Jongin se quedó más de una hora observando aquella escultura. Caos, incomodidad, sufrimiento, pasión, desesperación, paz. Todo eso le transmitía una misma obra. Empequeñeció los ojos, grabando todos los gestos de ambos personajes, la piedra tan bien trabajada, los sentimientos que transmitía. Torpemente rebuscó en su bolsillo un paquete de chicles de nicotina. Sacó uno nerviosamente y se lo metió en la boca mientras seguía rebuscando en el interior de aquella escultura.
Quiso tocarla, quiso sentir lo que había sentido el autor al crearla. Sus ideas, pensamientos, angustias, pasiones... Solo con mirar su colección parecía conocer el alma de aquella persona. Mirando sus manos guardó el paquete de chicles y parpadeó dos veces, sacándose la suciedad de debajo de las uñas. Tragó saliva, volviendo a mirar a la estatua que se erguía delante de él, cogió su maletín y su abrigo, y después de dar una vuelta alrededor de la escultura, salió de la sala sin decir nada.
Una vez fuera del museo, paró para colocarse el abrigo serenamente. Sonrió para sus adentros. Adoraba ir a los museos y escrutar las obras de arte. De alguna manera se sentía unido a ellas. Él siempre había sido un hombre correcto, con sus principios. Nunca había vacilado en nada, y mucho menos había intentado huir lejos. Era, de alguna forma, una estatua más del museo. Sentía que pertenecía allí.
El tráfico estaba bastante ajetreado ese día. Jongin dedujo que era por la lluvia, la condenada lluvia que nadie quería probar. Ojalá él pudiera quedarse todo un día plantado en mitad de la calle, con un diluvio cayendo. El agua lo reconfortaba, le daba la vida y paz que más ansiaba. Todo con tal de no sentir dolor de cabeza durante unas horas. Nadie quería mojarse los días de lluvia, y Jongin no entendía por qué.
Mirando hacia todas partes, sacó de su bolsillo derecho del abrigo su teléfono, y mascando el chicle nerviosamente, realizó una llamada. Lo cogió Junmyeon desde la oficina, como de costumbre. Su huésped ya había llegado. Sin decir nada, colgó. El chicle todavía no conseguía eliminar de su boca el sabor a café solo de por la mañana, lo cual le molestaba. Notó cómo el dolor de cabeza volvía otra vez. Suspirando, paró un taxi con un ligero movimiento de muñeca y se montó.
Como siempre, el taxi se estacionó en la puerta de la oficina, y sin decir nada, Jongin pagó dejándose las vueltas. La costumbre. Con aire pesado cogió su maletín y entró en el edificio. El olor a café recién hecho le taponó todas las fosas nasales. Amaba el café, pero de vez en cuando le parecía repugnante. Se parecía a los gustos de una embarazada que todo lo quiere vomitar al principio. Así era él siempre.
Dejó el maletín con pesadez sobre el mostrador sin darle los buenos días a Minseok, quien le entregó una de aquellas famosas carpetas naranjas. Él la observó con detenimiento mientras sonreía, leyendo el nombre que había en el espacio blanco a rellenar.
Do Kyungsoo:
Primera sesión
Tragó fuertemente saliva, y el chicle de nicotina. Se colgó la carpeta del brazo y con paso decidido entró en la sala. Al pie de la mesa divisó una cabeza con una bonita y negra mata de pelo. Cerró fuertemente, haciendo que su huésped se sobresaltase. Al acercarse a la mesa, tiró sobre esta la carpeta naranja sin ningún cuidado. La habitación no era muy cómoda, paredes y suelo grises con tan solo una mesa de madera y sillas algo más confortables de lo que parecían. Y sobre una de ellas, Do Kyungsoo.
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Dada || Kaisoo ✔
FanfictionUn asesinato, una desaparición y una denuncia por malos tratos. Esos son los casos recientes que tienen que atender tanto el psiquiatra Kim Jongin como el jefe de policía Park Chanyeol y su equipo. Sin embargo, ¿cómo lidiar con que sea Byun Baekhyun...