Capítulo 42.

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—No vas a durar ni un día—dije mordiendo una pluma.

—¿Crees eso?

Yo le había propuesto a Alonso que salieramod, claro, pero él tenía que estar vestido de mujer.

Claramente s principios del trato se negó; pues, él aún no sabía lo que le iba a dar s cambio.

Le dije que sería lo que él quisiera.

Y pidió traer de vuelta a Braulio.

—Tengo todo lo necesario para que te vistas de mujer—comenté.

—Quiero ver.

Saqué la bolsa de debajo de la cama y en ella contenía una peluca rubia, maquillaje, pestañas postizas, tacones y un vestido.

Y por supuesto, lencería.

Le dí la bolsa y él se dirigió al baño. En menos de 20 minutos ya había salido maquillado y cambiado.

Se veía... Totalmente diferente.

Como una autentica mujer.

Era algo raro, pues, claramente a mí no me gustaban las mujeres. Pero él.... Me gustaba, me parecía muy guapa.

—Esto es ridículo—dijo fingiendo una sonrisa.

—Te ves muy bien—dije mirándolo de pies a cabeza.

(...)

Íbamos caminando, tomados de la mano por un parque, que no estaba muy lejos de nuestra casa.

Hasta que un grupito de niños pendejos comenzaron a chiflarle a Alonso, y a decirle piropos, él solo le sonrojaba.

No pude evitar mis celos.

Solté a Alonso y me dirigí a ellos. Éstos me veían creyendose muy superiores.

—¿Qué quieres aquí?—dijo uno.

—Ve a chiflarle así a tu abuela, para ver sí no te da un chingazo por mal educado y urgido. Pinche naco—dije serio.

Me alejé de ellos y volví a tomar a Alonso de la mano.

—¿Qué les dijiste?—preguntó Alonso.

—Nada, nada...

*

—¿No te sientes incomódo?—pregunté mirandolo.

Nos encontrabamos en un pequeño restauran, claro, todos los jodidos hombres se le quedaban viendo.

Podría jurar que se les caía la baba por mi Alonso.

Apreté mi mandibula, estaba realmente celoso.

Alonso comía tranquilamente, hasta que el mesero llegó con la cuenta.

—Su cuenta, señor—dijo desganado—¿Quiere algo más, señorita?—preguntó mirando a Alonso con una estúpida sonrisa.

—No, no quiere nada—respondí por él, extremadamente celoso.

—En unos minutos me voy, solo quiero saber la respuesta de la bella dama.

—Amm... No gracias, eres muy amable—contestó Alonso nervioso.

El mesero solo le sonreía y de vez en cuando tocaba su mano.

—¿No que ya te ibas?—dije enojado.

Alonso me miró mal.

Me paré de la mesa y salí del restauran.

Necesitaba un poco de aire.

Noté que alguien me abrazó por la cintura, y traté de quitar esas manos que me sostenían, sabía que era Alonso.

—¿Qué te pasa?—preguntó aún abrazandome.

—Nada—respondí seco.

—Vamos, dime.

—Es solo que—volteé a verlo—Me enoja que otros te miren como lo hago yo. Que otros te hagan sonrojarte como yo lo hago siempre contigo. Me enoja que otros hombres quieran tu atención. ¿Sabes? Es imposible no ponerme celoso ante estas situaciones. Es sumamente dificíl para mí no defender lo que es mío—suspiré.

Sonrió y yo lo miré confundido. Cuando iba a hablar de nuevo, me tomó por el cuello y me besó. Se separó un poco de mí y me abrazó.

—Nunca me fijaría en alguien que no seas tú—susurró.

Aprendiendo a ser papá ➳ jalonso.『 libro 1. 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora