CAPÍTULO V. SOBRE LAS HADAS Y SU REY BRANA

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CAPÍTULO V

SOBRE LAS HADAS Y SU REY BRANA

         Sentado en su Trono de cristal azul, y rodeado por un séquito de hadas, el buen Rey Brana, con la cabeza apoyada entre sus manos, piensa en su pobre hija.

         Un joven, de porte noble y rostro sereno, entra en la sala, y se inclina ante el preocupado soberano.

         ―¡Saludos, Majestad!

         ―Saludos, noble Ion, podéis levantaros.

         ―Tenemos noticias, Señor.

         ―¿Sobre mi hija? –El anciano se alza de un salto, y corre a abrazar al mensajero―. ¿Es sobre ella?

         ―Sí, Señor; uno de nuestros hombres dice que vio a un ogro rondar nuestro palacio.

         ―¡Un ogro! –Brana, al oír esto, vuelve a sentarse, y hunde la cabeza entre sus manos―. ¡Mi pobre Yirin está perdida! ¡Jamás volveremos a verla!

         ―¿Oye eso, Majestad? –Ion se aparta de su Rey, y se acerca a los ventanales del salón―. ¡Es una canción!

         ―¡Sí! –El rostro de Brana se ilumina con una sonrisa al reconocer la voz de su hija―. Es una de las canciones tabú, me está avisando del lugar dónde se encuentra prisionera.

         ―¿Dónde?

         ―En el palacio de Barkel; en pleno corazón de la “Montaña Gris”.

         ―Ahora mismo partiré con mis tropas a esa montaña –con gesto decidido, Ion desenvaina su espada y, saludando al Rey militarmente, se dispone a marchar.

         ―¡Espera!

         ―¿Qué ocurre?

         ―No podemos penetrar en el palacio de Barkel, lo protegen poderosos hechizos.

         ―¿Y, quién puede?

         ―Nadie… ―por un momento, Brana parece dudar y, luego, vuelve a sentarse en su Trono―, nadie puede.

         ―¿Está seguro de ello, Majestad? Tenía entendido que los enanos de la “Montaña de los Aullidos” eran inmunes a la magia de los ogros…

         ―Los enanos no nos ayudarán a rescatar a Yirin –el Rey de las hadas chasquea los dedos, haciendo aparecer en el aire un viejo pergamino enrollado y atado con  una cuerda de plata―; la vieja Ley nos lo prohíbe.

         ―¿Qué Ley es esa? –El antiguo documento desaparece, y vuelve a aparecer frente al rostro del sorprendido Ion.

         ―Hace mucho, mucho tiempo, nuestras dos razas vivían en paz y armonía, colaborando y ayudándose mutuamente, pero, por su carácter travieso y demasiado bromista, uno de los enanos, por jugar un día, robó la Corona de mi antepasado y éste, tras recuperarla, hizo jurar a los enanos que no volverían a acercarse a ninguno de nosotros, bajo pena de muerte; y así ha sido desde entonces.

         ―De acuerdo, respetaré las Leyes, pero aunque tenga que ir yo solo, rescataré a su hija, y la traeré de vuelta a palacio –con una reverencia, el joven Capitán del Ejército de las hadas sale del palacio, con expresión decidida, dispuesto a todo por rescatar a su Princesa.

         Una vez solo, Brana decide darse un paseo por sus tierras, y comprobar cómo van las tareas de sus amados súbditos.

         En la calle principal de la ciudad, situada a los pies del palacio, los zapateros, sastres, pasteleros y panaderos y demás comerciantes, saludan al buen Rey Brana e incluso le hacen algún que otro regalo.

         En la plaza principal, los niños juegan bajo la atenta mirada de sus madres, mientras comienzan a practicar sus primeros conjuros y hechizos.

         De la fuente del centro de la plaza brotan chorros de dorada y dulce miel, que los enamorados se apresuran a recoger en bellas jarras de oro y piedras preciosas, para regalar a sus prometidas.

         Del interior de las casas brotan alegres canciones, que las madres dedican a sus bebes para que éstos duerman.

         En los campos, los agricultores y campesinos recolectan alimentos y hierbas, para cocinar y preparar pociones curativas, o recogen frutas que han de cargar entre varios obreros y trasladar después en grandes carretones, a los almacenes donde se harán, con las frutas cosechadas, dulces y sabrosos licores, que serán la delicia de los paladares más exquisitos.

         También los pasteleros utilizan la fruta para hacer cremas para los pasteles y tartas.

         Los ganaderos y pastores tienen a su cargo la tarea de conseguir leche y pieles de abrigo para el pueblo.

         Y así, en el pueblo de las hadas, todos sus habitantes tienen algún trabajo que hacer, y todos son felices colaborando unos con otros.

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