8.

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[...]

—Apresuraté Celine, nos quedaremos atrás —dijo Paula al bajar del autobús escolar.

—¿Por qué tengo qué cargar sus mochilas? —dije al bajar del bus.

—Por qué a ti fue a la que se le olvidó qué hoy teníamos qué comenzar nuestro proyecto —dijo Susan quién bajó después de mí.

Resoplé y rodé los ojos con resignación.
Hoy teníamos qué hacer un trabajo importante qué constaba de un ensayo de 7 páginas sobre la burocracia y leyes.
Sonaba absurdo puesto qué ni siquiera estábamos estudiando derecho, al parecer el maestro se equivocó de clase.
Pero ¿Qué se puede esperar de un anciano de 90 años con problemas de visión?

—No entiendo qué hacemos aquí, ni siquiera somos estudiantes de leyes —exclamé.

—El señor Sanders está loco —dijo Susan—. Pero sí no hacemos el trabajo nos pondrá mala nota.

Habíamos llegado a la escuela de leyes qué se encontraba a 2 kilómetros de nuestra escuela. Era un edificio muy antiguo y de varios pisos.

—¿A donde se supone qué debemos ir? —preguntó Alison.

—Según el señor Sanders al auditorio de esta escuela —sentenció Paula.

Trataba de a nivelar el paso con el de mis amigas pero me resultaba imposible por el peso qué estaba cargando en mi espalda.
¿Qué mierda traían éstas brujas en sus mochilas, piedras? No lo dudo.
Finalmente entramos al auditorio de la escuela, me sorprendió el hecho de qué dentro de este había demasiada gente además de los de nuestra clase.
Personas iban y venían de los pasillos apresuradas.

—Vamos a sentarnos —mencionó Susan.

Asentimos y buscamos el mejor lugar para estar, lejos de toda esa multitud qué por alguna extraña razón estaba tan agitada y movilizada.
Cuando ya estuve plácidamente cómoda en mi asiento saqué mi celular y me coloqué los auriculares.
Pasaron aproximadamente 20 minutos cuando el alboroto se apaciguó y dio inicio una conferencia.
Un hombre de cabello cano y traje muy elegante comenzó a hablar por el micrófono.

—Buenos días señores, les pedimos el mayor silencio posible qué la conferencia dará inicio.

Dicho esto aquel hombre desapareció entre el público, después las luces se apagaron y un proyector se encendió.
Subí el volumen de la música y me acomodé en mi asiento.
Más sin embargo ese sentimiento de comodidad me duraría poco.

Inesperadamente y sin previo aviso, un joven de traje azulado entró al auditorio acompañado de una mujer de cabello castaño qué vestía un vestido color esmeralda. Un pequeño rayo de sol qué se coló por la ventana del auditorio apuntó al rostro del joven una vez estuvo frente al público, lo cual me llevó a darme cuenta de la identidad de él chico.

No. Puede. Ser.

Al percatarme de ello, me quité los auriculares después de un sobresalto en mi asiento. Paula me miró de reojo ante está acción.

—¿Katelyn, qué sucede? —susurró.

—¿Ya viste quién es ese chico? Miralo bien —le dije al oído a Paula.

Paula achicó los ojos en dirección a el, después se giró en su asiento para verme mejor.

—NO ES POSIBLE —gritó en un susurro.

—Ya lo sé, es James —mis ojos se abrieron un poco más de la cuenta.

Se encontraba detrás del proyector haciendo unos ajustes a éste.

Robar nunca fue tan Celestial Where stories live. Discover now