Domingo 22 de mayo (Parte 7/7)

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Hacemos el viaje de Olympia a Vancouver en silencio, cada una sumida en sus pensamientos. Cuando aparca frente a la puerta de casa, son las cinco de la tarde. Las luces están encendidas, así que Dinah está dentro, sin duda empaquetando, a menos que Elliot todavía no se haya marchado. ____ apaga el motor, y entonces caigo en la cuenta de que tengo que separarme de ella.
—¿Quieres entrar? —le pregunto.
No quiero que se marche. Quiero seguir más tiempo con ella.
—No. Tengo trabajo —me dice mirándome con expresión insondable.
Me miro las manos y entrelazo los dedos. De pronto me pongo en plan sensiblero. Se va a marchar. Me coge de la mano, se la lleva lentamente a la boca y me la besa con ternura, un gesto dulce y pasado de moda. Me da un vuelco el corazón.
—Gracias por este fin de semana, Camila. Ha sido… estupendo. ¿Nos vemos el miércoles? Pasaré a buscarte por el trabajo o por donde me digas.
—Nos vemos el miércoles —susurro.
Vuelve a besarme la mano y me la deja en el regazo. Sale del coche, se acerca a mi puerta y me la abre. ¿Por qué de pronto me siento huérfana? Se me hace un nudo en la garganta. No quiero que me vea así. Sonrío forzadamente, salgo del coche y me dirijo a la puerta sabiendo que tengo que enfrentarme a Dinah, que temo enfrentarme a Dinah. A medio camino me giro y la miro. Alegra esa cara, Cabello, me riño a mí misma.
—Ah… por cierto, me he puesto unos calzoncillos tuyos.
Le sonrío y tiro de la goma de los calzoncillos para que los vea. ____ abre la boca, sorprendida. Una reacción genial. Mi humor cambia de inmediato y entro en casa pavoneándome. Una parte de mí quiere levantar el puño y dar un salto. ¡SÍ! La diosa que llevo dentro está encantada.
Dinah está en el comedor metiendo sus libros en cajas.
—¿Ya estás aquí? ¿Dónde está ____? ¿Cómo estás? —me pregunta en tono febril, nervioso.
Viene hacia mí, me coge por los hombros y examina minuciosamente mi cara antes incluso de que la haya saludado.
Mierda… Tengo que lidiar con la insistencia y la tenacidad de Dinah, y llevo en el bolso un documento legal firmado que dice que no puedo hablar. No es una saludable combinación.
—Bueno, ¿cómo ha ido? No he dejado de pensar en ti todo el rato… después de que Elliot se marchara, claro —me dice sonriendo con picardía.
No puedo evitar sonreír por su preocupación y su acuciante curiosidad, pero de pronto me da vergüenza y me ruborizo. Lo que ha sucedido ha sido muy íntimo. Ver y saber lo que ____ esconde. Pero tengo que darle algunos detalles, porque si no, no va a dejarme en paz.
—Ha ido bien, Dinah. Muy bien, creo —le digo en tono tranquilo, intentando ocultar mi sonrisa.
—¿Estás segura?
—No tengo nada con lo que compararlo, ¿verdad? —le digo encogiéndome de hombros a modo de disculpa.
—¿Te has corrido?
Maldita sea, qué directa es. Me pongo roja. —Sí —murmuro nerviosa.
Dinah me empuja hasta el sofá y nos sentamos. Me coge de las manos.
—Muy bien. —Me mira como si no se lo creyera—. Ha sido tu primera vez. Uau… ____ debe de saber lo que se hace.
Oh, Dinah, si tú supieras…
—Mi primera vez fue terrorífica —sigue diciendo, poniendo cara triste de máscara de comedia.
—¿Sí?
Me interesa. Nunca me lo había contado.
—Sí. Steve Patrone. En el instituto. Un atleta gilipollas. —Encoge los hombros—. Fue muy brusco, y yo no estaba preparada. Estábamos los dos borrachos. Ya sabes… el típico desastre adolescente después de la fiesta de fin de curso. Uf, tardé meses en decidirme a volver a intentarlo. Y no con ese inútil. Yo era demasiado joven. Has hecho bien en esperar.
—Dinah, eso suena espantoso.
Parece melancólica.
—Sí, tardé casi un año en tener mi primer orgasmo con penetración, y llegas tú… y a la primera.
Asiento con timidez. La diosa que llevo dentro está sentada en la postura del loto y parece serena, aunque tiene una astuta sonrisa autocomplaciente en la cara.
—Me alegro de que hayas perdido la virginidad con alguien que sabe lo que se hace. —Me guiña un ojo—. ¿Y cuándo vuelves a verla?
—El miércoles. Iremos a cenar.
—Así que todavía te gusta…
—Sí, pero no sé qué va a pasar.
—¿Por qué?
—Es complicado, Dinah. Ya sabes… Su mundo es totalmente diferente del mío.
Buena excusa. Y creíble. Mucho mejor que «tiene un cuarto rojo del dolor y quiere convertirme en su esclava sexual».
—Vamos, por favor, no permitas que el dinero sea un problema, Camila. Elliot me ha dicho que es muy raro que ____ salga con una chica.
—¿Eso te ha dicho? —le pregunto en tono demasiado agudo.
¡Se te ve el plumero, Cabello! Mi subconsciente me mira moviendo su largo dedo y luego se transforma en la balanza de la justicia para recordarme que ____ podría demandarme si hablo demasiado. Ja… ¿Qué va a hacer? ¿Quedarse con todo mi dinero? Tengo que acordarme de buscar en Google «penas por incumplir un acuerdo de confidencialidad» cuando haga mi «investigación». Es como si me hubieran puesto deberes. Quizá hasta me saco un título. Me ruborizo recordando mi sobresaliente por el experimento en la bañera de esta mañana.
—Camila, ¿qué pasa?
—Estaba recordando algo que me ha dicho ____.
—Pareces distinta —me dice Dinah con cariño.
—Me siento distinta. Dolorida —le confieso. —¿Dolorida?
—Un poco. Me ruborizo.
—Yo también… —dice con una mueca de disgusto—
Nos reímos las dos.
—¿Tú también estás dolorida? —le pregunto sorprendida.
—Sí… de tanto darle. Y me echo a reír. —Cuéntame cosas de Elliot —le pido cuando paro por fin.
Siento que me relajo por primera vez desde que estaba haciendo cola en el lavabo del bar… antes de la llamada de teléfono con la que empezó todo esto… cuando admiraba a ____ desde la distancia. Días felices y sin complicaciones.
Dinah se ruboriza. Oh, Dios mío… Dinah Jane Hansen se convierte en Karla Camila Cabello. Me lanza una mirada ingenua. Nunca antes la había visto reaccionar así por un hombre. Abro tanto la boca que la mandíbula me llega al suelo. ¿Dónde está Dinah? ¿Qué habéis hecho con ella?
—Mila —me dice entusiasmada—, es tan… tan… Lo tiene todo. Y cuando… oh… es fantástico.
Está tan alterada que apenas puede hilvanar una frase.
—Creo que lo que intentas decirme es que te gusta.
Asiente y se ríe como una loca.
—He quedado con él el sábado. Nos ayudará con la mundanza.
Junta las manos, se levanta del sofá y se dirige a la ventana haciendo piruetas. La mudanza. Mierda, lo había olvidado, y eso que hay cajas por todas partes.
—Muy amable por su parte —le digo.
Así lo conoceré. Quizá pueda darme más pistas sobre su extraña e inquietante hermana.
—Bueno, ¿qué hicisteis anoche? —le pregunto.
Ladea la cabeza hacia mí y alza las cejas en un gesto que viene a decir: «¿Tú qué crees, idiota?».
—Más o menos lo mismo que vosotros, pero nosotros cenamos antes —me dice riéndose—. ¿De verdad estás bien? Pareces un poco agobiada.
—Estoy agobiada.
____ es muy intensa.
—Sí, ya me hice una idea. Pero ¿se ha portado bien contigo?
—Sí —la tranquilizo—. Me muero de hambre. ¿Quieres que prepare algo? Asiente y mete un par de libros en una caja.
—¿Qué quieres hacer con los libros de catorce mil dólares? —me pregunta.
—Se los voy a devolver.
—¿De verdad?
—Es un regalo exagerado. No puedo aceptarlo, y menos ahora. Sonrío, y Dinah asiente con la cabeza.
—Lo entiendo. Han llegado un par de cartas para ti, y Shawn no ha dejado de llamar. Parecía desesperado.
—Lo llamaré —murmuro evasiva.
Si le cuento a Dinah lo de Shawn, se lo merienda. Cojo las cartas de la mesa y las abro.
—Vaya, ¡tengo entrevistas! Dentro de dos semanas, en Seattle, para hacer las prácticas.
—¿Con qué editorial?
—Con las dos.
—Te dije que tu expediente académico te abriría puertas, Mila.
Dinah ya tiene su puesto para hacer las prácticas en The Seattle Times, por
supuesto. Su padre conoce a alguien que conoce a alguien.
—¿Qué le parece a Elliot que te vayas de vacaciones? —le pregunto.
Dinah se dirige hacia la cocina, y por primera vez desde que he llegado parece desconsolada.
—Lo entiende. Una parte de mí no quiere marcharse, pero es tentador tumbarse al sol un par de semanas. Además, mi madre no deja de insistir, porque cree que serán nuestras últimas vacaciones en familia antes de que Ethan y yo empecemos a trabajar en serio.
Nunca he salido del Estados Unidos continental. Dinah se va dos semanas a Barbados con sus padres y su hermano, Ethan. Pasaré dos semanas sola, sin Dinah, en la nueva casa. Será raro. Ethan ha estado viajando por el mundo desde el año pasado, después de graduarse. Por un momento me pregunto si lo veré antes de que se vayan de vacaciones. Es un tipo majísimo. El teléfono me saca de mi ensoñación.
—Será Shawn.
Suspiro. Sé que tengo que hablar con él. Levanto el teléfono.
—Hola.
—¡Mila, has vuelto! —exclama Shawn aliviado.
—Obviamente —le contesto con cierto sarcasmo. Pongo los ojos en blanco.
—¿Puedo verte? Siento mucho lo del viernes. Estaba borracho… y tú… bueno. Mila, perdóname, por favor.
—Claro que te perdono, Shawn. Pero que no se repita. Sabes cuáles son mis sentimientos por ti.
Suspira profundamente, con tristeza.
—Lo sé, Mila. Pero pensé que si te besaba, quizá tus sentimientos cambiarían.
—Shawn, te quiero mucho, eres muy importante para mí. Eres como el hermano que nunca he tenido. Y eso no va a cambiar. Lo sabes.
Siento hacerle daño, pero es la verdad.
—Entonces, ¿sales con ella? —me pregunta con desdén.
—Shawn, no salgo con nadie.
—Pero has pasado la noche con ella.
—¡No es asunto tuyo!
—¿Es por el dinero?
—¡Shawn! ¿Cómo te atreves? —le grito, atónita por su atrevimiento.
—Camila —dice con voz quejumbrosa, en tono de disculpa.
Ahora mismo no estoy para aguantar sus mezquinos celos. Sé que está dolido, pero ya tengo bastante con lidiar con ____ Grey.
—Quizá podríamos tomar un café mañana. Te llamaré —le digo en tono conciliador.
Es mi amigo y le tengo mucho cariño, pero en estos momentos no estoy para aguantar estas cosas.
—Vale, mañana. ¿Me llamas tú? Su voz esperanzada me conmueve.
—Sí… Buenas noches, Shawn.
Cuelgo sin esperar su respuesta.
—¿De qué va todo esto? —me pregunta Dinah con las manos en las caderas. Decido que lo mejor es decirle la verdad. Parece más obstinada que nunca.
—El viernes intentó besarme.
—¿Shawn? ¿Y ____ Grey? Camz, tus feromonas deben de estar haciendo horas extras. ¿En qué estaba pensando ese imbécil?
Mueve la cabeza enfadada y sigue empaquetando.
Tres cuartos de hora después hacemos una pausa para degustar la especialidad de la casa, mi lasaña. Dinah abre una botella de vino y nos sentamos a comer entre las cajas, bebiendo vino tinto barato y viendo programas de televisión basura. La normalidad. Es bien recibida y tranquilizadora después de las últimas cuarenta y ocho horas de… locura. Es mi primera comida en dos días sin preocupaciones, sin que me insistan y en paz. ¿Qué problema tiene ____ con la comida? Dinah recoge los platos mientras yo acabo de empaquetar lo que queda en el salón. Solo hemos dejado el sofá, la tele y la mesa. ¿Qué más podríamos necesitar? Solo falta por empaquetar el contenido de nuestras habitaciones y la cocina, y tenemos toda la semana por delante.
Vuelve a sonar el teléfono. Es Elliot. Dinah me guiña un ojo y se mete en su habitación dando saltitos como una quinceañera. Sé que debería estar escribiendo su discurso por haber sido la mejor alumna de la promoción, pero parece que sexualesde las últimas horas y el total y absoluto dilema al que me enfrento me han dejado agotada. Me siento en la cama, saco con cautela del bolso el sobre de papel manila y le doy vueltas entre las manos. ¿Estoy segura de que quiero saber hasta dónde llega la depravación de ____? Resulta tan intimidante… Respiro hondo y rasgo el sobre con el corazón en un puño.es más importante. ¿Qué pasa con los Grey? ¿Qué los hace tan absorbentes, tan devoradores y tan irresistibles? Doy otro trago de vino.
Hago zapping en busca de algún programa, pero en el fondo sé que estoy demorándome a propósito. El contrato echa humo dentro de mi bolso. ¿Tendré las fuerzas y lo que hay que tener para leerlo esta noche?
Apoyo la cabeza en las manos. Tanto Shawn como ____ quieren algo de mí. Con Shawn es fácil, pero ____… Manejar y entender a ____ es otra cosa. Una parte de mí quiere salir corriendo y esconderse. ¿Qué voy a hacer? Pienso en sus ardientes ojos, en su intensa y provocativa mirada, y me pongo tensa. Sofoco un grito. Ni siquiera está aquí y ya estoy a cien. No puede ser solo sexo, ¿verdad? Pienso en sus bromas amables de esta mañana, en el desayuno, en su alegría al verme encantada con el viaje en helicóptero, en cómo tocaba el piano, esa música tan triste, dulce y conmovedora…
Es una mujer muy complicada. Y ahora he empezado a entender por qué. Una chica privada de adolescencia, de la que abusa sexualmente una malvada señora Robinson… No es extraño que parezca mayor de lo que es. Me entristece pensar en lo que debe de haber pasado. Soy demasiado ingenua para saber exactamente de qué se trata, pero la investigación arrojará algo de luz. Aunque ¿de verdad quiero saber? ¿Quiero explorar ese mundo del que no sé nada? Es un paso muy importante.
Si no la hubiera conocido, seguiría tan feliz, ajena a todo esto. Mi mente se traslada a la noche de ayer y a esta mañana… a la increíble y sensual sexualidad que he experimentado. ¿Quiero despedirme de ella? ¡No!, exclama mi subconsciente… La diosa que llevo dentro, sumida en un silencio zen, asiente para mostrar que está de acuerdo con ella.
Dinah vuelve al comedor sonriendo de oreja a oreja. Quizá esté enamorada. La miro boquiabierta. Nunca se ha comportado así.
—Camz, me voy a la cama. Estoy muy cansada.
—Yo también, Di. Me abraza.
—Me alegro de que hayas vuelto sana y salva. Hay algo raro en ____ —añade en voz baja, en tono de disculpa.
Sonrío para tranquilizarla, aunque pienso: ¿Cómo demonios lo sabe? Por eso será una buenísima periodista, por su infalible intuición.
Cojo el bolso y me voy a mi habitación con paso desganado. Los esfuerzos sexuales
de las últimas horas y el total y absoluto dilema al que me enfrento me han dejado agotada. Me siento en la cama, saco con cautela del bolso el sobre de papel manila y le doy vueltas entre las manos. ¿Estoy segura de que quiero saber hasta dónde llega la depravación de ____? Resulta tan intimidante… Respiro hondo y rasgo el sobre con el corazón en un puño.

WRONG (Camila Cabello Y Tu) G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora