Cada mañana, Ariam se levanta de la cama con una falta de energía evidente y un desánimo que se siente en el ambiente. Al entrar al baño, evita mirar el espejo, sabiendo que solo encontrará una imagen desgastada y triste. Se despoja de su ropa, tres tallas más grande que la suya, y entra en la ducha, donde el agua caliente poco a poco va relajando su cuerpo cansado, exhausto de las emociones, de la gente y de la vida. Una vez que sale de la ducha, vuelve a evitar el espejo, consciente de que solo aumentaría la angustia de su mente perturbada.
Al salir de su habitación, Ariam no encuentra a su madre, la única persona con la que comparte su vida, si es que se le puede llamar así. Al acercarse al comedor, encuentra una nota que dice: "Emergencia en el trabajo, llegaré tarde. Te quiero". La nota esta junto a un plato de comida con su desayuno, un mensaje implícito de su madre, un recordatorio de que debía comer. A pesar de esto, Ariam se pregunta cuándo su madre dejará de esforzarse en vano por mantenerla viva. Se sienta frente al plato de comida y su mente divaga, la felicidad parece fuera de su alcance, no puede recordar la última vez que se sintió feliz o que incluso sonrió sinceramente. Luego, coge el plato de comida y mete el desayuno en una bolsa, que tirará en el camino al colegio, prefiriendo que su madre no se entere de que sigue con la mala costumbre de no comer.
Ariam sale de su casa y el sol le molesta, aunque no siente calor. Al contrario, se siente fría por dentro. Detesta los días soleados porque le recuerdan su miserable vida y la felicidad que la rodea pero que no puede alcanzar. Prefería los días lluviosos, al menos así se sentía un poco menos sola y un poco más comprendida. En el camino al colegio, se siente observada y juzgada, y conoce muy bien los comentarios que se hacen sobre su cuerpo. La verdad es que odia estar en el colegio, pero al menos es su zona de confort, donde nadie la observa demasiado, estaban acostumbrados a su evidente desprecio por la vida
Ariam se sienta en su rincón habitual del aula, apartada de los demás estudiantes. Los primeros días de clase siempre le resultan tediosos y predecibles, pero este día es diferente, es su último primer día en el colegio. Aunque está inmersa en la lectura que comenzó hace pocos días, no puede evitar sentirse observada por el resto de los estudiantes. Ignora por completo a sus compañeros y sus conversaciones, sumida en su propio mundo. Cuando el profesor entra en el aula, Ariam baja el libro con desgana, sin prestar atención a la materia que se imparte. Para ella, poco o nada importa lo que sucede a su alrededor. Se siente ignorada por quienes la rodean; en cierta forma, Ariam se ha convertido en un fantasma, una figura invisible y olvidada.
El maestro no solicita a los estudiantes presentarse y empieza inmediatamente con la introducción de la clase, pero su explicación es interrumpida por la llegada del director junto a un joven desconocido. Aunque el maestro se muestra algo molesto, le da la palabra al director, quien presenta al joven. A pesar de esto, Ariam sigue sumida en su lectura y apenas presta atención al recién llegado. Luego de presentar al joven, el director se retira y lo deja en el aula. El maestro le indica que tome asiento y el joven decide sentarse justo al lado de Ariam, el lugar donde ella menos quería que lo hiciera.
Ariam comienza a sentirse incómoda cuando aparta la vista de su libro y se encuentra con la mirada del chico nuevo, quien rápidamente desvía la suya. A lo largo de la clase, de vez en cuando, Ariam levanta la cabeza del libro y se da cuenta de que el chico la está observando. No le gusta ser observada, porque sabe lo que la gente piensa cuando la ve por primera vez: que es demasiado delgada. Sabe que la gente la juzga por su apariencia física, pero también sabe que pocos saben que hay mucho más detrás de eso.
La depresión es algo que ha estado presente en su vida desde hace mucho tiempo, pero nunca ha tenido el valor de buscar ayuda profesional, por lo menos no de manera constante. Siempre se ha sentido sola y aislada, como si nadie la comprendiera realmente. Es por eso que se refugia en sus libros de fantasía, donde puede escapar de su vida cotidiana y encontrar un poco de consuelo.
Después de la clase, Ariam se apresura en salir del salón y se dirige a su próxima clase. El ambiente lleno de gente la hace sentir ansiosa, sus palmas sudan, su corazón late acelerado y le resulta difícil tragar. Por esta razón, el tiempo antes de la clase se convierte en su momento zen, alejada de todos, por eso siempre es la primera en llegar. Se sienta en una esquina del salón, donde puede aislarse fácilmente. Aunque escucha algunos pasos, no alza la vista de su libro y no se interesa en saber quién más ha entrado. De repente, siente una picazón en el cuello, como si alguien la estuviera observando. Levanta la vista y se encuentra con el chico nuevo. Se pregunta por qué él la está mirando, pero no se atreve a confrontarlo.
A fin de ignorar la mirada penetrante del chico nuevo, Ariam saca su celular y se coloca los audífonos, subiendo el volumen al máximo. Se sumerge completamente en la música, cerrando los ojos y olvidando todo lo que la rodea. Sin embargo, el sonido de las sillas moviéndose y las conversaciones que traspasan la barrera de los audífonos la sacan de su trance. La clase resulta tan aburrida y monótona como la anterior; después de un corto tiempo, Ariam se desconecta de la clase y comienza a garabatear en los bordes de su cuaderno hasta que todos se levantan y se da cuenta de que la clase ha terminado.
En el receso, Ariam se dirige a su lugar favorito, un área apartada con vistas panorámicas impresionantes que rara vez es visitada. De su bolsillo secreto del morral saca un paquete de cigarrillos, a pesar de que está prohibido. Desde que comenzó a experimentar pérdida de peso y depresión, los profesores la han dejado en paz, lo cual es la única ventaja que encuentra en que sientan lástima por ella. Antes de encender el cigarrillo, se coloca los audífonos y se sumerge en la música, tratando de disfrutar uno de los pocos placeres que le quedan. El cigarrillo se consume demasiado rápido al igual que el descanso; ella debe regresar a clase, algo que no le apetece en lo absoluto, pero lo hace para complacer a su madre y aparentar que está mejorando.
En la siguiente clase, Ariam sigue notando que el chico nuevo la observa. Su mirada no es como la de los demás; no parece juzgarla, sino que refleja curiosidad. Sin embargo, la creciente dificultad de Ariam para socializar hace que esa mirada se vuelva incómoda, casi generándole una crisis de ansiedad. Finalmente, el chico rompe el silencio y le pregunta si puede sentarse a su lado. Ariam se siente sin opciones y asiente sin decir una palabra. Durante toda la clase, el chico parece estar más interesado en hablar con ella que en prestar atención a la clase, pero Ariam apenas le responde y se concentra en su libro.
Al finalizar las clases, el chico nuevo le pregunta a Ariam su nombre y, a regañadientes, ella se lo dio. Él se presentó como Sebastián y le preguntó si podía prestarle su carnet de la biblioteca, ya que quería sacar algunos libros y tendría que esperar varios días para que le entregaran el carnet del colegio. Aunque Ariam no estaba muy cómoda con la situación, sacó el carnet de su bolso y se lo entregó. El chico tomó el carnet agradecido y prometió devolverlo al día siguiente.
Ariam sigue sin entender del todo lo que acaba de pasar, pero siente que ha logrado librarse de él por un tiempo. Sin embargo, algo en su actitud le hace sentir curiosidad por él, aunque no quiere admitirlo. Después de clase, se queda un rato más en el salón leyendo su libro, tratando de procesar lo que ha pasado. Cuando finalmente se levanta para irse, se da cuenta de que el chico nuevo ha dejado un libro en su pupitre. Ella lo toma en sus manos y mira la portada, es un libro que ha estado buscando por un tiempo y que no ha podido conseguir. Se siente tentada a llevárselo a su casa, pero sabe que eso sería robarle al chico. Al final, decide esperar a ver si él lo reclama al día siguiente.
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Alas para dos almas rotas
Teen FictionAriam está luchando con la depresión y la ansiedad después de la repentina muerte de su padre. Incapaz de procesar adecuadamente su dolor, se siente aislada y sola, y sus problemas personales se ven agravados por las tensiones en su vida cotidiana. ...