2.

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Al llegar a casa, me senté en la sala a terminar de inspeccionar lo qué había robado. 

—Veamos...vaya, ese idiota se llama Tadeo Sanders —reí—. Vaya nombre —continué hurgando—. ¡No puede ser! —sostuve entre mis manos él objeto qué me dejó impresionada —. ¡Una tarjeta American Express! Seguramente sin fondos —dije después de un rato.

—¿Una qué? —reconocí la voz al instante, era mi madre.

Ella apareció repentinamente en el umbral, odiaba qué hiciera eso, y últimamente ella hacia demasiadas preguntas, temía qué ella pudiese sospechar algo.

—Mamá —escondí la evidencia detrás de mi—. ¿Qué haces levantada tan tarde? —dije para salir del paso.

—Katelyn, son las 5 de la tarde ¿Donde estabas?

Vi la hora en el reloj de pared qué había en la sala, al parecer me había entretenido de más en la farmacia. ¿Qué clase de farmacéutica no se sabe los precios de los ansiolíticos? Aunque mi madre exageraba, otras veces había llegado mucho más tarde qué hoy. Otra buena razón para sospechar de sus preguntas.

—Oh, salí del trabajo y pasé a la farmacia a comprar tus medicinas, están en la mesa —señalé con la mano libre para después sonreír de oreja a oreja.

Mi madre seguía en su posición autoritaria recargada en él marco de la puerta, al parecer hoy estaba en sus 5 sentidos debido a qué sabía qué hora era. Lucía muy cansada, como sí no hubiese podido dormir durante más de tres días, siempre llevaba grandes ojeras y andaba en pijama durante todo el día. Desde qué mi padre murió ella era así, dormía demasiado y había ocasiones en las qué no dormía nada, qué hoy estuviera despierta y se hubiese atrevido a salir de la cama ya era un gran avance del cual empecé a sospechar significaba una mejoría y esperaba lo fuera.
Después de un corto silencio entre nosotras, asintió.

—Está bien, voy a mi habitación, dormiré un poco, no me despiertes hasta mañana —dijo al atravesar la sala para subir las escaleras.

Creo qué hablé muy pronto y parecía demasiado bueno como para ser verdad, mis esperanzas en qué ella mejorara se habían desvanecido a lo largo de este año, pero nunca una ilusión mía había desaparecido tan pronto como hasta hace un momento.

—De acuerdo, descansa mamá @—hablé resignada.

Luego de qué ella se fue, a los pocos minutos sonó él timbre, corrí a abrir. Eran mis amigas.

—Celeste —exclamó Paula al verme.

—Rosa —respondí, ya qué ella tenía él cabello rosa—. ¿Como están chicas? Pasen.

Como todos los días, mis amigas y yo nos reuníamos a las 6 en punto en mi casa para hablar sobre como nos había ido en él negocio. Sí, las cuatro nos dedicábamos a lo mismo, éramos un gran equipo, no él mejor pero ay vamos. No acostumbrábamos a ir en grupo por qué así sería más fácil qué nos capturaran, y sí atrapaban a una era como sí atraparan a las cuatro.

—Y bien ¿Qué tal les fue? —pregunté una vez estuvieron en la sala.

—Antes de decirte ¿Está tú madre en casa? —preguntó Susan, ella tiene del pelo morado.

—Sí, pero está dormida, no nos escuchará, cuenten —caminé por toda la sala en señal de ansiedad.

—Solo reuní 100 dólares —dijo resignada.

—¿Y a quién le robaste? —preguntó Alison, ella tenía él cabello azul.

—A una señora, tenía como 40 años, estaba sentada en una banca del parque, me acerqué a su bolso qué estaba a un lado, y obvio no se dio cuenta por qué estaba hablando por teléfono.

Robar nunca fue tan Celestial Where stories live. Discover now