Capítulo 11: El Libro Volador

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Aria

-Seguimos nosotros- susurré a penas Gunther y Helena se habían ido a los camerinos y yo me había burlado por unos momentos.

Claro, me tuve que dejar de reír para golpear a Mason y a Jordan, quienes se habían quedado embelesados mirando a la tal Marceline.

Bueno, supongo que cualquier chico de quince o catorce años con las hormonas alborotadas lo haría, pero es muy molesto cuando tratas de saquear un lugar plagado de guardias sobrenaturales que sin dudar te arrancarían la cabeza. 

Incluso cuando eres experta en eso del saqueo, robo y secuestro, aunque no sea para beneficiar a los malos.

Cuando ya iba a jalar a ambos chicos por las orejas para subir las escaleras, un par de golpes se oyeron desde el escenario y mis ojos viajaron hacia allá involuntariamente por el déficit de atención. Algo se removió por detrás del telón de terciopelo y alguien empujó al presentador hacia el frente del escenario. Tenía aspecto atontado y sus ojos se veían borrosos. Helena o Gunther tuvieron que haber usado la Niebla en él. Alcé las cejas y noté que ya Marceline prestaba atención al escenario.

-Señoras y señores, olvídense de los raperos. Aquí, presentando las versiones en Broadway de las canciones Hip-Hop: ¡Helena y Gunther!- soltó el sujeto todavía aturdido y ahí fue cuando se levantó el telón. Helena con un vestido ajustado así a lo diva y Gunther con un traje formal negro, se dejaron ver en el escenario.

Jordan, Mason y yo gritamos y silbamos para disimular y cuando hice contacto visual con Helena; apunté con la cabeza las escaleras a mi izquierda.

Ella asintió e hizo seña a Gunther para que ya empezaran el numerito. Hablaban relajadamente como si lo hubieran practicado por meses antes y a la segunda canción, (por la cual no dejé de reírme y casi me oriné en los pantalones) Mason me codeó y lo mismo hice con Jordan para dirigirnos a las escaleras caminando de puntillas.

Subimos las antiguas escaleras sin hacer que ningún escalón chirriara y Mason usó un clip de cabello que yo tenía en algún lugar aleatorio de mi cabeza para abrir la cerradura de la puerta.

-Sh- siseé y abrí con cuidado la puerta. Entramos todavía caminando despacio, todo lo que estaba fuera de la sala del escenario y el recibidor era tan viejo que parecía que se vendría abajo el edificio con sólo un estornudo. Y no, no un estornudo de mi padre que cause un tornado.

-Tú juras que vamos a encontrar ese libro en menos de cinco minutos ¿No?- se mofó Jordan y Mason le dio un lepe.

El rubio tenía algo de razón, habían como cuatro estanterías con más de treinta libros cada una.

A mí me gusta leer y tengo demasiados libros, pero esto se pasa en un nivel ridículo.

-Con algo de suerte, el primero que tomemos será el que tiene el mapa- susurré y me apuré en revisar la estantería del centro.

Después de unos segundos, Jordan se empezó a quejar y se sujetó la cabeza como si la quisiera reventar contra una pared.

-¿Qué te pasa ahora? ¿Estás en tus días, Barbie?- me burlé, pero dejé de sonreír cuando de repente el chico alto se enderezó como zombi y sus ojos se abrieron, revelando luz amarilla saliendo de ellos como si fueran faros.

Disaster II: El Trato MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora