No me laves el auto

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- ¿Quién es ella? - Le pregunté a mi hermano por vigésima vez, el enano desconsiderado no había querido responderme.

- Es de mi salón, no lo entiendo bien, pero un día llegó y me dijo que ahora era su novio- Collin estaba leyendo un libro que probablemente no tendría que abrir hasta dentro de otros cinco o seis años, un día se lo pedí prestado pero nuestra madre dijo que no iba a enteder ni una palabra de lo que decía.

Yo ya había leído algo así cuando tenía al menos dos años menos que mi hermano, pero parece que mamá lo había olvidado.

- ¿Puedo conocer a mi cuñada?- sabía que diría que no, pero no perdía nada con intentarlo.

- La conocerás, eventualmente. Sólo trata de no arruinarlo.

- Para alguien que fue prácticamente obligado a contraer noviazgo pareces muy serio respecto a eso.

- Al principio me molestó, pero un día nos escapamos de clase un momento e hicimos... Cosas. Es bonita y no es tonta, me gusta.

Se me cayó un plato que había estado a punto de poner en la repisa cuando escuché eso - ¿Qué clase de cosas hiciste?- pregunté con temor.

- Lo vi en la televisión, nos besamos. Sólo tenemos doce años, ¿qué creías que hacíamos? Mente de alcantarilla.

- Ahora si que quiero conocer a la casquivana que te sedujo, no pensé que te fueras a fijar en las chicas hasta dentro de otros seis años.

- Sólo estas celosa.

- Calla, mocoso precoz.