Capítulo 12: Helados y parques embrujados

90 6 11
                                    

Bueno, la idea de Chase de irnos de ahí fue literal. No solo nos fuimos de la cafetería, sino que, me llevó a su carro y fuimos a uno de esos lugares donde venden froyo (frozen yogurt).

—Vaya, vaya, yo no sabía que era un chico malo señor Hunter—dije en tono burlón mientras bajaba del carro.

—Y yo no sabía que era tan irritante señorita Friar—respondió Chase.

—¡Roar! Tranquilo tigre.

Nos quedamos mirándonos serios a los ojos y lentamente se dibujo una sonrisa en sus labios, luego nos comenzamos a reír a carcajadas.

—Calma lagartija—me dijo cuando pararon las risas.

–¿¡Cómo dices que dijiste!?—dije fingiendo estar ofendida.

—La-gar-ti-ja—dijo lentamente.

Intenté estar sería pero una sonrisa se dibujó en mis labios.

—Anda, ya entremos, muero de hambre.

Entramos a la heladería y fue como entrar al paraíso. Habían tantos sabores que no sabía cuál elegir.

Chase se acercó a coger dos vasos para helado y me dio uno.

—Elige el que quieras, yo invito.

—¿Qué? No, yo puedo pagar mi propio helado.

¡Shh! Deja que el chico pague por ti.

Conciencia, yo puedo pagar mis propias cosas, no me gusta que la gente pague por mí.

—Yo sé que puedes pagar tu helado Rach, pero déjame invitar esta vez.

—Está bien, pero la próxima pago yo—respondí no muy convencida.

–No discutiré sobre eso.

¿¡Qué haces!? No le ofrezcas nada, él quiere pagar, déjalo que pague, tú no pagues nada ni le hagas ofertas.

¿No hay alguna forma de que pueda cambiar de conciencia?

Lamentablemente no, así como no hay forma de que pueda cambiar de cuerpo.

Finalmente, me decidí por un sabor... bueno, dos; avellana y frutos rojos. Chase eligió de manzana con vainilla.

—Ahora los toppings—me dijo cuando terminó de servirse su helado.

Hice una mueca.

—Aunque pensándolo bien, tú eres muy aguafiestas, así que yo los elegiré por ti—una vez dicho cogió el vaso de entre mis manos y le empezó a echar distintas cosas.

—¡Espera!—grité mientras cogía la cuchara de uno de los toppings—. Soy alérgica al maní—le dije y volvió a poner la cuchara en su lugar.

—En ese caso, creo que ya he terminado. ¡Voila!—exclamó devolviéndome el vaso.

Le había puesto chispas de chocolate, m&m's, kisses, pedazos de galleta, frutillas, kiwi (¿cómo sabía que me gustaba el kiwi?) y un barquillo.

El admirador secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora