CAPÍTULO XIV
SOBRE EL NUEVO TRATADO DE
ENANOS Y HADAS.
El palacio de las hadas, es ahora una gran fiesta, donde enanos y hadas celebran el nuevo pacto entre los dos pueblos, con gran alegría.
―Burka, he decidido, que ya que me has servido tan amistosamente, y me has ayudado a rescatar a mi hija y a mis soldados, a tu hijo y a ti os gustaría vivir en mi palacio, y tú serías mi consejero personal…
―Lo hablaré con Tirvi, pero creo que él aceptará.
―¿Dónde está ahora tu hijo, por cierto?
―Ha regresado con Tair a la “Montaña Gris”, para hablar con los magos.
En ese momento, sobre la cima de la montaña.
―Hola, Tirvi, sabemos lo qué deseas, y podemos ayudarte –Belizatshy se inclina y toma al enano en la palma de su mano.
―¿En serio? –Tirvi se encoge de hombros, y se arregla el ladeado sombrero cónico―, bien, me gustaría saber si ya no va a haber más ogros ni más maldad en la región…
―Bueno, eso es imposible, ya que de ser así, se rompería el equilibrio; deben seguir existiendo ogros, trolls y demás criaturas malignas para que el ligero equilibrio que reina en la región continúe.
―Entonces…, nada ha cambiado.
―Sí, claro que ha cambiado algo, gracias a ti –Selinde, más bella y resplandeciente que cuando fue rescatada por el enano, flota a pocos centímetros del suelo, y juguetea con las flores―, gracias a tu valor, tu pueblo y el de las hadas vuelven a estar unidos, y juntos tenéis la fuerza suficiente para luchar contra el enemigo y mantener la paz.
―En ese caso, conforme –el enano, más tranquilo, salta sobre el lomo de su fiel Tair y, tras despedirse de los dos hechiceros, regresa al palacio de las hadas tan rápido como le es posible.
―Amo Tirvi, ¿por qué tanta prisa? Pensaba que preferías estar solo –Tair gira la cabeza y contempla, preocupado, la sonrisa que ilumina el rostro del enano.
―Sabes, Tair, ¿has pensado en las joyas que deben esconderse en el palacio del Rey Brana…?
FIN