5. Banco y cajas de ahorros Smells

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Anne amaneció al día siguiente con un dolor terrible de cabeza. Se había acostado sobre de las cinco y media de la mañana y se tenía que levantar a las ocho para abrir el bar, por lo tanto, no había dormido una mierda. Eso era lo peor de los jueves. Miró en su mesilla de noche el reloj, las diez y media. Amaba a sus hermanos, la habían dejado dormir un poco más. Se desperezó rápidamente, se dio una ducha, se vistió y ya estaba lista. Bajó las escaleras de su casa que daba al bar y vio a su hermano Chris preparando un café en la barra.

“Gracias” dijo mientras le daba un beso en la mejilla.

“Por lo menos estarás un poco más descansada ¿no?” le dijo él con una sonrisa mientras ella asentía.

Anne buscó con la mirada a su otro hermano para saludarlo y cuando le localizó se llevó una grata sorpresa. El hombre desconocido, que ya no era desconocido, se encontraba hablando con él en una de las mesas.

Le observó atentamente. Que guapo estaba esa mañana. Con una camisa azul marino, con los dos primeros botones desabrochados, pantalones largos negros y la chaqueta colgada de la silla.

“Ey despierta, que para eso te hemos dejado dormir más. Estás atontada.” dijo Chris pasando detrás de ella.

Chris siempre tan cariñoso pensó con sarcasmo.

“Anne ve a servirle un café con leche.” dijo su hermano Nathan apareciendo a su lado señalando al hombre con el que había estado hablando apenas un minuto atrás.

Comenzó a preparar el café que le había pedido su hermano con una ligera sensación de nervios. Una vez listo se encaminó hacía su mesa para llevárselo. Cuando él levantó la mirada y se encontró con la suya Anne creyó que el café se le caería de la bandeja pero supo mantener la compostura. No sabía cómo.

Esa mirada, ese hombre, tenía algo especial.

“Aquí tiene.” Dijo Anne dejándole en la mesa su café.

“Gracias.” Dijo este sonriéndola ligeramente.

“¿Desea algo más?” dijo queriendo alargar la conversación sintiendo como sus mejilla se ponían rojas.

“No, gracias. Con esto está bien.”

“Bien” dijo y como de costumbre se dio la vuelta con vergüenza impregnada en su piel.

¿Era tonta o que la pasaba? ¿No podía mantener una conversación decente como la persona normal que era? No, mejor aparentar ser retrasada y llenar su piel de un color rojizo.

Le observó desde la barra desde que le entregó el café hasta que él desapareció del bar. Sus miradas se cruzaban a veces y eso a Anne le hacía ponerse más nerviosa todavía. Intentaba revelar el misterio que le rodeaba, un aura misteriosa pero no lograba encontrar nada.

Los dos días siguientes se la pasó pensando en él y deseando que la persona que abriera la puerta del bar cada mañana fuera Zayn Dixon, pero no tuvo suerte. ¿Volvería el próximo jueves? Se preguntaba una y otra vez.

Se encontraba tirada en su cama boca arriba con la tarjeta dando vueltas por sus manos hasta que algo se la pasó por la mente. Una idea.

Se levantó casi corriendo y camino hasta la habitación de su madre. Abrió los cajones y sacó de ellos todas las joyas que su madre decía que eran de su abuela y que valían mucho dinero además del sentimental, que era inmensamente amplió. Las guardo todas en una pequeña bolsa y salió de allí rumbo a la puerta.

“¿Dónde vas?” preguntó Nathan.

“Saldré a hacer unas cosas, no me esperéis en el bar” dijo pasando el salón.

I would die for youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora