Eran las 7:34 p.m. y no había hecho nada más que permanecer en la sala, contemplando la chimenea. Estaba aburriéndose hasta morir, ni siquiera podía permitirse escuchar música porque esta resultaba como un interruptor para sus emociones negativas.
Ya tomo más de tres siestas en ese mismo día, en un vago intento de que el tiempo pasara más rápido. Quizá fue una mala idea rechazar aquel viaje, puede que en California habría mayor diversión de la que podría obtener en el frío Londres. Pero quién sabe, la ciudad era considerablemente interesante, de seguro hallaba algo con lo que distraerse.
Tomo su chaqueta del perchero, y salió a la fría calle; con deseos de buscar entretenimiento por su propia cuenta. No quería quedarse encerrado y consumirse en su autocompasión.
(...)
Las calles lucían solitarias por el clima, sin embargo, aún circulaban unos cuantos adolescente como el, aunque estos lucían muy ebrios para ser las 9 de la noche. Revisaba los nombres de los locales hasta que encontró un bar decente, situado entre un motel y unos baños públicos.
Se encogió de hombros, adentrándose al edificio.
Lo primero que vio fue la barra con unos cuantos puestos libres, se acercó con timidez y
tomo asiento en el banco más alejado de los demás, pidió una simple cerveza al barman y se dedicó a beberla mientras observaba con cierto recelo como unos chicos jugaban billar a unos cuantos metros de ahí.Uno de ellos se le acerco; era apenas unos milímetros más alto que el, su cabello era negro y tenía unos ojos verde profundo.
—Linda noche, ¿no lo crees, cielo?
Niall sólo pudo darle una mirada molesta y extrañada. ¿Quién se creía para llamarle cielo?
El chico rio al no recibir una respuesta.
—Supongo que soné muy lanzado —volvió a sonreír sin que Niall le devolviera el gesto—, pero ya sabes, tus ojos me recuerdan al cielo, casi tan hermoso como tú.
Para su sorpresa -y la del rubio- se sonrojo. Maldijo hacia sus adentros por haber permitido que Zayn derrumbara el control que tenía sobre su cuerpo y sus reacciones. Reacciones tontas como el sonrojo para chicos tontos como el ojiverde.
—Soy Cian