Sabado 21 de mayo (Parte 4/6)

844 33 2
                                    

Cruza tras de mí el vestíbulo,me sigue por el pasillo y entramos en el salón. —¿Me das la chaqueta?—le pregunto. Camila niega con la cabeza y aferra las solapas de su chaqueta para dejar claro que quiere dejársela puesta. De acuerdo.
—¿Quieres tomar una copa? Cambio de táctica y decido que yo sí necesito beber algo para calmarme. ¿Porqué estoy tan nerviosa?  —Yo tomaré una copa de vino blanco.¿Quieres tú otra? —Sí,gracias—responde.

En la cocina, me quito la chaqueta y abro la nevera para vino. Un sauvignon blanc servirá para romper el hielo.Elijo un socorrido Pouilly Fumé y observo a Camila,que contempla la vista através de las puertas de la terraza.Cuando da media vuelta y regresa a la cocina le pregunto si le parece bien el vino que he elegido.
—No tengo ni idea de vinos, ____. Estoy segura de que será perfecto. Habla en tono cohibido. Mierda.Esto no está saliendo bien.¿Se siente abrumada?¿Es eso? Sirvo dos copas y me dirijo al centro del salón,donde ella aguarda de pie con el aspecto de un corderito.La mujer arrebatadora ha desaparecido. Parece perdida. Como yo… —Toma.—Le tiendo la copa,y ella bebe de inmediato y cierra los ojos en un claro gesto de que le ha gustado el vino.  —Estás muy callada y ni siquiera te has puesto roja.La verdad es que creo que nunca te había visto tan pálida,Camila.¿Tienes hambre?
Ella niega con la cabeza y da otro sorbo.Tal vez también necesite beber un poco para reunir el valor necesario. —Qué casa tan grande—dice con voz tímida.
—¿Grande?
—Grande.
—Es grande.
No puedo negarlo:tiene más de novecientos metros cuadrados. Doy otro sorbo de vino.
—¿Sabes tocar?—Mira el piano.
—Sí.
—¿Bien?
—Sí.
—Claro,cómo no.¿Hay algo que no hagas bien?
—Sí…un par o tres de cosas. — Cocinar. Contar chistes. Tener una conversación espontánea y desenfadada contigo .
Dejar que me toquen…
—¿Quieres sentarte? Señalo el sofá.Camila enseguida asiente con la cabeza.La cojo de la mano, la llevo hasta allí y ella se sienta y me dirige una mirada traviesa.
—¿Qué te parece tan divertido?—pregunto a la vez que tomo asiento a su lado.
—¿Porqué me regalaste precisamente Tess,la de los d’Urberville?  —Bueno,me dijiste que te gustaba Thomas Hardy.
—¿Solo por eso?
—Me pareció apropiado.Yo podría empujarte a algún ideal imposible, como Angel Clare,o corromperte del todo,como Alec d’Urberville.—Mi respuesta es lo bastante sincera y además encierra cierta ironía.Sospecho que lo que voy a proponerle está muy lejos de sus expectativas.
—Si solo hay dos posibilidades,elijo la corrupción—susurra. Mierda.¿No es eso lo que quiero?
—Camila,deja de morderte el labio,por favor.Me desconcentras.No sabes lo que dices.
—Por eso estoy aquí —responde ella, y los dientes le dejan unas pequeñas marcas en el labio inferior,húmedo por el vino.
Ahí está:una vez más me desarma,me sorprende cada dos por tres.
Parece que nos vamos acercando al punto del asunto,pero antes de que entremos en detalles necesito que firme el acuerdo de confidencialidad. Me excuso y entro en mi estudio. El contrato y el acuerdo de confidencialidad están en la impresora.Dejo el contrato sobre el escritorio —no sé si llegaremos tan lejos— y grapo las hojas del acuerdo de confidencialidad antes de llevárselo.
—Esto es un acuerdo de confidencialidad.—Lo dejo en la mesita de café,frente a ella,que parece confusa y sorprendida—.Mi abogada ha insistido—añado—.Si eliges la segunda opción,la corrupción,tendrás que firmarlo.
—¿Y sino quiero firmar nada? —Entonces te quedas con los ideales de Angel Clare,bueno,al menos en la mayor parte del libro.

Y yo no podré tocarte.Le diré a Stephan que te lleve a casa  y haré lo imposible para olvidarme de ti.Mi angustia crece rápidamente;puede que todo esto se vaya a la mierda.
—¿Qué implica este acuerdo?
—Implica que no puedes contar nada de lo que suceda entre nosotras. Nada a nadie.
Ella escruta mi rostro y no sé si se siente confusa o contrariada. Podría pasar cualquier cosa.
—De acuerdo,lo firmaré—decide. Vaya,qué fácil ha sido.Le tiendo mi Mont Blancy ella se dispone a firmar. —¿Ni siquiera vas a leerlo?—pregunto,molesta de pronto. —No.
—Camila,siempre deberías leer todo lo que firmas.
¿Cómo puede ser tan ingenua?
—_____, lo que no entiendes es que en ningún caso hablaría de
nosotras con nadie.Ni siquiera con Dinah.Así que lo mismo da si firmo un acuerdo o no.Si es tan importante para ti o para tu abogada…con la que es obvio que hablas de mí,de acuerdo.Lo firmaré.
Tiene respuesta para todo.Eso resulta estimulante.
—Buena puntualización,señorita Cabello—observo en tono lacónico.
Ella me dirige una breve mirada reprobatoria y luego firma.
Y, antes de que pueda empezar asoltarle mi discurso, me hace una pregunta.
—¿Quiere decir esto que vas a hacerme el amor esta noche,_____?
¿Cómo? ¿Yo? ¿Hacer el amor? Ay,____,desengáñala cuanto antes. —No,Camila,no quiere decir eso.En primer lugar,yo no hago el amor.Yo follo…duro. —En segundo lugar,tenemos mucho más papeleo que arreglar.Y en tercer lugar,todavía no sabes de lo que se trata.Todavía podrías salir corriendo.Ven,quiero mostrarte mi cuarto de juegos.
Está perpleja,su entrecejo forma una pequeña V.
—¿Quieres jugar con la Xbox? Me río a carcajadas. Ay,nena.
—No,Camila,ni a la Xbox ni a la Play Station.Ven. Me levanto y le tiendo la mano,y ella la acepta de buen grado.La guío hasta el pasillo y subimos a la planta de arriba,donde nos detenemos ante la puerta de mi cuarto de juegos.El corazón me aporrea el pecho.
Se acabó.Ahora o nunca.¿Alguna vez he estado tan nerviosa?Me doy cuenta de que mis deseos dependen de que abra esta puerta,así que hago girar la llave en la cerradura y,en ese momento,siento la necesidad de tranquilizarla.
—Puedes marcharte en cualquier momento. El helicóptero está listo para llevarte donde quieras. Puedes pasar la noche aquí y marcharte mañana por la mañana.Lo que decidas me parecerá bien.
—Abre la maldita puerta de una vez,____—dice cruzándose de brazos con expresión testaruda.
Es el momento decisivo. No quiero que se marche corriendo, pero jamás había tenido esta sensación de estar poniéndome en evidencia.Y me doy cuenta de que se debe a que Camila no sabe nada de esta forma de vida. Abro la puerta y entro tras ella en el cuarto de juegos. Camila permanece en mitad de la habitación, observando toda la parafernalia que forma una parte tan importante de mi vida:los látigos,las varas,la cama,el banco…Guarda silencio mientras lo va asimilando,y lo único que oigo es el latido ensordecedor de mi corazón cuando el torrente sanguíneo pasa junto a mis tímpanos.  Ella se vuelve y me mira con ojos penetrantes mientras espero a que diga algo, pero prolonga mi agonía y se adentra en la habitación, obligándome a seguirla.
Desliza los dedos por un látigo de ante,uno de mis favoritos.Le digo qué nombre recibe, pero ella no responde. Se acerca a la cama y la explora con las manos,rozando por uno de los postes de madera tallada. —Di algo.
Su silencio es insoportable.Necesito saber si va a salir corriendo.
—¿Se lo haces a gente o te lo hacen a ti? —¿A gente?—Me entran ganas de soltar un bufido—.Se lo hago a mujeres que quieren que se lo haga.
Arruga la frente.
—Si tienes voluntarias dispuestas a aceptarlo,¿porqué estoy aquí? —Porque quiero hacerlo contigo,lo deseo.  —Oh—exclama,y se dirige  al banco. Mi mirada recae en sus dedos intrigados,que se deslizan por el cuero. Lo acaricia llena de curiosidad,lentamente,con movimientos sensuales. 
—¿Eres una sádica?
Su pregunta me sobre salta. 
—Soy como un amo pero en version mujer—me apresuro a responder con la esperanza de avanzar en la conversación.
—¿Qué significa eso?—me pregunta,impactada;al menos,lo parece.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
—¿Porqué iba a hacer algo así?
—Por complacerme—murmuro.—Digamos, en términos muy simples,que quiero que quieras complacerme.
—¿Cómo tengo que hacerlo?—dice con un suspiro.
—Tengo normas, y quiero que las acates. Son normas que a ti te benefician y a mí me proporcionan placer.Si cumples esas normas para complacerme,te recompensaré.Si no,te castigaré para que aprendas.
—¿Y en qué momento entra en juego todo esto? —Señala con las manos todo lo que nos rodea.
—Es parte del paquete de incentivos.Tanto de la recompensa como del castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí. 
—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me permitas
ejercer mi voluntad sobre ti.—Obtendré un gran placer, incluso una gran alegría, si te sometes. Cuanto más te sometas,mayor será mi alegría.La ecuación es muy sencilla.
—De acuerdo,¿y qué saco yo de todo esto?
—A mí.—Me encojo de hombros.
Ella abre un poco los ojos mientras me observa fijamente,sin decir nada.Es exasperante.
—Camila,no hay manera de saber lo que piensas.Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor.Me desconcentro mucho contigo aquí.
Le tiendo la mano y por primera vez ella desliza la mirada de mi mano a mi cara,dudando. Mierda. La he asustado. —No voy a hacerte daño,Camila. Con cautela,me da la mano.Estoy eufórica;no ha salido corriendo. Más tranquila,decido enseñarle su dormitorio de sumisa. —Quiero mostrarte algo,por si aceptas.—La guío por el pasillo—. Esta será tu habitación.Puedes decorarla a tu gusto y tener aquí lo que quieras.
—¿Mi habitación?¿Esperas que me venga a vivir aquí?—exclama sin dar crédito. Vale,talvez debería haber dejado esto para más tarde.
—A vivir no —preciso para tranquilizarla—. Solo, digamos, del viernes por la noche al domingo. Tenemos que hablar del tema y negociarlo.Si aceptas.
—¿Dormiré aquí?
—Sí.
—No contigo.
—No.Ya te lo dije.Yo no duermo con nadie.Solo contigo cuando te has emborrachado hasta perder el sentido. —¿Dónde duermes tú?
—Mi habitación está abajo.Vamos,debes de tener hambre. —Es raro,pero creo que se me ha quitado el hambre—confiesa con esa expresión terca tan suya. —Tienes que comer,Camila.
—Soy totalmente consciente de que estoy llevándote por un camino oscuro,Camila,y por eso es fundamental que te lo pienses bien. Me sigue a la planta de abajo y de nuevo estamos en el salón.
—Seguro que tienes cosas que preguntarme.Has firmado el acuerdo de confidencialidad, así que puedes preguntarme lo que quieras y te contestaré.
Una vez en la cocina,abro la nevera y saco un gran plato con quesos y unos racimos de uva.Gail no esperaba que tuviera compañía,y no hay suficiente…Me pregunto si debería pedir comida preparada.¿O mejor cenamos fuera? Como en una cita.  No quiero darle falsas esperanzas. Las citas no van conmigo. Solo con ella…
La idea me exaspera. En la cesta del pan hay una baguette del día. Tendrá que conformarse con pan y queso. Además, dice que no tiene hambre. —Siéntate. Señalo uno de los taburetes y Camila se sienta y me dirige una mirada neutra.
—Has hablado de papeleo.
—Sí.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, aparte del acuerdo de confidencialidad, hay un contrato que especifique lo que haremos y lo que no haremos.Tengo que saber cuáles son tus límites,y tú tienes que saber cuáles son los míos.Se trata de un consenso. —¿Y si no quiero?
—Perfecto—miento.
—Pero¿no tendremos la más mínima relación?
—No.
—¿Porqué?
—Es el único tipo de relación que me interesa.
—¿Porqué?
—Soy así.
—¿Y cómo llegaste a ser así?
—¿Porqué cada uno es como es?Es muy difícil saberlo.¿Porqué a unos les gusta el queso y otros lo odian?¿Te gusta el queso?La señora Jones,mi ama de llaves,ha dejado queso para la cena.  —¿Qué normas tengo que cumplir? —Las tengo por escrito.Las veremos después de cenar.
—De verdad que no tengo hambre—susurra.
—Vas a comer.
—¿Quieres otra copa de vino?—pregunto en señal de paz. —Sí,por favor. Le sirvo vino en la copa y me acomodo a su lado.
—Te sentará bien comer,Camila.
Coge unas cuantas uvas. 
—¿Hace mucho que estás metida en esto?—me pregunta.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar a mujeres que lo acepten? 
—Te sorprenderías—digo en un tono frío.
—Entonces¿porqué yo?De verdad que no lo entiendo. 
—Camila,ya te lo he dicho.Tienes algo.No puedo apartarme de ti. Soy como una polilla atraída por la luz. Te deseo con locura, especialmente ahora,cuando vuelves a morderte el labio.
—Creo que le has dado la vuelta a ese cliché—dice en voz baja,y esa revelación me resulta inquietante. —¡Come!—le ordeno para cambiar de tema.
—No.Todavía no he firmado nada,así que creo que haré lo que yo decida un rato más,si no te parece mal.
Oh…otra vez esa lengua viperina. —Como quiera,señorita Cabello. Disimulo una sonrisita.

—¿Cuántas mujeres? —pregunta de repente, y se lleva una uva a la boca.
—Quince.
Me veo obligada a apartar la mirada. —¿Durante largos períodos de tiempo? —Algunas sí.
—¿Alguna vez has hecho daño a alguna?
—Sí.
—¿Grave?
—No.
Dawn se recuperó,aunque la experiencia la dejó algo afectada.Y,para ser sincera,a mí también.
—¿Me harás daño a mí?
—¿Qué quieres decir?
—Si vas a hacerme daño físicamente.  —Te castigaré cuando sea necesario,y será doloroso. Por ejemplo,cuando te emborraches y pongas en riesgo tu salud.
—¿Alguna vez te han pegado?—me pregunta.
—Sí.
Muchas,muchas veces.Elena era diabólicamente hábil con la vara.Es la única forma de contacto físico que tolero.
Ella abre mucho los ojos y deja en el plato las uvas que no se ha comido para dar otro sorbo de vino.Talvez debería armarme de valor y enseñarle las reglas. —Vamos a hablar a mi estudio.Quiero mostrarte algo. Ella me sigue y se sienta en la silla de cuero que hay frente a mi escritorio,mientras yo me apoyo en él con los brazos cruzados.
Aquí está lo que quiere saber.Es una suerte que sienta curiosidad;aún no ha salido corriendo. Cojo una de las páginas del contrato que hay encima de mi escritorio y se la entrego.

WRONG (Camila Cabello Y Tu) G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora