4. Jueves

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El jueves desgraciadamente había tardado en llegar mucho para Anne, la semana se hizo como una eternidad. Esta semana extrañamente los tres hermanos habían tenido que trabajar más de lo normal cosa rara pero bien agradecida. Amy no había aparecido por la casa en toda la semana, cosa que Anne agradeció porque no sabía como actuar delante de su madre después de lo ocurrido.

La semana como siempre había sido una mierda, nada más que trabajar y trabajar y más trabajar. Lo único que la mantenía en actividad era el recuerdo de aquel hombre desconocido que esperaba que viniera a la partida de esta noche.

“¿Cierras tú o cierro yo?” Anne preguntó entrando al almacén.

“Dios Anne, ¿Cuándo aprenderás a llamar antes de entrar?” se quejó su hermano mientras otra vez escondía una bolsa blanca en los cajones. “Cierra tú, yo ando liado” le dijo este.

“Vale” dijo ella saliendo pero se arrepintió y volvió a girarse “¿Está todo listo para esta noche?” le preguntó.

“Casi todo” dijo Nathan concentrado sacando más bolsas más dejándolas en la mesa.

“Bien” dijo Anne y salió de allí.

Subió y miró el reloj. Las doce en punto, se aproximó a la puerta del local y bajó la verja del bar dándolo por cerrado, aunque para algunos no. Faltaba una hora para que la gente comenzara a llegar por sus carteras llena de dinero negro, por lo que Anne se sentó en la barra y se puso hacer sopas de letras.

Todos los jueves vivía con el miedo de que un día apareciera la policía por allí y les descubrieran. Sería el fin de los tres. Pero no podía pensar en eso ahora, necesitaban el dinero. Lo necesitaban de verdad.

Cuando se quiso dar cuenta faltaban solo diez minutos para que el reloj alcanzara la una de la madrugada. Dejo a un lado el cuaderno de sopas de letras a un lado de la barra y comenzó a oír un poco de jaleo en la puerta trasera del bar, que daba a un pequeño callejón intransitado y era por donde todos los jugadores entraban.

El bar ya estaba totalmente preparado para la partida de aquella noche. Las mesas y sillas de todo el local habían sido retiradas, apiladas todas contra una de las esquinas y fueron sustituidas por una gran mesa redonda de doce asientos. Las fichas de póker estaban perfectamente guardadas bajo un doble cajón en la barra. Listo para que la partida comenzara.

Anne desapareció de la barra antes de que todos llegarán allí y bajó corriendo las escaleras hacia el almacén. Necesitada su dosis de energía para los jueves y para situaciones especiales. Sin esa pequeña dosis no sería capaz de aguantar a los babosos que tenía que atender durante las próximas horas.

Llegó hasta la gran mesa central y sacó una de las bolsas que sus hermanos guardaban allí. Bendita mierda pensaba Anne mientras sacaba un poco del contenido de la bolsa. Lo apiló todo en una línea blanca perfecta y esnifó. Eso se sentía tan bien.

Sus hermanos aparte de ofrecer su bar para partidas ilegales de póker vendían cocaína a algunos de sus clientes. La venta de cocaína no se realizaba a tanta gente como las partidas sino que pocas eran las personas a las que sus hermanos se la vendían. Personas de mucha confianza, clientes permanentes que no presentaran ningún tipo de problema, personas con mucho dinero que estuvieran desesperadas por encontrar un poco... ¿Qué culpa tenía ella y sus hermanos de que su padre antes de morir les dejara una deuda enorme y que su madre alcohólica no se acordara de pagarla? Tenían que sobrevivir fuera como fuese.

Una vez que la droga comenzó a hacer su efecto Anne subió a la planta de arriba. Humo ya se colaba por todos los rincones del bar y vio a todos esos hombres hablando animadamente en una parte del bar.

I would die for youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora