, que hadas y enanos, volveremos a vivir en paz para siempre.

         ―Bien…, yo –Brana mira a Burka, que discute con su hijo, y lo abraza después, lleno de júbilo―. ¿Tú qué opinas?

         ―Yo creo que nuestra enemistad dura demasiado tiempo, ya es hora de hacer las paces.

         ―Dicho, ¡así sea pues!

TIRVI EL LADRÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora