El clima era aburrido; frío, gris y aburrido. Nubes y edificios, no había algo más.
Era lo único que podía ver a través de la ventana del departamento que después de tanto tiempo seguía oliendo a nuevo, y puede que no en el buen sentido. Aún no podía acostumbrarse por completo a la ausencia del característico olor de tabaco a su alrededor.
Probablemente nunca se acostumbre, pero no tenía otra opción.
A pesar de que logró olvidar y seguir con su vida, con sus sueños, en ese tipo de días le atacaban los recuerdos de lo que sus compañeros artistas llaman musa. Un sentimiento tan sutil pero que de alguna forma le daba sentido a su trabajo, como si aquella sensación fuera todo, lo único que lo orillaba a continuar sus pinturas o canciones.
Ahí era cuando hacía los mejores cuadros que tenía, la melodías más animadas, así como las más melancólicas. Y luego llegaban los días en que recordaba que Niall no estaba junto a él, que no podría enseñarle ninguna de las obras maestras que logró pensando en él. En esas ocasiones su ánimo decaía mucho.
Lloraba. Lloraba por horas porque después de tres años el rubio no había ido a buscarlo. Aunque no tenía por qué sentirse mal si él fue quien salió corriendo a otro país. Pero todos en algún momento han tomado decisiones malas o apresuradas, ¿cierto? El moreno se consolaba creyendo que así era.
Zayn suspiró con abatimiento, no se encontraba lleno de júbilo en esa temporada, el frío era infernal; por ilógico que sonara. A penas le daban ganas de salir de su cama y prepararse algo de comer.
Un tanto hastiado de los sándwiches de atún que comía últimamente, decidió pedir una pizza, moviéndose al sofá para poder esperar que esta llegara, viendo cualquier programa que pasaba en la televisión. No pasaron ni 10 minutos cuando alguien ya tocaba su puerta.
Se dirigió a la entrada, nada interesado en arreglar su despeinado cabello u ocultar sus pantuflas de garras, demasiado ocupado buscando entre sus bolsillos algo de dinero con el que pagarle.
—¿Cuánto es, amigo?
Sonrió al encontrar un billete de cincuenta, pero le extraño el hecho de no escuchar la voz del repartidor tras la puerta, por lo que alzó la mirada, y él también se quedó mudo.
Aquello no podía estar pasando. Pestañeo reiteradas veces mientas unos ojos azules lo miraban con bastante asombro y confusión. Ninguno creía que en realidad se tenían frente suyo.
A Niall le temblaban las manos y las piernas, por lo cual el ojimiel lo invito a pasar. Ni siquiera se detuvo a pensarlo, simplemente lo hizo, le preocupaba que pudiera desmayarse o algo.
Era extraño ver a Niall con el cabello castaño y a Zayn teñido de rubio. Demasiado extraño verse después de tanto tiempo, sobre todo por cómo terminaron las cosas entre ellos.
—Así que Nueva York...
—Qué gran coincidencia.
Niall sonrió con levedad.
—No viaje miles de kilómetros para que le digas así. Aunque puede que sí lo sea de alguna forma, se supone que trataría de encontrarte en cuanto tuviera el dinero suficiente para un apartamento. —rascó con nerviosismo su cabeza— quizá fue tonto, me querías lejos, ¿no es así?
Zayn soltó una risita, abrazando al castaño, las lágrimas ya bajaban por sus mejillas. Fue a buscarlo, eso era lo único que quería escuchar.
—¿Quién en su sano juicio te querría lejos?
Sólo le sonrió, correspondiendo el abrazo, eso era lo único que Niall podía hacer en ese instante.