Capítulo 2: El libro y la culpa

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Al día siguiente, como era su costumbre, Ariam llega temprano al salón para disfrutar de un tiempo a solas, o como ella misma lo llamaba, un tiempo de calidad consigo misma. Sin embargo, apenas unos minutos después, el chico nuevo entra en el salón y se acerca a ella. Ariam nota que sus manos comenzaban a sudar y que el calor subía por su rostro, ya que el contacto social no es su punto fuerte. El chico le extiende el carnet de biblioteca de Ariam sin decir una palabra y luego se sienta en el mismo lugar que ayer, justo al lado de ella.

Desde la noche anterior, Ariam se ha sentido un poco mal. Quería quedarse con el libro de Sebastián, pero sabe que lo correcto es devolvérselo y, tal vez, pedírselo prestado en otra ocasión. Aunque normalmente no se preocupaba por lo que era considerado correcto o incorrecto, en este caso entendía el apego que alguien podría tener por un libro y lo mucho que podría significar para esa persona. Había asumido que era un libro importante, por el desgaste y los numerosos apuntes a pie de página que había visto en el libro la noche anterior.

Al entrar a la segunda clase, el chico nuevo ya estaba en el salón. Ariam, al verlo, respira profundo para tomar un poco de valor y se acerca a él. Le extiende el libro y él la mira sorprendido. Ariam le dirige una media sonrisa y le dice: "Lo dejaste ayer sobre tu pupitre". Fue lo único que pudo decir antes de que su ansiedad social se hiciera presente. En realidad, le habría gustado decir: "Es un buen libro, ¿me lo prestarías algún día?", pero sus habilidades sociales no se lo permitieron. "Estúpida", se repite ella una y otra vez en su cabeza.

El resto del día es igual al anterior y Sebatián parece seguir a Ariam mientras ésta camina hacia su casa. Ella intenta no prestarle atención e ignorarlo de la misma manera que él lo ha hecho con ella durante casi todo el día.

- Lo siento, no creas que te estoy persiguiendo, solo que mi casa queda en esta dirección - le dice el chico nuevo a Ariam mientras la alcanza y comienza a caminar a su lado.

- No importa - dice Ariam, intentando dar por finalizada la conversación.

- ¿Puedo acompañarte? - pregunta tímidamente el chico nuevo.

- Da igual - responde Ariam secamente.

- ¿Puedo preguntarte algo? - Ariam asiente con la cabeza, aunque siente que se puede arrepentir. - ¿Quieres que te preste mi libro? Me dio la impresión de que te pareció interesante.

Sin esperar la respuesta de Ariam, Sebastián le extiende el libro y ella lo recibe sintiendose un poco incómoda y muy agradecida. Sebastián se limita a caminar en silencio al lado de Ariam hasta llegar a su casa. Sin decir nada más, se despide y se aleja, mientras que Ariam entra a su casa sintiéndose un poco culpable por haberlo ignorado y haber querido robarle el libro.

Ariam se queda pensando en lo que ha pasado durante el día y se da cuenta de que quizás ha sido demasiado dura con Sebastián. A pesar de sus propios problemas y de su rechazo a socializar, ella no quiere lastimar a los demás. Se propone ser más amable con él en el futuro, aunque no sabe cómo va a lograrlo sin revelar demasiado de sí misma. Con estas ideas en mente, Ariam se sienta a leer el libro de Sebastián, disfrutando de su contenido mientras reflexiona sobre su propia vida y sus relaciones sociales.

Al rato se siente cansada y decide tomar una pequeña siesta.

"Papá, te extraño", le dice Ariam con lágrimas en los ojos.

"Lo sé, mi pequeña, yo también te extraño", responde su padre mientras le limpia las lágrimas.

"Me siento sola", dice ella entrecortadamente por el llanto.

"Nunca estás sola, mi pequeña. Siempre estoy contigo", responde él mientras la abraza y le hace sentir que sus palabras son verdad.

"Me dejaste", lo acusa ella mientras se separa de su abrazo.

"No, jamás lo haría. Solo que ahora no puedo estar físicamente contigo, pero siempre voy a estar aquí", dice él mientras señala su corazón. "Debes ser fuerte, mi pequeña, por ti y por tu madre. Siempre fuiste la más fuerte de las dos".

"Lo sé", responde Ariam mientras le sonríe.

Ariam se despierta con la cara mojada por las lágrimas y mira el reloj, dándose cuenta de que solo ha dormido una hora. Se sienta en el borde de la cama y respira profundamente. Hace mucho tiempo que no sueña con su padre y eso la hace sentir triste. Pronto será el tercer aniversario de su muerte y al pensar en ello, se da cuenta de que este es el motivo de su recaída en la depresión, ya que fue esta situación la que generó el cuadro depresivo. Ariam no suele mostrar tristeza, sino que su depresión se manifiesta en su pérdida de apetito, en su desinterés por la vida y en sus constantes pesadillas.

Cuando la madre de Ariam se dio cuenta de lo grave que estaba, iniciaron un proceso psicoterapéutico que, al principio, fue relativamente exitoso. Sin embargo, las condiciones del colegio de Ariam, su sensación de aislamiento en su contexto y la distancia emocional de su madre han hecho que ella no pueda recuperarse por completo.

Al levantarse de la cama, Ariam recuerda las últimas palabras que su padre le dijo en su sueño: "Tengo que ser fuerte". Se lo repite a sí misma mientras se dirige a la cocina, a pesar de no sentir hambre. Se prepara una ensalada y la come lentamente hasta dejar el plato vacío. "Un paso a la vez", se dice Ariam, recordando lo que su psicóloga le habia dicho en el pasado.

Ariam se siente con un poco más de energía, así que lava el plato en el que comió y recoge el desorden de su habitación, lo cual se siente como un triunfo. Pero al ver que las horas pasan y su madre no llega, Ariam pierde la poca energía que había sentido. "Otra vez sola", piensa mientras una lágrima recorre su mejilla.

Al caer la noche, la madre de Ariam llega a casa y su rostro muestra claramente el agotamiento. Esto hace que Ariam piense con más fuerza en que debe ser fuerte por las dos. Le cuenta a su madre sobre sus pequeños logros del día, pero omite el sueño que tuvo con su padre y que se siente sola. Después de encerrarse en su habitación, se acuesta en la cama con la intención de dormir, pero antes busca en un cajón de la mesa de noche una fotografía de su padre y le da un beso. Su último pensamiento antes de caer profundamente dormida es: "Claro que seré fuerte, papá. Siempre lo he sido". Esta es la primera noche en mucho tiempo en la que Ariam duerme sin sueños ni pesadillas.

Alas para dos almas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora