No me laves el auto

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- Como nuestros hermanos están saliendo, debemos establecer una tregua entre nosotros- le dije a Fran. Lo había citado para hablar en mi casa, Lynn y Collin estaban en el piso de arriba haciendo no sé qué cosa mientras nosotros nos encontrábamos en la sala principal.

- ¿Tregua? ¿Se supone que somos enemigos?- preguntó fingiendo sorpresa.

- Has ensuciado más veces mi auto de las que puedo contar, ¿sabes lo difícil que es lavarlo con un diminuto cepillo?

- Tengo la solución perfecta para eso- una sonrisa astuta se formó en el rostro de Fran.

- ¿Cuál?

Se recargó en el sillón donde estaba sentado, la luz del sol entraba por los espacios entre las cortinas y lo iluminaban, él y su cabello rubio.

- La próxima vez que te pida que hagas algo, no lo hagas- lo miré como si hubiera perdido la cabeza - No estoy loco, solo sé que necesitas relajarte. 

- No se supone que deba desobedecer a mi madre, es decir, es mi madre, no es correcto.

- No te estoy diciendo que te pongas grosera con ella, favores los puedes hacer. Pero ¿cosas como lavar un auto entero o el piso solo porque hay una pequeña mancha? No tiene sentido, a eso es a lo que debes decir que no. 

- Y entonces estaré castigada por toda una vida, lo siento, no.

Fran estuvo a punto de replicar pero Lynn bajó por las escaleras acompañada por Collin, dijo que estaba cansada y tenia tarea que hacer por lo que quería ir a casa.

- Tu ganas esta vez, Dawn. De una u otra forma haré de ti una despreocupada, como yo- estaba a punto de salir, pero se detuvo en el umbral de la puerta- Te llamaré.

Dicho esto, salió completamente de mi casa, su hermana se dispuso a hacer lo mismo, no sin antes darle un breve beso a mi Collin.

- ¡Nos vemos después, señora! Cuide de mi amorcito por mi- pidió antes de irse.

- Odio a esos hermanos- dije con la vista fija en la puerta por donde habían salido aquello dos.

- Solo estas celosa- habló mi hermano detrás de mi. Iba a decirle acerca de lo mucho que se equivocaba, cuando me di cuenta de que era verdad.