Capítulo 18

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Mángel tenía razón. Esa tal fiesta estaba muy cerca. Solamente hemos caminado diez minutos hasta llegar a una especie de casa, aunque más que una casa era una mansión. No me había dado cuenta en la zona de Madrid en la que estábamos, todas las casas eran por el estilo.
El camino ha sido bastante incómodo, por no decir insoportable. Rubius no paraba de mirarme, yo no paraba de evitar mirarle, Mángel no paraba de hablar y Alex no paraba de reírse a la mínima.
Finalmente, entramos en la casa, la cual estaba abarrotada de gente. Andamos unos pasos y entramos en lo que parecía el salón. Había mesas distribuidas llenas de bebidas, la mayoría de las personas estaban borrachas y medio desnudas, y por cada metro cuadrado había una pareja liándose.

- Bueno chicos, pues vamos a beber.- estableció Mangel nada más llegar.

- ¡SIIIIIII!- gritó Alex. Y cogió una botella de algo, la miró, y empezó a beber a palo.

- Alex...,- dije quitándole la botella, evitando que terminara por los suelos- creo que por esta noche no deberías beber más, así que limítate a bailar y no a hacer demasiado el ridículo.

- Que aguafiestas eres ____...- me dijo con mala cara- Si estás molesta porque Rubius sea un capullo no la pagues conmigo.- y tras decir eso Alex se fue, posiblemente buscando otra botella de vodka.

Tras oír esas palabras me puse roja como un tomate. Noté como Rubius me miraba y clavaba la vista en mi, pero lógicamente no le devolví la mirada. En vez de eso, cogí la botella de la que Alex había bebido y que todavía tenía en la mano y le di un buen trago.
Noté como el líquido bajó por mi garganta y como me la abrasaba. Se me saltaron unas lagrimas pero deshice de ellas para que nadie me las viera, sobre todo Rubius.

- Bueno, si me disculpáis, voy a seguir los pasos de Alex.- y tras decir eso, miré a Mangel, le dije que cuando se fuera me avisara, y me marché.

****

Habían pasado ya dos horas desde que habíamos llegado a la fiesta. Eran las cuatro de la mañana. Estaba un poco pedo después de haber bebido media botella de..., ni si quiera sé lo que he bebido. Genial. Creo que estoy las borracha de lo que pensaba.
Gracias al afecto del alcohol y a la hora que era, mis piernas me estaban empezando a fallar y mis párpados me pesaban más y más cada segundo que pasaba. Madre mía, me tenía que ir a casa pero ya.
Me puse a buscar a alguno de mis amigos, el primero que encontrara me serviría. Recorrí la fiesta y tras cinco minutos de búsqueda, por fin encuentro a Alex.

     - ¡______, cuánto tiempo! ¿Una copa? - me dijo Alex ofreciéndome un vaso rojo. Su estado de embriaguez había empeorado desde hacía dos horas. Genial.

     - No gracias, Alex. Oye ¿sabes dónde está Mangel? Necesito que me lleve a casa. - le pregunté desesperadamente.

     - Lo siento amiga. Se ha ido con una chica, creo que no a volver esta noche - me respondió tras ponerme una cara bastante graciosa. Y terminada la frase, cogió el vaso que segundos antes me había ofrecido y se lo bebió de un trago.

Maravilloso. ¿Cómo demonios se supone que voy a salir de esta dichosa fiesta? Son las cuatros de la noche, no tengo dinero para pedir un taxi ni amigos que me lleven. Suerte la mía que siempre llevo en mi bolso mi abono transporte. Aunque me da un poco de miedo coger un bus a estas horas de la noche.
Pero, ¿que voy a hacer si no? Me niego a pedirle ayuda a Rubius. Como no me queda otra, me pongo el abrigo y salgo fuera de la fiesta. No sé dónde estoy. Esta zona de Madrid no me suena nada. Cojo mi móvil, un cinco por ciento de batería. Genial, sin batería en el móvil y sin dinero. Esto no podría ser peor.

- ¿A dónde vas? - oigo que dice una voz detrás de mí. Por favor que no sea... Me giro y me topo con unos intensos ojos verdes. De Puta madre. Resulta que mi situación sí que podría ser peor.

- Me voy - digo con el mejor tono neutral que puedo. Estoy demasiado borracha para enfrentarme a él ahora mismo.

- Te llevo - no es una pregunta, es una afirmación. Será capullo...

- No graciasss, voy a coger el busss - digo arrastrando las palabras. Empiezo a andar. No sé hacia dónde voy, lo único que quiero es alejarme de él. Además, me estoy empezando a encontrar fatal. No pienso volver a beber.

- ¿Sabes que la parada de bus está en la otra dirección, verdad? - oigo que dice detrás mía. Suspiro, doy media vuelta, y vuelvo a andar en el sentido contrario. Oigo sus pasos detrás de mí.

- ¿Te imporrrtaría dejarrr de sssseguirme? - cuando se lo propone, puede ser un pesado.

- Estás loca si crees que voy a dejarte ir por ahí a altas horas de la noche borracha perdida. Si no quieres que te lleve, te acompañaré. Y eso no puedes impedírmelo - suspiro de nuevo. Me paro. Cada segundo que pasa me encuentro peor. Mi estómago parece una montaña rusa.

- ¡¿ESSS QUE NO PUEDESSS DEJARLO ESTAR!? ¿Estáss intentando hacerme creerrr que tte importo? Que sepasss que ya me hasss dejado claro que no cuando ttte estabasss restregando con esssa chica... - no se voy a poder aguantar esto mucho más.

- ¡Por supuesto que me importas! ¡Sabes perfectamente que lo de esta noche ha sido un error! - me grita. Tendrá morro... Encima, después de haberse liado con una tía cualquiera, ahora se enfada conmigo...

- ¡NO TE ATREVAS A...! - pero no puedo acabar la frase, ya que de repente me entran unas ganas de vomitar horribles. Ay Dios mío, aquí no por favor. Ahora no por favor...

- ¿Estas bi...? - pero a él tampoco le da tiempo a acabar la frase, ya que empiezo a vomitar.

Pensaba que esto no podía ir a peor... Pues sí que puede. Parece que la vida me está gastando una broma. Además, seguro que ahora Rubén huirá de mí y no me volverá a hablar en la vida.
Pero para mi sorpresa, en vez de correr para alejarse de mí, se acerca a mí, me sujeta el pelo, y me pone la mano en la espalda para que no me desequilibrio con las arcadas. Y yo sigo vomitando. Madre mía, ojalá en estos momentos un meteorito impactara contra la tierra, y así este sufrimiento acabaría de una ves por todas.
Tras cinco minutos, mi estómago parece que ya expulsado todo lo que había en él. Me incorporo, me limpio la boca con la manga y cojo un chicle de menta del bolso. Ojalá un poco de pasta de dientes.

-Te llevo a casa - vuelve a afirmar. Yo me resigno y comienzo a andar a su lado.

Su mano todavía permanece en mi espalda. Y gracias a ese contacto y a la casi inexistente distancia que hay entre nosotros mi cabeza comienza mucho más rápido de lo que iba antes.
Caminamos en silencio hasta su coche. Me abre la puerta del acompañante y me meto dentro. Espero que ni abra la boca hasta haber entrado en mi apartamento.

Mi Vecino. [ElRubius y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora