4.

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Para no estar en mis 5 sentidos, sino en -3, la casa en la qué el vivía era muy lujosa, y no solo lo decía por el reloj qué había en su sala. Seguía sin entender como fue qué acepté su ayuda.
Quizás el hecho de estar ebria me hacía más blanda y fácil de convencer de todo.
Se acercó a mi y me retiró la sangre de la nariz.

—No debiste ponerte a manotear —dijo al terminar.

—No debí dejar qué me llevaras cargando para empezar —resoplé.

—De nada —me miró antes de salir de la sala y me sonrió.

Me quedé sola en la habitación, con una cara qué estaba segura, era de confusión total.
De pronto mis ojos comenzaron a sentirse más pesados qué nunca.
Moría de sueño, y no creía poder mantenerme despierta por mucho tiempo más.
Y por mucho qué luché contra el sueño, me quedé dormida de un momento a otro.

[...]

Para cuando desperté, aún estaba oscuro, quizá pronto amanecería, miré el reloj de la sala y eran las 5:30 de la mañana, tenía razón, no tardaría en salir él sol, me dolía la cabeza como nunca antes y tenía qué marcharme de aquí.
Me puse de pie y opté por irme, y antes de abrir la puerta para marcharme, algo en la mesita de al lado llamó mi atención...una billetera y un teléfono celular.
Sí soy sincera, no recordaba quien me había traído aquí, y mucho menos donde estaba. Me aterraba pensar lo peor, más sin embargo comencé a hacer malas suposiciones.
Quizás el dueño de la casa me había hecho daño de alguna forma u otra, más no iba a quedarme para averiguarlo, lo qué sí recordaba era qué había asistido a esa fiesta con el único fin de robarle a alguien.
Y eso era exactamente lo qué haría ahora, tomé la billetera y el teléfono celular y salí de la casa haciendo el menor ruido posible.
Caminé por calles alternas para recordar un poco qué había pasado conmigo ayer, más no conseguía nada, posiblemente por qué sentía qué la cabeza me iba a explotar en cualquier segundo.
Tras mucho caminar tomé un taxi y me fui a mi casa.

Para cuando llegué, apenas comenzaba a salir el sol. Supuse qué al entrar a casa, mi madre estaría sentada en la sala, aferrada a su bata de dormir, con un cigarrillo en la mano y una taza de café en la otra, también supuse que me regañaría por mi gran tardanza.
Más sin embargo, al entrar y hechar un vistazo a la sala antes de subir las escaleras, ella no estaba ahí, me pareció extraño.
Continué mi camino hasta mi habitación y volví a suponer ella estaría dentro de mi habitación, y de nuevo, al entrar, no estaba.

Me preocupé por ella, ya qué antes siempre me reprendía por llegar tarde. A ella siempre le molestó qué alguien llegara tarde o fuese impuntual. Odiaba eso de papa, es por ello qué ella no quería que siguiese sus pasos.
Sí soy sincera, al llegar a casa, hasta extrañé el regaño de mi madre.

Me dejé caer en la cama boca abajo, abracé la almohada y cerré los ojos no sin antes bostezar.
Después abrí ligeramente un ojo y miré la hora. Eran las 6:42 de la mañana, de pronto caí en la cuenta de que era Lunes y de qué tenía clases en la universidad a las 7:00.
Me maldije internamente, y me sentí arrepentida de haber ido a esa fiesta.

Conclusión: Debo dejar de beber de esa manera, además de ya no volver a ir a una fiesta en Domingo.

Opté por no asistir el día de hoy, y me quedé pensando en lo qué habrá sido de mis amigas, hasta qué me dormí por el sonido del tic-tac que emitía él reloj.

Él sonido del timbre de la puerta me despertó, me levanté y fui a abrir.
Para mi sorpresa eran mis amigas, quién al verme pusieron una cara de sorprendidas.

—Kate ¿Donde habías estado metida? —dijo Paula preocupada

Resoplé

—Entren —asintieron—. Vamos a mi habitación.

Me siguieron escaleras arriba hasta llegar a mi habitación.

—Katelyn —dijo Susan al cerrar la puerta de mi habitación—. Dinos.

Me giré a mirarlas.

—Chicas —me senté en el borde de la cama con los codos apoyados en mis rodillas—. La verdad no lo sé.

—¿Como que no lo sabes? —exclamó Paula—. Kat, solo mirate, aún traes él mismo vestido de ayer.

—No logro recordar qué fue lo que pasó anoche —me llevé una mano a la nuca.

—Te hemos estado marcando al celular desde ayer, pensamos qué te había pasado algo —comentó Susan.

—Lo siento —bostecé y busqué mi bolso con la mirada por toda la cama, estaba debajo de la almohada—. Sí no contesté —tomé mi bolso y lo abrí para buscar mi celular—. Debió de ser por qué lo puse en... —al no encontrar mi celular, un sentimiento de miedo me invadió, vacié el contenido de mi bolso sobre la cama para buscarlo mejor.

—¿Qué ocurre? —preguntó Alison.

—Mi celular no está —dije al fin.

Mis amigas se asustaron al igual qué yo.

—Katelyn ¿Sabes lo qué eso significa? —dijo seria Paula.

Asentí.

—Quizás lo dejé en... —recordé él lugar donde había despertado.

—¿En donde? —la voz de Paula me sacó de mis pensamientos.

—Verán, ayer me embriagué por culpa de un sujeto del cual no recuerdo su nombre, y creo fue tanta mi embriaguez qué me quedé dormida y al despertar me encontraba en otro lugar, era una casa. Y no supe sí llegué ahí por mi propia cuenta o alguien me llevó ahí. Temo pensar qué mi celular se quedó ahí.

—Katelyn, no puede ser ¿Sabes en el problema que nos vamos a meter sí resulta qué lo dejaste ahí o en la fiesta? —dijo Paula nerviosa.

—Ni siquiera sabes como fuiste a dar ahí ¿Qué tal sí quisiste irte de la fuesta y te dio por meterte a robar a una casa y por estar tan ebria te quedaste dormida en ella? ¡Antes no te descubrieron, mujer! —exclamó Susan.

— Tienen razón, creo qué no debí de robar esto —les mostré lo qué había rodabo.

—¡Estás loca! —dijo Alison—. ¡Sí resulta qué tú celular lo dejaste ahí, la policía vendrá por ti!

—Lo sé, pero ¿Ahora qué hago? —dije asustada.

—Creo qué lo primero será deshacernos de la evidencia y...

Paula no pudo terminar la oración por qué el celular comenzó a timbrar, y tal fue mi susto qué casi lo dejo caer al suelo.

—¡Dios! ¿Qué hago? —exclamé desesperada y llena de nervios—. ¿Y sí es la policía?

—No es la policía, en el identificador dice qué es número privado —señaló Paula—. No contestes, dejalo qué suene.

Asentí y lo lancé a la cama, prontamente dejó de sonar.

—Bien ¿Y qué haremos para ayudar a Katelyn? —preguntó Alison—. Sí la persona ya rastreó su celular, aunque desaparezcamos la evidencia, llegarán hasta nosotras de algún modo.

—Alison tiene razón —dijo Susan—. ¿Qué haremos?

Mi corazón se aceleró y comencé a hiperventilar. Estaba metida en un problema demasiado serio, y estaba arrastrando a más personas a él.

—No lo sé, ya pensaremos en algo. Por lo pronto Katelyn quedate tranquila —dijo Paula.

—Está bien —asentí.

—Bien, ya debemos irnos.

—Las veo luego.

Después de qué mis amigas se fueron, me di una larga ducha. Al salir de está, me coloqué la pijama y me acosté en mi cama a mirar él techo.
Luego de un rato de silencio, el teléfono celular nuevamente volvió a timbrar. Miré el identificador, era número privado, dejé qué continuara sonando hasta qué dejó de hacerlo, pasaron aproximadamente 2 horas cuando volvió a sonar, pero está vez era diferente, está vez la llamada no estaba siendo emitida desde un número privado, está vez era desde mi celular 'perdido'
Sonó un millón de veces, no sabía sí contestar o no, hasta después de 10 llamadas, cuando ese desesperante timbre de Apple me comenzaba a volver loca, lo decidí, y quizás esa sería la peor decisión de mi vida.


Robar nunca fue tan Celestial Where stories live. Discover now