Capítulo 6: Lidiando con la ansiedad

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Una vez más, Ariam se despierta sobresaltada, atormentada por pesadillas que parecían haberse aferrado a ella. Sabe que tendra que soportarlas por varios días más, pero lo único que anhela es llegar al aniversario de la muerte de su padre sin quebrarse. Cuando el timbre suena, Ariam siente un fuerte impulso de esconderse. No quiere ir al colegio, teme sufrir un ataque de pánico. Pero el timbre vuelve a sonar, y Ariam entiende que no puede huir, por lo menos no de Sebastián.

Al abrir la puerta, Ariam le dice a Sebastián que no tiene la intención de ir al colegio ese día. Él parece preocupado al notar su mal aspecto.

- ¿Mala noche? - pregunta con amabilidad.

- Pésima - sentencia ella mientras intenta cerrar la puerta. Pero Sebastián la detiene con gentileza.

- Está bien - dice él - ¿Qué haremos hoy?

Ariam niega con la cabeza incrédula.

- Tú irás a clase y yo me quedaré en casa - dice resignada mientras vuelve a intentar cerrar la puerta. Pero Sebastián, con agilidad, entra a su casa sin ser invitado.

- Ve y date una ducha - dice con dulzura - Yo te espero aquí.

Ariam se rinde ante su insistencia y regresa a su habitación para arreglarse. Agradecida, se da cuenta de que Sebastián es la única persona capaz de acompañarla en medio de sus tormentos internos. Mientras se duchaba, Ariam se da cuenta de que Sebastián la ha visto en pijama. El calor le sube a la cara y se pregunta: "¿Desde cuándo soy tan penosa?".

Después de ponerse ropa cómoda para estar en casa, Ariam regresa a la sala donde Sebastián esta leyendo un libro. Va a la cocina y se sirve un tazón de cereales con leche, aunque no tiene muchas ganas de comer. Sabe que Sebastián insistirá, y no esta de humor para discutir. Sebastián nota que Ariam no parece tener apetito y le pregunta si se siente mejor mientras mira el plato que Ariam tiene en sus manos, pero su respuesta lo toma por sorpresa.

-¿Qué? - dice Ariam a la defensiva - Si quieres comer algo, ve tú a la cocina y sírvete algo. Yo no te invité, así que no tengo que ser una buena anfitriona - sentencia, sin dar posibilidad a réplica.

Sebastián solo la mira y le sonrie con ternura, pero continua leyendo el libro que tiene en las manos. Ariam aprovecha ese momento para enviar un mensaje a su madre y avisarle que no ira al colegio. Su madre le responde y le desea que se sienta mejor, pero Ariam prefirió no leer el mensaje y deja su celular a un lado. Sabe que su madre comenzaría a debatir su decisión y hoy no esta de humor para discutir. Después de desayunar, Ariam va a su habitación para buscar el libro que ha estado leyendo. Se sienta al lado de Sebastián y ambos se sumergen en sus respectivas lecturas.

Ariam suelta el libro que tiente entre las manos y sale corriendo hacia el baño. Sebastián la sigue, pero cuando llega, la puerta está cerrada con llave. Sin embargo, no se rinde y se sienta en el suelo junto a la puerta para esperar a que ella se calme. A través de la puerta, escucha sollozos y arcadas, y toca la puerta insistentemente, preocupado por el bienestar de Ariam. Después de unos diez minutos, Sebastián escucha una voz débil del otro lado de la puerta. "Sé que estás ahí. Vete y déjame sola" dice Ariam con tristeza y desesperación, pero Sebastián no se va. Con voz firme y suave, le responde "No voy a irme, Ariam. Me quedaré aquí hasta que sepa que estás bien"

De repente, Ariam sale del baño gritando a Sebastián, sus palabras ahogadas por el llanto. Él lucha por entender lo que ella dice, mientras se siente abrumado por la situación. Ariam está claramente desesperada, quiere desahogarse y Sebastián se ha convertido en un blanco fácil para sus emociones negativas. Ella no sabe por qué está discutiendo con él, solo quiere quedarse sola, pero a la vez siente miedo de la soledad en esos momentos.

...

Ariam abre los ojos y se encuentra acostada en su cama, el techo es lo primero que ve y se da cuenta de que ha perdido el conocimiento. "Maldita sea", piensa para sí misma, frustrada por haber perdido el control de su cuerpo. Sebastián se acerca y la ayuda a sentarse. Ariam se siente demasiado vulnerable para mirarlo a los ojos, sabe que él la vio en plena crisis de ansiedad y que además se desmayó en su presencia. Aunque no lo recuerda, está segura de que él la cargó y la llevó a su habitación.

Sebastián percibe la incomodidad de Ariam y trata de no invadir su espacio personal. Sabe que ella necesita tiempo para recuperarse y procesar lo que ha sucedido. Ambos se mantienen en silencio y evitan el contacto físico. Sebastián decide romper el silencio, acaricia suavemente el brazo de Ariam y le dice con voz tranquila: "¿Estás mejor?". Ariam levanta tímidamente la mirada hacia él y ve que su expresión es amable y comprensiva y asiente lentamente, sin decir nada.

Después de unos minutos, Ariam finalmente habla.

- Lo siento... No quería que vieras eso.

- No tienes que disculparte, Ariam. Yo estoy aquí para ayudarte - Le responde Sebastián con suavidad.

Ariam lo mira a los ojos y siente una sensación extraña en su estómago, sabe que son sus emociones haciendo estragos en su cuerpo. Sebastián sale de la habitación sin decir nada, dejándola a solas con sus pensamientos. Ariam aprovecha para mirarse en el espejo y no puede evitar notar la evidencia de su estado emocional en su aspecto físico. Sus ojeras son profundas, su piel está más pálida de lo normal y su cabello está desordenado y pegado a su rostro, como si hubiera sudado. Hoy, definitivamente, no ha sido un buen día para ella.

A pesar de la incomodidad que siente, Ariam se da cuenta de que no está sola. Agradece el hecho de que Sebastián haya estado allí para ayudarla en ese momento difícil. Aunque todavía se siente vulnerable y expuesta, sabe que puede contar con él en los momentos de crisis.

Ariam toma una respiración profunda y se dice a sí misma que debe tomar las cosas con calma. Sabe que necesita tiempo para recuperarse y que no puede esperar resolver todo de la noche a la mañana. Decide que lo mejor es descansar un poco y permitirse el tiempo para sanar. Después de unos minutos, Sebastián vuelve a entrar en la habitación con una taza de té caliente en la mano. Le tiende la taza a Ariam y le dice con una sonrisa tranquilizadora: "Creo que esto te hará sentir mejor". Ariam toma la taza agradecida, sabiendo que puede contar con él.

Es tarde y la jornada escolar ha terminado, por lo que Sebastián debe regresar a su casa. Se despide de Ariam con un gesto sincero de disculpas por dejarla sola en esos momentos. Ariam, en parte, siente alivio de estar sola, necesita un tiempo a solas para organizar sus pensamientos y retomar el control sobre su cuerpo. Después de una ducha caliente, regresa a su cama y poco a poco comienza a quedarse dormida. En esa delgada línea entre la vigilia y el mundo onírico, suena su celular indicando que ha entrado un mensaje, pero decide leerlo mañana cuando se despierte.

Alas para dos almas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora