Capitulo 27 - ¿Amigos?

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Ambos permanecían inmóviles, Roberta sentía como algunas lágrimas se deslizaban por su mejilla. Vio cómo el daba un paso hacia ella haciéndola retroceder.

Roberta: (nerviosa) ¿que... Que haces aquí?

Diego: Miguel me llamó pero lo último que pensé es que tú estuvieras aquí.

Roberta: vaya así que Miguel.

Diego: ajá.

Roberta: bueno pues creo que fue una trampa así que ya te puedes ir.

Diego: (agarrando su mano) quiero hablar contigo por favor.

Un escalofrío más intenso recorrió su cuerpo al sentir su mano agarrando su muñeca, sentir su piel junto a la suya después de más de un año.

Roberta: (soltándose despacio) no sé que tengamos que hablar, todo quedó muy claro la última vez que nos vimos.

Diego: no, para mí no. Ni siquiera dejaste que me explicase, hiciste caso de una mentira.

Roberta: ¿una mentira? Estabas en una cama, en nuestra cama, en nuestro depa, con esa golfa, ¿me lo vas a negar?

Diego: por supuesto porque yo no hice nada con ella, me drogó. Y tengo pruebas.

Roberta: ya claro, sabes qué no me interesa, ya te olvidé. Para mí sólo eres mi ex-novio, el que me puso los cuernos y mi ex- compañero de banda y de colegio.

Diego: no te creo, si fuera cierto no estarías temblando. (Acariciando su brazo) dime que no sientes nada cuando te acaricio.

Roberta: (nerviosa) no... No, no siento nada.

Diego: (acercandose más, acariciandole la mejilla) ¿ahora tampoco?

Roberta: (aún más nerviosa) no... Nada, abso... Absolutamente nada.

Diego dio un par de pasos más haciendo que ella tropezase con un pequeño coche de juguete, cayendo hacia atrás haciendo que él cayera sobre ella al intentar agarrarlo de su camisa para no caerse.

Diego: me encanta tenerte así, me recuerda un día, entre unas montañas nevadas.

Roberta: (enojada) levántate, me estás aplastando (pegándole) quitate que no quiero estar cerca de ti.

Diego agarró sus manos por sus muñecas y las puso por encima de la cabeza de ella, mientras que con otra mano acariciaba su mejilla.

Diego: eres tan hermosa, te he echado tanto de menos, todo por una maldita trampa.

Roberta: (sollozando) Diego suéltame por favor, me haces daño.

Diego: no te hago daño, no me mientas ni siquiera te estoy apretando.

Roberta: no me refiero a dolor físico, aún me hace daño tenerte cerca.

Diego: ¿me prometes algo? Y te suelto.

Roberta: te lo prometo, lo que quieras.

Diego: déjame que te demuestre que no te engañé, que sepas que jamás te traicioné.

Roberta: Diego no quiero hablar de eso.

Diego: pero yo sí, necesito demostrarte que no te engañé. Que este tiempo separados ha sido por una maldita mentira.

Roberta: esta bien, deja que me levante y hablamos, te lo juro.

Diego: te amo bebé, aún te amo. Mas que antes, mucho más.

Antes de que ella pudiese decirle nada más el se acercó a su boca, posando sus labios sobre los suyos. Besándola tiernamente, ese beso que ambos deseaban, ella le correspondió cuando el soltó sus manos, se besaban tiernamente y con pasión, buscando los labios del otro, ella le acarició la mejilla y un escalofrío recorrió el cuerpo de el. Los dos recordaron aquel día hacía ya más de tres años, cuando ambos cayeron sobre la nieve canadiense, ofreciéndose aquel beso que tanto habían deseado. Diego se separó de ella lentamente, cuando el aire le faltaba esbozando una sonrisa.

Siempre A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora