Me observé en el espejo de mi habitación. Era increíble como en solo un par de semanas me habían cambiado. La imagen frente a mí, era el del simple Dylan Harris. Conocido como mujeriego y el chico con más dinero de todo el pueblo, pero por dentro todo era totalmente diferente. Me encontraba herido, mis cicatrices eran más profundas que las de mi espalda, y había algo que no conocía, sentía como un leve fuego recorría por mis venas que me hacía sentir mas activo. Era como si el cansancio que usualmente me acompañaba se hubiera extinguido y fuera remplazado por una energía el cual no comprendía su origen. Soy consciente de la existencia de algo mas, una cosa tan fantástica que resulta ser casi irreal, pero que por mal que lo fuera estaba sucediendo y Phoenix claramente tenía que ver algo con ello. No era una coincidencia que al llegar ella todo esto despertara, que se levantara con tal potencia que empezarán a haber cambios.
- Cariño. - La voz suave de mi madre sonó detrás de la puerta acompañada con un golpeteo.
Aparté la mirada del espejo para apartarme de el. Solté un leve "pasa, má" y ella entró. La luz que se filtraba detrás de ella le dio la imagen de un ángel. Su cabello dorado era lo que mas llamaba la atención de ella, agregando que su piel parece porcelana. La presencia de mi madre en la oscura habitación apartaba toda sombra de a su alrededor, era como si ella iluminará el lugar en el que estuviera. Seguía sin comprender como a pesar de todo alguien como ella pudiera seguir con el patán de mi padre, pero creo que eso es a lo que le llaman "amor"; uno el cual hiciera posible el cambio de una persona, el que sin importar qué es irrompible. Pero tristemente también toxico.
- Luces muy guapo. - Una sonrisa tiró de sus labios.
- Pues claramente lo he heredado de ti.
No pude evitar pensar en como luciría Emily hoy en día. Tendría quince años y no dudo a que ella sería el calco de mi madre, con su cabello rubio suelto y ojos claros rebosantes de esa característica diversión que siempre había habitado en ellos. Emily tendría muchos amigos, chicas envidiosas por ella, chicos babeando a su alrededor y yo muchos rostros a los cuales golpear.
- Quería avisarte que tu padre llegará tarde hoy, - Observó sus tacos color borravino, y comprendí que intentaba evitar mi mirada fría. - así que solo seremos nosotros. - Alzó sus ojos y los fijó en mi. - Por favor, intenta ser agradable. - Rogó con un tono suplicante.
- ¿No te cansas de que todo siempre sea igual? - Solté seco recordando todas y cada una de las escusas que mi padre ha puesto a lo largo de estos años. - ¿Eres masoquista o algo por el estilo, Lydia? - Pronuncié su nombre, el cual únicamente decía en casos de enojo hacía su persona. Y si, me encontraba realmente furioso.
No entendía por qué mi madre aguantaba toda esta situación. El engaño, abuso y sobre todo el constante silencio en su relación. ¿A caso ella creía que se lo merecía? O quizás no era consciente de que había cosas mejores. Porque la realidad es que no lo necesitamos ni a él, tampoco a su estúpido dinero y mucho menos esta farsa de familia. Podríamos irnos, conseguiría un trabajo en el cual ganara lo suficiente para mantenernos a ambos, alquilaríamos una pequeña casa o departamento, nos adaptaríamos. Cualquier cosa es mucho mejor que esta mansión forrada en dolares; nuestra felicidad vale mas que todo esto.
Un reflejo de tristeza atravesó el rostro de mi madre para luego ser suplantado por uno de determinación. Se acercó a mi para luego levantar sus manos con cara manicura y acomodar el cuello de mi camisa.
- Cuando te enamores Dylan, lo entenderás. - Fijó su atención en mi hombro mientras seguía hablando: - No es fácil dejar atrás a aquella persona la cual ha sido tu compañera por años. Él me ha dado el mejor regalo de toda mi vida, - Sus ojos se llenaron de lagrimas sin derramar. - Emily y tú. Y no le puedo estar mas agradecida.
Mis puños apretados por la pasada furia se desarmaron para luego rodear en un abrazo a mi madre.
- Sabes, - Murmuré con voz tranquila en su oído. - que no podremos seguir adelante hasta que nos vayamos de aquí. - Su cuerpo comenzó a temblar levemente y podía sentir como su respiración se hacía irregular por el llanto. - Este ya no es nuestro hogar.
- Pero es donde debemos estar. - Se apartó de mi cuidadosamente y se secó con el dorso de la mano el rastro de lagrimas. - A pesar de todo lo que ha pasado, somos una familia y eso no es algo que podamos ignorar. - Me observo entre sus pestañas las cuales se encontraban levemente húmedas. - No puedo obligarte que te quedes, si no te sientes bien aquí entonces debes buscar el lugar donde lo hagas.
- ¿Estas echándome? - Abrí mis ojos llenos de pánico.
Ella soltó una leve risa.
- Claro que no cariño. - La tristeza volvió a sus facciones sin borrar la pequeña sonrisa de su cara. - Te estoy incentivando a que encuentres tu propio camino. Llega ese momento donde debes apartarte de lo conocido para comenzar la gran aventura de tu vida. - Apoyó una de sus manos en el pecho y me miro seria. - Deja de preocuparte por mi, Dyl . Te amo pero no puedes pasar toda tu vida protegiéndome.
- Pero puedo intentarlo. - Susurré en tono esperanzado.
Un suspiro derrotado provino de mi madre.
- Hagamos un trato. - Dijo firme. - Tú iras a tener esa experiencia llamada "vida", - Hizo comillas con sus dedos. - Y prometo que al primer signo de violencia me voy de esta casa.
La sorpresa me golpeo como una piedra al escuchar sus palabras.
¿Estaba dispuesta a dejarlo su yo me iba para ser libre?
- ¿Hablas en serio? - Pregunté precavido.
- Como nunca en mi vida. - Juro ella para luego apuntarme con el dedo. - Eso si debes quedarte para la fiesta de navidad que siempre hacemos, - Vacilé pero al notar la sinceridad en su mirada me detuve. - y luego puedes irte. Pues eso si, como última condición debes recibirte del secundario.
Sopesé los pros y contras rápidamente, pero fui interrumpido por el sonido del timbre. Miré de reojo a mi madre.
- Hecho. - Dije seguro y ansioso de mi decisión.
Ella asintió para encaminarse a la puerta de mi habitación.
- Oh y Dyl se agradable quizás eso haga que Phoenix este mas por aquí. Es refrescante como es la única chica que no se le cae la baba al verte. - Rió. - Y divertido ver como eres tu el que queda embobado.
Y se marcho dejándome, total, y completamente sorprendido.
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The Wolves (WESTERWOOD #1)
Lobisomem"Ella no es una chica normal, ni de cerca. Es un lobo y no uno cualquiera. Es una de las guardianas." Primer libro de la trilogía "Westerwood" Portada hecha por @Fangirl876 24/10/16 #104 Hombres Lobo 29/12/16 #46 Hombres Lobo 2/03/17 #38 Hombres...