''Todas te quedan en la piel y en el corazón...''
Cassie Delaney
2 meses después
—¡Vamos Justin! —grité con todas mis fuerzas, haciendo que Tonia, Margaret y Macy se miraran entre ellas dos algo avergonzadas. Tayson y Jack estaban de camino, ya que habían ido a buscar a Clarie, la novia de Jack, quien llegó en autobús hace 15 minutos.
Nosotras decidimos esperar aquí, viendo cómo Justin se preparaba a la orilla de esa plataforma que a mi parecer estaba demasiado alta. Se pone de espaldas, dobla su cuerpo hasta colocar las palmas de sus manos justo enla esquina y con fuerza, levanta todo su cuerpo quedando completamente boca abajo y recto. Entonces salta, y no puedo evitar sentir nervios, pero me relajo y sonrío orgullosa cuando entra a la perfección después de un par de piruetas.
Llevamos ya dos meses juntos oficialmente, y el mes pasado le dio por apuntarse a salto a la piscina. Todos lo llaman Diving, yo soy más española. Ahora está calentando para una competición clasificatoria para el mundial, siento que estoy más nerviosa yo que él, a quien veo salir del agua con un arte que debe ser ilegal. No me doy cuenta de que me he quedado embobada mirándolo fijamente por su increíble físico hasta que un brazo me aprieta el codo.
—Céntrate o vas a hacer que todos resbalemos por culpa de tus babas—bromea Jack, a lo que le respondo con una bofetada en la nuca.
—Idiota.
Me percato de la chica que tiene abrazada a él, rubia, unos 10 centímetros más baja que mi amigo y con unas facciones de ángel de Victoria Secret. Por un momento siento envidia de lo hermosa que es.
—Te presento a Claire, mi novia—me dice, entonces la mira a ella—. Clarie, ella es Cassie, la mejor amiga de la que te hablé.
Por un momento parece seca, y enseguida me pongo alerta, pero entonces me sonríe con amabilidad y tomándome por sorpresa, me rodea con sus brazos dejándome estática. Le devuelvo el abrazo, y con una sonrisa hacia Jack le levanto mi dedo pulgar.
Mientras presenta a los demás, la competición empieza, y miro atenta cómo todos los participantes van saltando, apuntando mentalmente todas las puntuaciones una a una. Sé que él lo va a conseguir, sólo debe quedar entre los diez mejores, y él a pesar del poco tiempo que lleva en el equipo está perfectamente cualificado para ello. Es cómo si hubiera nacido para este deporte.
—Ese es tu chico—una voz femenina pregunta a mi lado. Miro a Claire que señala a Justin, el cual se está secando las manos con una pequeña toalla y la tira. Asiento, mirándolo fijamente. Entonces me mira con una sonrisa, me señala y me tira un beso antes de cerrar los ojos y dar una profunda respiración—. Es muy guapo—me da un codazo, pero no siento celos. Al contrario, sé que no lo dice con otra intención por su tono de voz.
Aparte de que tiene razón. Es muy guapo, y es todo mío. Volver con el no era algo que figurara en mis planes, pero ahí es donde se encuentra la felicidad, en las cosas que no planeas, en las que no ves venir. Justin me ha enseñado. Me ha enseñado que el amor es más que ir cogidos de la mano, más que besarnos en público, más que escribirnos cualquier cursilerías, más que llamarnos por teléfono todas la noches... Me ha enseñado que el amor vale la pena. Que él vale la pena.
Y ahora sé que no quiero perderle. Y lo digo en serio. No quiero hablar con nadie más por las noches, ni durante el día. No quiero a otra persona que no sea él para contarle mis problemas y mis alegrías. No quiero que nadie más me diga cosas bonitas ni que me provoque mariposas con tan solo mirarme. No quiero que nadie más me haga tener celos o perder la paciencia. Ni que me abrace fuerte un día cualquiera. No quiero que nadie más me bese. Ni que me agarre la mano bien fuerte cuando estoy llena de miedo.
No quiero a nadie más que no sea él.
Recuerdo cuando leí toda y cada una de las notas que él escribió pensando en mi, y cuando le conté que ya había leído unas pocas de ellas, las cuales tenía siempre guardadas en mi monedero. Recuerdo como se enfadó y como a las 3 horas de haberse marchado de mi casa y no responder mis mensajes ni llamadas, se presentó en la puerta de mi casa, con una cara triste y diciéndome que no podía aguantar un minuto más sin verme. Recuerdo como esa noche hicimos el amor en mi habitación, sabiendo que mi madre no estaba en casa, y como después de haberlo hecho el se quedó a mi lado, abrazado a mi. Durmiendo a mi lado.
Desierto de mi ensoñación cuando todos mis amigos se levantan de golpe, aplaudiendo y miro la puntuación de mi chico, que esta apuntada en la pantalla. Tercero. Está dentro del mundial. Me tapo la boca con las manos y veo como se aparta corriendo de su equipo, viniendo hacia las gradas. Bajo a saltos las escaleras que me llevan a la baranda y me agacho justo cuando el llega. Nos miramos a los ojos, no mediamos palabra, sus manos agarran mis mejillas.
—Lo lograste—le digo en voz baja.
—A partir de hoy, eres mi amuleto de la suerte, pequeña. Hoy volveremos a casa, juntos para celebrar un sueño que hemos logrado juntos.
A mí me gusta mirarlo y saber que detrás de sus pupilas existo también, que cuando me aparta la vista, o aprieta los ojos, es porque quiere hacer eterno el momento, es porque desea que siga con él. Si lo vieras bien, tiene tanta magia que parece un atardecer, de esos naranja, rosados, de esos que te hacen entender que los finales no son tan malos como dicen por ahí, que también ocurren milagros, que también uno suspira con ellos. Así es él, un final, un comienzo, una eternidad contenida en su cuerpo, mil universos en esa espalda y poesías -como minas esperando ser detonadas -en su piel.
Así es, con cordilleras que le adornan los brazos. Una vez descubrí que las yemas de sus dedos tenían arco-iris, lluvia, rocío.... que movían mis mares, que me provocaban aguaceros, que humedecían mis esquinas. A mí me encanta verlo dormir, en quietud. Ese momento que parece que abraza lo infinito, que está disfrutando de otro mundo, que me abraza allá también, que me tiene ahí donde todo es posible. A mí me gusta pensarlo alto, que lo escuchen sus dudas, o las pesadillas que le llegan. En ocasiones, cuando está a punto de rendirse, me gusta que mis manos le digan cosas, que le refresquen la memoria, que me note, que sepa que la esperanza son las manos juntas.
Así es él, olvidadizo, intenso, con sus ruinas y valles, con paraísos y volcanes. Lo amo desde el cabello hasta el dedo meñique. Tal como llegó a mí.... y tal como está ahora. Me gusta cuando nos convertimos en uno, cuando me susurra que es mío sin temor a perderse en mis manos, sin miedo a dejarme tocarlo con poesías y suspiros. Me gusta que me abrace y me llame vida, cielo o melodía. Si lo vieras, se convierte en un silencio cuando le cuento al oído las coincidencias que se han vuelto camino. A mí me gusta acariciarlo cuando tengo las manos vacías, cuando el miedo se asoma en la ventana y necesito esperanza. Así es él, tierra firme, la cima de la montaña, el hoy que se estrena con cada paso, el amor bebo de tus labios como si fuese la vida misma.
Después de varios minutos unidos en un profundo beso, siento un par de palomitas caer en mi nuca. Me giro, a regañadientes por tener que separarme de mi novio para girarme y mirar a Tayson con el ceño fruncido.
—El entrenador te necesita, pequeño idiota.—señala él al entrenador de Justin que nos mira con una sonrisa en la cara—. Debes subir a podium.
Miro a Justin.
—Ve ahí, el chico recién entrado al equipo debe recibir su merecida medalla—le digo con una sonrisa orgullosa.
Me mira fijamente a los ojos, tal como a mi me gusta. Doy gracias a que estoy agachada porque aún siento como me tiemblan las piernas como si fueran gelatina por culpa de su mirada. Con un último beso, se aleja de mi para subirse al pódium.
Lo miro, aplaudiendo cuando dicen su nombre y, como si hubiera quedado primero, todos gritamos felices.
Hay muchas historias no escritas o a medio escribir... Historias que no sabemos en que terminarán...
Todas te quedan en la piel y en el corazón... Y esta fue la mía.
Fin
ESTÁS LEYENDO
Badass
FanfictionElla necesitaba un abrazo a ojos cerrados. De esos en los que uno se aferra al otro, y a la vida. De esos que convertían sus brazos en hogar, fuego y azúcar. ¿Dejaría ella que fuera el causante de tanto dolor el dueño de esos brazos? La memoria es s...