Capitulo 3. Encuentros incomodos.

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Hoy es miércoles, el día más odiado de Ariam, especialmente porque tiene sesión con su psicóloga, pues hace poco decidió retomar su proceso terapéutico. Siendo objetiva, Ariam sabe que su terapia es necesaria y que, sin exagerar, le ha salvado la vida. Sin embargo, aún le resulta extraño hablar de su vida privada con alguien más, incluso de aquellas cosas que no comparte con su madre. A lo largo de los años, su psicóloga se ha convertido en su mayor confidente; a veces, Ariam la ve como una hermana mayor o como esa amiga que no tiene.

Al llegar al colegio, Ariam se encuentra de nuevo con Sebastián. A pesar de que se sientan juntos en clase, no se dirigen la palabra, y durante el descanso sigue estando sola, disfrutando de su música y su cigarrillo. Al finalizar la jornada, Ariam sale en sentido contrario al habitual para tomar el autobús hacia el consultorio de su psicóloga. De nuevo, siente la sensación de ser observada, ese pequeño picor en la nuca, como si pudiera sentir los ojos de alguien clavados en ella. Al girarse, ve a Sebastián, quien le sonríe tímidamente y la mira fijamente a los ojos. "Tiene unos lindos ojos", piensa Ariam, apartando rápidamente la mirada. Luego, se regaña a sí misma por sus estúpidos pensamientos sobre Sebastián y continúa su camino.

El consultorio de su psicóloga es un lugar donde Ariam, a pesar de lo mucho que le cuesta hablar de sí misma, se siente cómoda. El lugar está lleno de elementos interesantes que llaman su atención, especialmente las ilustraciones colgadas en la pared. La psicóloga es una mujer joven, que no sobrepasa los 30 años, pero para Ariam es la persona más interesante que conoce.

Lo primero que su psicóloga le pregunta es sobre la medicación para su depresión. Aunque Ariam intenta evadir el tema, finalmente confiesa que no ha sido constante como debería. La psicóloga no la juzga, simplemente le recuerda la importancia de tomar la medicación, especialmente en esos días. La mención del aniversario de la muerte de su padre hace que Ariam estalle en llanto; hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo mal que se había estado sintiendo y de todo el malestar que había estado acumulando durante los últimos días.

Después de haber llorado y liberado toda la tristeza y rabia acumulada, Ariam le cuenta a su psicóloga sobre el sueño que tuvo con su padre. La psicóloga le recuerda que aunque "ser fuerte por las dos" parezca una buena idea, no debe hacerse la fuerte por nadie. Tanto ella como su madre deben responsabilizarse de sus propias emociones. Debido a que Ariam ha comenzado a presentar de nuevo síntomas de un episodio depresivo, ella y su psicóloga piensan juntas en la mejor manera de evitar que Ariam siga sintiéndose cada vez peor.

Ariam no puede evitar contarle a su psicóloga sobre Sebastián. Esta la felicita por el gran avance que ha logrado al socializar con otras personas y la motiva a continuar cultivando esa relación. Al hablar de Sebastián, Ariam se siente muy expuesta, como si estuviera confesando algo malo o prohibido, pero evita comentar esa sensación con su psicóloga. Al finalizar la sesión, Ariam se siente mucho mejor y se siente un poco culpable por odiar las sesiones, ya que casi siempre sale sintiéndose un poco mejor.

Al día siguiente, de camino al colegio Ariam se encuentra a Sebastían, se saludan sin palabras, solo con la mirada y caminan uno al lado del otro. Ariam sigue sintiéndose un poco rara en su presencia, pero sabe que en algún momento debe derribar esa barrera que ha puesto con el mundo. Al llegar al salón tanto Ariam como Sebastián se sientan en el lugar habitual y no cruzan palabra. Aunque Ariam admite que es extraño estar juntos y no hablar, para ella es contacto social suficiente para no poner en juego su ansiedad.

En el descanso, Ariam busca a Sebastián para devolverle el libro y lo ve sentado cerca de el lugar donde ella habitualmente se hace durante el receso, él tiene un nuevo libro en las manos y parece muy concentrado en su lectura, Ariam se acerca y le tiende el libro que le prestó.

- Gracias por prestarme el libro, realmente me gustó mucho - dice Ariam.

- No hay problema, me alegra que te haya gustado - responde Sebastián con una sonrisa amable.

Ariam se queda parada ahí por un momento, sin saber qué decir. Se siente un poco incómoda, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella le dice que debe hacer un esfuerzo por ser acercarse a él.

- ¿Qué estás leyendo? - pregunta Ariam, señalando el libro que está en manos de Sebastián.

- Es una novela de ciencia ficción, ¿te gusta ese género? - pregunta Sebastián mientras le hace un gesto a Ariam para que se siente a su lado.

- La verdad no mucho, prefiero la fantasía - responde Ariam con una sonrisa mientras se sienta, a una distancia prudente para su ansiedad social.

- A mi también me gusta la fantasía, aunque últimamente he estado explorando otros géneros - comenta Sebastián, cerrando el libro y guardándolo en su mochila, no sin antes marcar la página en la que dejó su lectura.

- ¿Qué otros géneros? - pregunta Ariam con curiosidad, sintiéndose más cómoda al hablar con él.

- Bueno, también me gusta la novela histórica y la de misterio - responde Sebastián, mirando a Ariam a los ojos.

Ariam evita el contacto visual con Sebastián, pero se siente cómoda hablando con él. Se sorprende de lo fácil que fluye la conversación mientras él habla de sus libros y autores favoritos. En su mente, Ariam piensa: 'Quizá no sea tan difícil'. Al finalizar el día, caminan juntos en silencio hasta llegar a casa de Ariam, donde se despiden.
...

"Por fin es viernes", piensa Ariam al despertarse. Sigue su rutina habitual, aunque no le cuesta tanto levantarse de la cama. Evita mirarse en el espejo al entrar al baño, se da una ducha y al salir se observa brevemente en el espejo. Ve a alguien extraño reflejado en él, le cuesta reconocerse. "¿He subido de peso o solo tengo menos ojeras?", piensa al mirarse. En su interior, se enciende una pequeña chispa de esperanza que intenta disipar la oscuridad cada vez más latente. Ariam no olvida que pronto será el tercer aniversario de la muerte de su padre, y como cada año, siente que su paisaje está cada vez más nublado.

Ariam sale de casa con su mal humor habitual debido al día soleado. A los pocos minutos ve a Sebastián a lo lejos y se debate internamente si acelerar el paso para alcanzarlo o no. "¿Se convertirá en una rutina caminar juntos todos los días?", se pregunta; sin embargo decide alcanzar a Sebastián. Sus miradas se cruzan y siguen caminando sin pronunciar palabra. Aunque no lo quiere aceptar, Ariam disfrutaba de la compañía de alguien después de tantos años de soledad, especialmente de alguien que no parecía sentirse incómodo con su silencio o sus pocas habilidades sociales.

Durante el descanso, Ariam está en su lugar habitual y justo antes de ponerse sus audífonos, escucha que alguien la llama. Al girar su cabeza en dirección a la voz, ve a Sebastián. "¡Oh no! Esto es demasiado", piensa Ariam, ya que el descanso siempre ha sido un espacio para ella misma. Haber pasado ayer gran parte del descanso con él era una cosa, pero no quería que se convirtiera en una rutina. Sebastián le sonríe y, cuando está a un metro de distancia, le lanza la manzana que tiene en la mano, la cual Ariam atrapa en el aire. Luego, Sebastián se da media vuelta y se va. Ariam se siente confundida, aunque agradece que él no se haya quedado. Por primera vez en esa semana, en lugar de fumarse un cigarrillo, Ariam come; se come la manzana que Sebastián le acaba de dar.

De camino a la siguiente clase, Ariam se siente confundida. No sabe si preguntarle a Sebastián el motivo por el cual le regaló la manzana. "¿Qué voy a decirle? 'Oye, ¿por qué me regalaste una manzana?' Eso sonaría patético", piensa. Sin embargo, no tiene oportunidad de hacer la pregunta, aunque hubiera decidido hacerlo, ya que Sebastián no aparece en las siguientes clases. A diferencia de los otros días de la semana, hoy Ariam camina sola a su casa después de salir del colegio.

"¿Qué le habrá pasado?", se pregunta Ariam. "¿Se habrá arrepentido de regalarme la manzana? ¿Habrá sido su manera de despedirse?" Ariam sabe que su preocupación es patética, pero hacía mucho tiempo que alguien que no fuera su madre o su psicóloga había tenido un gesto amable con ella. La ansiedad de Ariam comienza a aumentar y la culpa a invadir su cabeza. "¿Qué hice mal?", se pregunta una y otra vez. Aunque no quiera admitirlo, siente un pequeño vacío y un nudo en la garganta. Se ha acostumbrado a la compañía de Sebastián.

Alas para dos almas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora