Capítulo 39. "Game over"

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-Vaya, vaya, vaya. – Hiccup se frotaba las manos malvadamente. – Miren quienes son nuestras víctimas ahora. Espero que nuestra humillación haya sido suficiente, porque no superarán la suya.-Ya comienzo a arrepentirme. – susurró Jack al oído de Elsa, quien no hizo más que asentir con temor latente.-Esto ha sido tu idea... -La venganza es un plato que se sirve frío... - Mérida se acopló a la sentencia del equipo rojo.La pesadilla comenzó cuando Punzie se aclaró la garganta.-Bueno, ¿por qué empezar? Elsa... - la aludida gimió al ver como los jueces la atravesaban con la mirada - qué linda trenza que tienes, ¿te importaría hacernos una demostración haciéndoles trenzas a tus compañeros? – la joven sonrió con pura malicia e irreconocible. Ella no era así, nadie en verdad lo era, pero comportamientos como estos eran frutos del Guardián y su juego.-Eso es lo más malvado que jamás he oído... – James estaba petrificado y asustado, cubría su boca con las manos. Jack, a su lado, igual.-No, de ninguna manera me harán trenzas. – Jack casi sale corriendo. Elsa se partía de risa, al igual que su jurado, pero a los chicos no parecía causarle un centímetro de gracia. Era algo parecido a una tortura china.-Lo siento, su alteza, pero yo tampoco me las dejaré hacer. No es por ti, Elsa, pero tengo orgullo. -Sí, - concordó el Guardián por vez primera – es casi tan peor que llevar vestido.-¡Oigan, no es tan incómodo como parece! – se apresuró Hicc.-No perderemos este punto, así que tomen asiento. – Elsa se puso firme, y los muchachos se arrojaron al suelo de mala gana- No será tan malo.Elsa fue de Jack a James, haciendo diminutas trenzas sobre sus cabellos sucios y sudorosos que sobresalían como árboles de sus cabezas.Las caras de estos cuando Elsa terminó era en verdad... indescriptibles. No había un conjunto de palabras que describiese el estado de odio, malhumor, enojo, malestar que reflejaba sus rostros. Lo peor era su cabello, no había solo una trenza, sino que la chica se había tomado el trabajo de hacer un millar.-Me siento patético. – dijo Jack.-Se ven divinos. – se les rio Hiccup y el resto de su equipo. – El primer punto va para el equipo azul. Ni bien dijeron esto, los muchachos desarmaron la trenza desesperadamente y con torpeza, hasta lograban arrancarse mechones de cabello al hacerlo. Al final, su pelo lucía peor que al principio.-¿Qué viene ahora? - Hiccup y Mérida se miraron cómplices.-Ya que son fanáticos de las cosas congeladas, deberán colocarse de a uno cubitos de hielo en la boca y por cada uno deben decir ice ice baby. Si no resisten por un minuto o se les cae algún trocito, perderán el punto.-¿Acaso quieres que se me caiga la lengua? – Se quejó James – Con todo el respeto, pero ellos son a los que el frío no les molesta... Y yo...Elsa decidió darle apoyo, era verdad que tal vez por él no ganarían el reto. Colocó su mano sobre su hombro.-Puedes hacerlo, no es mucho tiempo, vamos a ganar el punto.James asintió, no muy convencido, pero feliz de tener a alguien de su lado. Jack rodó los ojos.-¿Preparados? Ahora.Punzie contaba los segundos, Jack y Elsa proveían a su equipo de los cubitos y iniciaron los primeros cinco cubitos en la boca no fueron un problema. -Ice ice baby... Ice ice baby...Hasta que ya iban por el segundo treinta y tenían la boca llena y que se congelaba. Por supuesto, aquellos eran más resistentes que el pobre James que intentaba resistir. Pero en todos se sentía la quemazón del hielo, y déjenme decirles, que era ciertamente insufrible. Como albergar sobre la lengua a todo el polo sur.-Ice ice baby... - treinta y cinco segundos. Elsa ya no podía más, los hielitos del fondo de su boca no se derretían para dejar lugar a otros, tampoco podía seguir hablando, parecía que solo decía "ijkghceicekglbahy". Jack estaba en las mismas. Y James intentaba respirar grandes bocanadas de aire para calentar, aunque inútilmente, su boca completa de hielo. Esto es una abominación. Se le caían las lágrimas.Cuarenta y cinco. No podían resistir el impávido frío que escocía en sus lenguas, dientes... Temieron no poder ser capaz de hablar nunca más.-Igherihjhcebabhy...Cincuenta y siete. Esto era el fin, imposible resistir una centésima más. A la misma vez, Jack y Elsa escupieron los cubitos y comenzaron a toser, en busca de algo acalorado que les devolviese la sensibilidad y el habla. Por extraño que pareciera, James había podido resistir el minuto completo, pero no ganaron el punto por unos escasos segundos.-Dayos... - se quejaba Jack. La muchacha caminaba de un lado a otro, cual león enjaulado, mirando con odio a sus verdugos y pensando una solución para su inservible boca.-¿Qué digue? – pudo decir con su lengua entumecida.Los otros no desistían de reírse. Estuvieron así unos largos, largos minutos. El azul los miraba impacientes, y por desgracia era infructuoso intentar llamarles la atención. Cuando se secaron sus lágrimas de regodeo, Hiccup prosiguió.-Hemos decidido, que por sus condiciones, hiciesen algo distinto que no involucrase el hablar. Deberán interpretar una pieza clásica de baile con las que sí o sí deberán hacernos llorar de pies a cabeza. Si no nos convencen o conmueven, pierden otro punto. Y así, el reto. – sonrió con suficiencia.-¿Baildar ballet dices? – James estaba anonadado. Su venganza era peor de lo que se imaginaban, en verdad. El rencor es algo incontrolable, y cuando este ve una oportunidad, no la pierde por nada en el mundo para aplastar a quienes lo pisotearon primero. -Claro que sí. Es una expresión del arte que muy pocos saben interpretar. Y esos pocos, hoy, deben ser ustedes.-¿EDSTAN DEMENTES? No dsabemos baildar ballet, idiota. – Jack se quejó.-Inténtenlo. O si no... - dijo Mérida.-Edstá bien, edstá bien. Bien, edquipo, ronda.El azul hizo caso y armaron un pequeño círculo con sus cuerpos.-Madlditos. – disparó Jack contra sus jueces, sin que oyesen por su puesto. Pero su ferocidad se veía opacada por la forma en la que lo decía. - ¿Aldguien diene aldguna idea?-Yo da tengo. Elsa sin duda era la única que tenía una mínima idea del ballet. Aunque ahora tuviese dos pies izquierdos para bailar, en su infancia sus padres la habían mandado a clases de ballet. Claro que debió dejar de ir cuando misteriosamente las barras y los suelos lustrosos se congelaban y hacían caer a todos. Pero nadie sabía que durante su desolación de años en su cuarto, Elsa ensayaba a solas lo poco que recordaba. Y sin duda, su pieza favorita era El Lago de los Cisnes, de Tchaikovski. No era difícil de interpretar cuando se conocía un poco la historia de la triste Odette.-Udstedes síganme. Yo cantadé, sedé Odette y udstedes sedán cisnes. Intenten hacerdlo do mejod posible.-¿Huh? -Solo hagandlo.Elsa se paró frente a su intrigada audiencia, nerviosa. Recordaba muy poco la coreografía original, era Chassé, Glissade, Port de Bras, Pas de Bourrée Couru... ¿y qué más? No, jamás la recordaría, habría que improvisar. Tomó una profunda respiración sobre la posición inicial, James y Jack a su izquierda y derecha tratando de imitarla y sin saber qué rayos hacer. No obstante, antes de que empezase aquella catástrofe, Punzie los interrumpió.-Oigan, oigan, ¿dónde están los tutús?El azul se miró entre sí espeluznados, el color se borró de sus rostros. Casi por arte de magia, sus lenguas se descongelaron. Más bien, había sido consecuencia de aquel escalofrío que les causó el equipo contrario y el fuerte golpe de sangre que se elevó hacia sus rostros y descendió, llevándose a su paso la vida en sus mejillas. Aunque prácticamente la tez de Jack seguía igual.-Los hombres no usan tutús, Punzie. – Elsa respondió a modo de defensa.-Sin tutú, no hay punto. – sentenció.-NI LOCO ME PONDRÍA UN TUTÚ. HUH-HU, JAMÁS. – Jack batía sus manos y retrocedía.-YO TAMBIÉN ME BORRO VIEJO, UN VESTIDO ES UNA COSA, ¿PERO UN TUTÚ? TENGO DIGNIDAD, ¿SABEN? Si mi padre se entera... - temió el granjero. Su padre podría verlo como una especie de deshonra, como si hubiese incendiado nuevamente sus pobres campos. Los pensamientos aumentaban en exageración.-Si los Guardianes se enteran de que usé un tutú... ¡Será mi fin! – Jack no bromeaba. Ya podía oír las risas de Conejo del futuro. Y esas risas jamás terminarían. ¿O si se enteraban más personas que creían en el Guardián del invierno y de la diversión? Su reputación se vería arruinada. ¿Y qué pensaría Elsa de él después de eso? No habría vuelta atrás.Pero tampoco él podría dar un paso atrás, retroceder, decir que no. No se acobardaría por un pequeño traje de bailarina. Cobarde, eso pensaría Elsa. Y si Jack pensaba hacer algo por ella, luchar, un tutú debería ser prueba suficiente de su valentía y sacrificio. No solo sacrificaba su integridad, sino su reputación.En el pasado, eso lo era todo. Era odiado por unos, y amado por el resto, aunque poco le importaba si lograba pasarse un buen tiempo. Era él, para él y por él. Claro, que eso cambió después de Elsa. Y ella era lo que más importaba ahora. Y un tutú no cambiaría eso tampoco.Tanta filosofía romántica no era suficiente para que él pudiese desprender los pies del suelo.Elsa refunfuñó. Una panda de críos.-Jack Frost y James Garthf, vengan aquí ahora. – Elsa lo decía muy enserio.El Guardián había pasado por todo, desde la muerte, hasta las trenzas, pero nunca, NUNCA, se había puesto un tutú. Pero siempre hay una primera vez para todo, dicen. Arrojó su bastón lejos y se acercó a donde ella señalaba, como un perro con el rabo entre las patas. Extendió sus brazos y accedió a la caída de su imperio construido con los años, su orgullo. Que en paz descanse.Elsa usó su magia para hacerse de un hermoso tutú celeste, con pequeñas zapatillas de media punta a juego. Y a Jack le hizo prácticamente lo mismo, pero tuvo que hacerle quitar la sudadera azul cubierta en escarcha para colocar después el tutú con torso y falda. Le quedaba apretado, y no era para nada cómodo en el sur. Nadie se atrevió a burlarse por el momento, mientras de su palidez resplandecía un matiz colorado furioso.Quedaba James.-Mueve tu trasero aquí y hazle caso. – dijo Jack, con flaquencia en su voz que parecía ser estrangulado por una mano invisible. También había amenaza en sus palabras. Se hundirían juntos en este disgusto. Y James tampoco tenía otra opción. Se quitó la remera mugrienta y se dejó hacer el tutú por encima de sus pantalones. Era cierto que las prendas de hielo congelaban el cuerpo al instante. Comenzó a temblar, sin mirar a nadie de pura vergüenza.-Perfecto. – sonrió Mérida. – Hora del espectáculo.**NOTA: pueden ver el video de la variación para tener una idea de la danza al final del capítulo. Obviamente, Jack y Jame no serán nada parecidos al cuerpo de ballet de los cisnes. Espero que les guste.Elsa dio la señal, Jack y James se posicionaron como pudieron y ella comenzó a recitar las dulces notas de la obra maestra. Se trataba de la escena en la que Odette danza junto a las demás plebeyas convertidas en cisnes, quienes en este caso vendrían a ser Jack y James. Más que cisnes parecían pavos.Ella, por otro lado, era una representación pulcra de Odette, delicada, triste, elegante, con ángel, alma y técnica casi perfecta. Danzaba sobre plena tierra lo que merecía estar en un escenario. Alargaba sus extensos brazos como alas de verdad, sacudidas por pena y finura. Se dejaba ir por la música que salía de sus labios.Los muchachos, rendidos por ser incapaces de seguirle el ritmo al compás de su canto, se tomaron el papel de cisnes muy a pecho. Procuraban que Elsa continuase en primer plano, y ellos bailaban en el fondo. Aleteaban como cigüeñas en pleno vuelo, y saltaban en una pierna fieramente. Hiccup tuvo que retirarse un momento de la escena o se haría encima de la risa. En un momento, cuando la música daba fuertes golpes ellos darían giros en el aire como un trompo, y si tuvieran suerte no caerían al suelo. Jack saltaba con las piernas estiradas a 30º, y seguía aleteando frenéticamente por encima de sus hombros. Por otro lado, James enrollaba los brazos como un pollo y movía su cuello de adelante para atrás. Nunca había visto un cisne, solo gallinas, y eso era lo mejor que sabía hacer.Pero Mérida y Rapunzel estaban hipnotizadas viendo la belleza en los movimientos de la Reina. Claro que intentaban ignorar las otras bestialidades. No tendría la mejor elongación o abertura de una bailarina rusa, pero tenía arte y corazón, y en el ballet eso es lo que importa.-¿Acaso su tutú esta...? –Rapunzel no salía del asombro. No había visto algo tan expresivo y hermoso en toda su vida. -Está nevando. –concluyó la pelirroja a su lado.Elsa había encantado su tutú para que lanzara brillantes copos de nieves que se desprendían de su falda en sus giros y saltos, aunque se salía un poco de la temática. Las reglas están para romperse, había dicho hacía tiempo Jack. Y con eso, logró cautivar a su público.Odette volaba por un bosque encantado mientras Elsa saltaba sobre una pierna dando pequeños rebotes y la otra perfectamente estirada a 90º. Los chicos intentaron imitar el paso, pero igual estaban descoordinados. Hasta que Odette se encuentra con un príncipe invisible, Siegfried, que obviamente no tenía nadie que lo representase, y sus dos cisnes acompañantes seguían saltando de lugar al otro, poniendo sus brazos sobre la cabeza como techos chinos. Luego, se sorprendieron al ver que Elsa empezaba a dar giros, y estos parecían jamás terminar. No se mareaba, o trastabillaba. Simplemente giraba en línea recta, sin perder su concentración. Se lucía. Era asombroso su talento escondido.Pero Jack pensó que era penoso verla a Elsa bailar por sí sola, algo le faltaba, y tomó la iniciativa.La Reina, que tarareaba de puntillas y aleteaba acariciando el aire, se sorprendió al encontrar que tenía un part-erné: Jack, quien la sostenía de la cintura y con su fuerza la hacía despegarse del piso en un majestuoso Grand jeté. Era su príncipe vestido de cisne y con tutú, pero príncipe en fin. Y sí, se habían desligado de la danza original, pero qué más daba.James se había quedado boca abierta a sus espaldas al verlos danzar, aunque fuese increíble que estuvieran improvisando. Daban a entender que conocían la coreografía desde hacía años, cuando la estaban inventando al pasar. Pero pronto volvió con su danza de cisne epiléptico.La danza terminó cuando las notas comenzaban a ralentizarse y extenderse. Jack dio unos pasos hacia Elsa que giraba en el lugar, ella hizo un Piqué Arabes y Jack la elevó en su posición de cisne por los aires, manteniéndola estática, con sus "alas" extendidas sobre su cabeza. James corrió enfrente de ellos, hincó una rodilla al suelo y sacudió sus manos como si estuviese bailando salsa, seguido de un "tataaaa".-¿Y bien? – preguntó Elsa, agitada, al descender de su final casi épico.-Huh... - los rojos armaron una ronda, excluyendo al otro equipo. Se reincorporaron con rapidez. Hiccup habló de nuevo. – No, no hemos llorado aún. -¡Pero hemos hecho una variación extraordinaria! – se quejó Elsa.-Sí, hemos hecho una vacilación fantástica. – le apoyó Jack, quejándose de la injusticia que ni siquiera entendía de qué se trataba.-Variación. – corrigió ella. -Eso.-Pero no nos han emocionado. Pueden hacer otra, si les parece.Con más confianza, el azul aceptó. No les darían el placer de verlos perder. Elsa pensó que tal vez, la escena de los copos de nieve de El Cascanueces sería la apropiada y una cucharada de su propia medicina para el rojo. Pero no había la cantidad necesaria de bailarines. Así que, siendo la única que sabía de ballet, optó por la variación del Pas De Deux del Cascanueces, también del autor Tchaikovsky. Los muchachos no se quejaron, mientras la chica les explicaba la historia que interpretarían resumida. Pero esta vez, en lugar de un príncipe, el Hada de Azúcar tenía dos. De nuevo, Elsa cantó la pieza de lo que parecía más bien una danza de una hoja sacudida por dos vientos que soplan en direcciones opuestas. De a ratos, Elsa bailaba junto con James, al siguiente, era "robada" por Jack. Y el ciclo continuaba, pero la belleza se mantenía firme.Se lanzaron a aplaudir con un gramo de amarga felicidad, porque habían cumplido algo que parecía imposible. Y a veces, es divertido intentar lo imposible.***NOTA: Esta parte, se las dejo a la imaginación, pueden ver el video al final del capítulo e imaginarse las escenas. En una oportunidad, el príncipe sería Jack y en el otro James, pero Elsa permanecería fiel al baile. Ustedes pueden imaginarse los cambios, ¿me entienden verdad?
El orden y el azar hicieron que Jack terminara la danza con Elsa en sus brazos. O tal vez había sido lo suficientemente rápido. Pero ya había terminado, y James no tuvo otra opción que hacer su final como en la danza anterior. Y se ganaron los aplausos merecidos, aunque con un poco de amargura porque habían logrado cumplir lo imposible.
-Lo han hecho bien. Tienen nuestro sí.
-¡Vamos! – el equipo festejó. Jack abrazó a Elsa desprevenidamente, y ella rodeó sus brazos sobre él al salir de la sorpresa. Ambos reían de la felicidad. El joven alzó la vista para ver al granjero solitario. Primero lo meditó por un tiempo, pero acabó tendiéndole una mano para unirse a su abrazo. Él la aceptó, con una radiante sonrisa. Después, desarmaron aquel embrollo, sus sonrisas aún selladas y miraron a sus rivales mientras se secaban los mocos y lágrimas emotivas que se les escurrían.
-¿Ya puedo quitarme esto? – preguntó Jack. Había desesperación y súplica en sus ojos que rogaban hacia los rojos. Estos, rendidos, aceptaron.
-Yabadabaduuu. –Jack y James arrancaron aquellas ropas de niñas y se pusieron remera y buzo como si plantaran sobre sí la bandera de la masculinidad que creían perdidas. Eran hombres de nuevo.
Elsa se deshizo del suyo con cierta pena, pero el juego debía continuar.
-El próximo reto será hacer un muñeco de nieve. – dijo Mérida.
El azul pavoneó aliviado, ¿enserio era así de sencillo? Pero la suerte no les duró tanto.
-Pero con Elsa.
-¿Qué? – dijeron a coro.
-Ya me oyeron, deben cubrirla de nieve y hacer un muñeco. No es tan complicado.
-Oye, Mer, ¿no es eso ilegal?
-¿De qué hablas, Punzie?
-Bueno, ella es una Reina, tal vez sea contra la ley cubrirla de nieve. – supuso la joven con su limitado conocimiento del trato a la realeza. El comentario del causó gracia a la Reina, y también a Jack que había hecho eso un millar de veces y jamás había sido arrastrado o por el estilo.
-Elsa es nuestra amiga, también. No nos arrestará, mensa. – respondió Hicc. Siempre parecía saberlo todo. Mérida le codeó en las costillas por la forma en la que se refirió a ella.
-Bien, ¿qué están esperando? – apuntó Punzie. – Que empiece el reto.
No era un reto difícil al que los desafiaban, pero sí riesgoso para Elsa. Los muchachos sabían los peligros que eso ocasionaría, y no dejarían que eso le pasara a la chica de su equipo.
-Esperen, no podemos hacer eso ¡Podría congelarse así! – defendió James.
-Sí, podríamos herirla, tal vez no resista el frío. – No saben lo que es morirse de frío - . Piensen en otra cosa.
-No. – fue Elsa la que habló. – Lo haremos, como hicimos las demás cosas.
-Pero Elsa, en verdad enterrarte en nieve puede... Ya sabes. – dijo Jack pronto.
-Lo sé, pero no me pasará nada. Quiero hacerlo. Será solo que me cubran de nieve y me pongan ramitas, no será tan malo. Puedo soportarlo.
Jack admiraba su optimismo y determinación. Pero igual estaba preocupado. Cuando a Elsa se le metía una idea en la cabeza, era casi imposible quitarla de allí.
-Bien. – respondió con el mayor cariño protector. – Pero si comienzas a congelarte, grita. Y hagas lo que hagas, no cierres los ojos ante el frío.
-No me moriré, tranquilícense.
-Elsa, no sabes lo que te podría pasar, es mucho tiempo el que debes permanecer bajo la nieve y...
-He dicho que lo sé, Jack. Pero puedo soportarlo.
-Lo haremos rápido Elsa. – James se unió. De una manera silenciosa, él y Jack acordaban que la protegerían entre los dos con sus vidas. Podía decirse que la veían como el miembro más débil y la que necesitaba más cuidado de todos.
-Terminemos con esto. – Jack tomó su bastón y armó una gran pila de nieve dado que precisarían bastante para cubrir el cuerpo de Elsa. Tomaron trozos congelados en cada mano y empezaron por cubrir sus pies.
Iban a toda velocidad. Elsa estaba como una estatua. Si se movía, la nieve se caería. Al principio, la joven no sentía el frío. Hasta que la pila trepaba por sus caderas, donde el frío se intensificaba. Solo quedaba la mitad.
Debieron armar otra pila de nieve porque habían usado toda la nieve de la anterior. Era demasiada. Temieron más por Elsa.
Ya para cuando la nieve cubría su cintura, Elsa daba pequeños temblores. Debía concentrarse en no sentir nada, en no sentir el frío. Había cruzado montañas nevadas y vivido en un castillo de hielo, podía resistir esto. Piensa en Olaf, o en Marshmallow. Ellos eran nieve, creados por ella. Si ella podría crearla, podría soportarla.
El proceso del armado se ralentizó al llegar a la parte baja de su pecho. La nieve colapsaba al plasmarse en la zona y se desarmaba parte de la estructura. Era casi tan difícil como hacer castillos en la arena. Lo peor era que el frío era maléfico llegada a la zona cercana al corazón. Su sangre se paralizaba en los pies y brazos, y de a poco, el entumecimiento se adueñaba de su cuerpo. Resiste.
Por fin, quedaba la parte de su cabeza por cubrir. Jack y James se movían más rápido. Lo único que dejaban al descubierto eran sus ojos, nariz y boca.
-Necesitamos más nieve.
Jack obedeció las órdenes de James, rezando en su interior que Elsa fuese lo suficientemente fuerte. Quedaba poco.
-Listo.
Los chicos se alejaron apara ver su "obra maestra". El rojo inspeccionó.
-Huh... le falta algo...
-Oh, ya sé. – James se tiró al suelo, juntó varias ramitas y piedras y las clavó una en cada brazo, tres sobre la cabeza y algunas piedras como botones.
-Muy bonito, no me ha encantado, pero pasa la prueba. – Hiccup les dio el sí de parte de todos.
Jack y James se giraron para desarmar a Elsa de su prisión congelante, pero ella ya estaba quitándose la nieve de encima. Estaba completa, solo un poco pálida y temblaba de a ratos.
-¿Estas bien? ¿Cómo te sientes, cansada? – Jack se apuró en decir. Cubrió sus manos con la suya para sentir la temperatura de su cuerpo. Pero no notó nada. Debía estar tan fría como la de Jack, y eso era mucho decir.
-Sí, solo con un poco de frío. Eso es todo. – respondió, su aliento formando una pequeña nube.
-¿Quieres mi remera? – peguntó James. Fue como una bomba inesperada que anonadó a ambos equipos. Elsa no pudo añadir palabra alguna porque James ya se había quitado la remera, dejando al descubierto su torso enmarcado.
Presumido. Jack no quiso quedarse atrás. ¿Era así como pensaba jugar James? Como si ya no lo hubiese visto con el torso desnudo. Se notaba que el granjero quería desesperadamente su atención, y como si a Elsa le interesase ver su cuerpo. Jack no lo soportó.
-Toma la mía. – Jack imitó el gesto. Ambos chicos estaban haciendo una exhibición de su cuerpo, solo por Elsa. El resto de las personas se inmutaron.
-Usa la mía, así tu cuerpo se calentará un poco. Dudo que la de Jack sea de mucha ayuda.
-¿Insinúas que mi ropa es más inservible que la tuya?
-No, solo digo que necesita calor corporal.
-Pues tengo demasiado calor corporal que estoy seguro que te mueres por saborear.
Por el amor del cielo. ¿Cuál es la necesidad de quitarse sus remeras? Si piensan que así pueden lograr algo de cualquier mujer, están equivocados. No es siquiera necesario. A veces se comportan como niños. Solo falta que se quiten los pantalones. ¿Qué se creen? Elsa no lo podía creer a qué nivel los había llevado esa tonta rivalidad que no podía comprender. Sabía que a Jack no le agradaba también, pero no estaba segura de sí ocurría lo mismo del otro lado.
Pero que los dos estuviesen comportándose de esa manera, estaba muy fuera de los límites.
-¿Quieren dejar de ser unos críos? – culminó la Reina. – No necesito su ayuda, gracias. Y no necesitan esta absurda demostración de ustedes mismos porque no es algo que me interese. Y además... el frío a mí nunca me molestó.
Caminó lejos de ellos, a enfrentar a los jueces. Jack y James agacharon las cabezas y se vistieron de nuevo sin hablar. Touché.
Mérida se aclaró la garganta. En cierta forma, sentía pena por los chicos.
-Huh... ¿Alguien ha visto a Chimuelo?
-Tienes razón. – dijo Punzie – No recuerdo haberlo visto irse.

-Oh, debió haberse ido a cazar, ya volverá. – se despreocupó Hiccup. – Viendo que ya comienza a hacerse tarde, iremos con el siguiente reto que será una búsqueda de objetos. Como no tenemos en qué escribir porque nuestras cosas están en el campamento, se las diremos y deben recordarlo. Deben concluir antes de los diez minutos. Punzie. – le cedió la palabra.

-Estos son los objetos: un nido de pájaros, telas de araña, plumas de aves, insectos como mariposas, libélulas, escarabajos, gusanos, etc., flores azules con espinas rojas, hongos, y estiércol, una piedra con forma interesante, musgo y piñas de pino. Buena suerte.
Elsa, además de temblar, estaba a punto de vomitar. No es que le desagradara la naturaleza, pero algunas simplemente no podía permitirse gustar.
-Bien - dijo Jack –, son objetos sencillos pero tenemos que movernos juntos, así será más rápido, y si podemos nos dividiremos algunas cosas.
-Su tiempo comienza... ahora. – sentenció Mérida. Rapunzel, a su lado, contaba los segundos.
El azul se dispersó siguiendo al Guardián, que salteaba habilidosamente el traicionero sendero del bosque. Las ramas les rasgaban las ropas y la piel, pero a esa altura del partido ya estaban acostumbrados a los "mimos" de la naturaleza.
Fueron directo a la zona frondosa y con más vegetación del sector.
-Comiencen por buscar lo más sencillo. – dijo Jack. Voló hacia las ramas altas de los árboles. Después de merodear las maravillas de aquel inmenso árbol en el que estaba, en un hueco halló el nido de un ave. Por desgracia, la madre alada estaba allí. Sería difícil. Metió la mano, despertándola. Al instante siguiente, Jack se había estrellado contra el suelo.
-¡Jack! – Elsa fue a ayudarlo. Tenía sobre sí un pájaro de importante tamaño, furioso, y picoteando su rostro. Como podía, él intentaba ahuyentarla con su bastón, mientras que con el otro brazo se cubría el rostro y sostenía un nido vacío. Había tenido la gentileza de dejar los huevillos en el árbol.
Elsa arrojó una fuerte ventisca acompañada de esferas de nieve que parecían balas hacia el ave atacadora. El pájaro chilló con furia y regresó a su hogar.
-Diablos. – Jack sentía los arañazos de sus potentes garras arder en su cara. Un hilillo de sangre se escurría desde su ceja hasta su ojo. Elsa le hizo sentarse, sin siquiera hablar. Con cariño y gentileza casi maternal, arrancó un trozo de su estropeado vestido, lo envolvió con una fina capa de hielo y le limpió la sangre con la misma.
Jack se olvidaba del dolor al verla cuidar de él, como había hecho hacía tiempo atrás. Una vez en diciembre. Pero ahora, no había palabras que decir. No hacía falta. Solo había lugar para sentimientos que no tienen términos, y miradas. Hay miradas que significan todo. Como cuando una madre mira a su hijo. Como cuando se mira a un libro que te ha llegado al alma. Como cuando se mira a alguien que simplemente no se puede dejar de amar. Porque Dios no lo quiso así. Porque uno no quiere dejar de hacerlo. Amor incondicional, es uno de sus nombres. ¿Pero el amor tiene verdaderamente un nombre? ¿O solo son sentimientos a los que se suelen interpretar con un "te amo"? ¿Y si existieran otras formas de demostrarlo?
Entre tanta reflexión, Jack no había notado que Elsa se alejaba para recoger una pluma caída del ave que había huido. Era del color de la canela en el principio, luego descendía en un azul tornasolado hasta concluir en pintas blancas y negras. A continuación, Elsa se acercaba a él, con su mano tendida. Él la tomó y se incorporó. Le sonreía.
-Dos pájaros de un tiro. – sostenía la pluma en alto.
Jack sonrió, un viaje que le regresó a la realidad.
-Tenemos dos de los objetos. ¿Qué falta? No los recuerdo...
-Flor azul, espina roja, flor azul, espina roja. – repetía James a lo lejos, agachado contra la maleza como un sabueso rastreador. Se detuvo a mirarlos una vez, pero rápidamente alejó la vista. – Yo los recuerdo. Nos faltan las telas de araña, insectos, hongos, estiércol, piñas de pinos, musgo y la piedra.
Elsa investigaba los árboles, en busca de cualquiera de las cosas mencionadas. Los bosques de Arendelle eran diversos, había zonas donde habitaban toda clase de criaturas y especies tanto de plantas como de animales. Y había otras desérticas donde solo había tierra y árboles desvencijados. Esta parte era una mezcla perfecta de ambas.
Logró recolectar una mínima cantidad de musgo de distintos árboles. Para que nadie se quitase la remera de nuevo, Elsa desgarró otro trozo de su falda para utilizar para cargar los objetos, y con cuidado de no exhibir nada innecesario de su cuerpo. James colocó allí algunos hongos con aspecto extraño y de color rojo brillante a naranja rojizo.
-Puaj. Encontré una tela de araña con insecto incluido, ¿cuenta? – dijo Jack, sosteniendo en la curva de su bastón de madera la fina red blanquecina. Elsa se acercó a él, con la bolsa abierta y la depositó en ella. Terminarían antes de los diez minutos por lo visto.
James seguía rastreando como un perro, gateando y con la nariz en la tierra. En un momento, pareció rendido.
-Desearía que los árboles hablaran. No veo nada más de lo que buscamos. No hay pinos por aquí, y menos flores. Solo son rojas con espinas azules. Y no veo insectos ni debajo de las rocas.
-Entonces debemos movernos. – dijo Elsa. - ¿Alguien sabe cuánto tiempo vamos?
Los dos negaron con la cabeza. Perdieron la noción del tiempo hacía rato.
- De acuerdo... Eso nos complica un poco. Podríamos ir hacia el este donde no hemos ido. Tal vez haya algo, síganme.
Siguieron en fila a la joven esta vez. Caminaron unos minutos, rastreando pero sin hallar nada. El reto se complicaba. Y estaba por ponerse peor.
-Huh... ¿Chicos? – James hablaba desde el final de su trayecto con cansancio. Jack y Elsa se dieron la vuelta para mirarlo. Aunque Jack más bien rodó los ojos y lo aniquiló con los mismos. ¿Es que se cansaba tan rápido de caminar? Maldito mundano. No es que los mundanos mortales le diesen jaqueca, porque sus nuevos amigos lo eran. Incluso Elsa lo era, o algo así. Pero James era una clase de mortal diferente. Tenía el récord de meterse en líos que superaba incluso al mismísimo Jack Frost. Por el amor de...
-¿Qué pasa, James? – dijo Jack.
-No me siento... Bien.
El otro se balanceaba e intentaba estabilizarse sosteniendo los troncos, tenía aspecto extraño. Parecía estar a punto de... James vomitó.
-Oh, no. James. – Elsa se movió rápido y sostuvo su largo y rizado cabello marrón. Cuando sus náuseas cesaron se enderezó, limpió su boca con el dorso de la mano y lamió sus labios. Pero sus ojos estaban perdidos e increíblemente, sus pupilas ocupaban casi todo su contorno esmeralda.
-Mhmm, no sabe a fresa.
-¿Qué?
-Que no sabe a... Oh, ya lo olvidé. – y se echó a reír como un poseso. – Tienes, tienes... ¿Estás vestida en hielo sabes? – sus palabras se arrastraban mientras le hablaba a la muchacha. ¿Estaba babeando? – Y tú, Jack el pirata, tienes... cabello... blanco. – otra risotada.
-¿Huh?
-¿De qué estás hablando? ¿Has fumado algo que no debías?
-¡Jack! –le reprochó Elsa.
-¿Qué? Es una suposición, hace un rato estaba bien.
-James. James. – Elsa intentaba captar su atención, pero James se escurría como una mariposa en busca de algo invisible sobre las ramas. – Escúchame. Aquí estoy. Concéntrate. ¿Has hecho algo de lo que no debías? ¿Has tocado algo, o te has pinchado o...?
Pero el granjero comenzó a saltar sobre las pequeñas rocas, entonando algo como "En un bosque, en una cabaña, un hombre vio de su ventana un conejito brincar y que quería entrar." O "sigue el camino amarillo".
-¡James! – Jack no podía contener la risa por mucho. Era un sueño hecho realidad.
-James no está aquí, viejo. – y siguió saltando. Elsa se golpeó con la mano en su frente. Se paró frente a él y sostuvo sus hombros. – Mhmm. Tú sí sabes a fresas.
-James, dime qué has hecho.
-Oh, no. – Jack había abierto la bolsa y sostenía en alto uno de los hongos que él había recolectado y que estaba mordido. Jack se acercó a ellos.
-¡Oh, James! ¿Sabes qué es esto? – Elsa tomó el hongo y se lo enseñó frente a sus narices.
-¿Un hongo mágico del amor? – dijo mientras reía y miraba sobre el hombro de Elsa, literalmente a la nada.
-No, es un Amanita muscaria. Es un hongo venenoso y sumamente alucinógeno. El tipo de envenenamiento se caracteriza porque los primeros síntomas son molestias estomacales, náuseas y vómito. Más tarde aparece excitación y nerviosismo, alucinaciones, dilatación de pupilas y taquicardia. James, esto podría traerte problemas.
- ¿James, acaso has sido tan estúpido como para haberte comido un hongo venenoso? – dijo Jack.
-¿James, acaso has sido tan estúpido como para haberte comido un hongo venenoso?
-¡No copies lo que digo! Esto es serio, James. Además de que nos harás perder.
-Espere, lo comunicaré con la recepcionista. – James tomó una roca y la posó sobre su oreja. - ¿Hola? Sí, llamaba para preguntar si estaba James. – luego alejó la piedra y la cubrió con su mano. Le respondió al Guardián susurrando.- James no está, viejo. ¿Quiere que le diga que llamó?
Jack puso su cara de "de qué rayos estás hablando" y "mátenme aquí y ahora".
-Aghh, ¡James! ¿Es que no haces nada bien? Tienes que ser siempre tú el que lo hecha a perder, ¿verdad?
-¡Oye, eso rima! – dijo James, para luego cantar. – Eres tú James, el que no hace nada bien. Siempre lo hechas a perder, y los ciempiés tienen muchos pies.
-Me rindo. Dejémoslo morir aquí, será un bien para todos. – Jack pasó su mano sobre el hombro de Elsa y empezó a caminar a otra dirección. Elsa se zafó de su agarre.
-¡Jack! Deja de ser así. – Elsa se puso firme - No es su culpa, así que por favor, ya para.
-¿Qué no es su culpa? ¡Él fue quien se comió un hongo venenoso!
-Es que creí que sabía a fresas... -James puso cara perrito mojado. Elsa acomodó de su melena salvaje un mechón morocho que le caía sobre los ojos. Le daba cierta pena.
-¿Ves? Debió haber pensado que era comestible. Será mejor que lo llevemos con Punzie.
-¿Y el reto?
-¿Prefieres una tonta competencia antes que un compañero?
-¿Por qué lo defiendes tanto Elsa? Sí lo amas tanto, entonces cásate con él.
-¡Ya empezaste! Lo defiendo porque él no es como nosotros, es diferente. – es James...
-¿A qué te refieres con diferente?
-Él no se puede defender por sí solo como el resto de nosotros. Y yo misma lo he arrastrado conmigo aquí, lo que supone riesgos para él a los que no siempre puede resguardarse. ¿No te parece que deberíamos tenerle un poco de compasión?
-Oh, ya veo. Ahora eres su especie de guardián solo por ser normal.
-¡No! Solo lo protejo, como lo haría con cualquiera. Si tú fueras como él, ¿cómo te gustaría que te trataran?
-Si fuese una carga, haría que me dejen de lado por el bien de los otros. – señaló a James, que se estaba sacando un sombrero imaginario ante una pequeña ardilla.
-¿Una carga? ¿Acaso no ves donde los celos te han traído? Es patético lo que haces. Y ya estoy cansada de ello. Tú no eras así Jack. Y no tienes por qué serlo. No sabía que esta fuese tu forma de pelear por nosotros. Solo empeoras las cosas.
-Estoy siendo realista, Elsa.
-Estás siendo cruel. Yo te amaba por cada detalle tuyo, inclusive tus defectos. Te amaba hasta por tu arrogancia, travesuras, bromas pesadas, orgullo. Pero ahora eres... Distinto a ello. Y me es difícil amarte. Solo te pido que seas comprensivo con alguien diferente. No que lo protejas, no que lo quieras, eso sería mucho pedir de ti. Solo que dejes los celos de lado. No es quien eres.
-¡Pero no puedo no sentir esto! Me sale de mí, me enoja, me controla.
-¿Y no puedes hacer algo al respecto, Jack? – el enfado crecía como la arena que cae en un reloj.
-¿Por qué no haces algo al respecto?
-No es mí situación, tú eres el de los celos. Arréglalos tú.
-Bueno, gracias por dejarme solo a la deriva, Elsa. No creí que él amor significaba dejar que el otro solucione sus problemas, pelee sus batallas por sí solo. Gracias por aclararme las ideas. – habló con sarcasmo.
-Oigan... - dijo James.
-Ahora no, James. ¿No ves que estamos hablando? – Jack lo fulminó con la mirada.
-Pero...
-¿Qué pasa, James? – dijo Elsa. Lo primero que quería era terminar esa discusión que no llevaba a nada.
-Tengo la rocosa.
-¿La qué?
-La rococosa, la rococó, la raco... - James no podía decir roca. – Esto.
Señaló la piedra que había colocado en su oreja, tenía forma de un corazón magullado. O de un maní.
-Perfecto, uno menos. – Elsa le dio la espalda al Guardián, no tenía ganas de lidiar con él y su temperamento por el momento. Tampoco ella podía mantenerse en sus cabales si continuaba. Colocó su mano en el hombro de James. - ¿Estás seguro que puedes aguantar hasta que recolectemos todo y te llevemos con Rapunzel?
-Clarinete. – Sonrió bobamente y siguió buscando, mientras tarareaba – Ahí vive un panadero, en Aker Este. Hace pasteles y bizcochos de Navidad. Hace unos grandes, hace unos pequeños, hace unos con azúcar encima...
-Ya deja de cantar. – Jack le dijo con tono despectivo. También buscaba algo, pero no sabía qué. Estaba más bien concentrado y molesto en la conversación con Elsa. Pero... Elsa tenía algo de razón. Era lo mismo que Hiccup le había dicho. Diablos, ¿lo había vuelto a arruinar? Hombre en la Luna, dame una señal...
James en respuesta, eructó.
-Whoops, lo siento.
-Eres un cerdo. – fue lo peor que había dicho. Inmediatamente, James comenzó a hacer sonidos del animal y a correr por todas partes. Elsa tuvo que correr detrás de él para que no se escapase. Se estaba hartando un poco, no solo de James, sino de Jack.
-Tú busca lo que nos falta, yo iré volviendo a donde están los demás con James. Intenta hacerlo rápido o perderemos esta cosa. – le dijo a Jack, sin siquiera dirigirle la mirada y ella y el cerdo-humano se alejaron por entre la arboleda. Pero antes de verla irse, Jack trató de decirle algo.
-¿Elsa? – la llamó. Al oír su nombre en esos labios, el sonido que tanto amaba escuchar, Elsa se dio la vuelta. Su cara era una máscara fría. Debía estar pensando que Jack seguiría reclamándole cosas. Entonces, la verdad no pudo ser formulada por el Guardián. No tenía palabras. No sabía qué decir más que: - Nada.
La decepción barrió los ojos de cielo de la muchacha, se lo esperaba también, pero Jack ya no los vio más.
Jack suspiró en su soledad. ¿Qué era lo que les faltaba? Oh, sí. Flores azules con espinas rojas, (¿crecían esas allí?), las piñas y el estiércol. Genial, simplemente genial.
Las piñas fueron fáciles de encontrar, tomó menos de un minuto de vuelo hasta que divisó algunas. Las flores, le costó un poco más. Debió alejarse bastante de donde se había separado de Elsa y James pero fue lo suficientemente veloz en encontrarlas. Faltaba el estiércol, pero el tiempo se debía estar acabando, supuso, así que prefirió volver con su equipo. Seguro encontrarían lo que faltaba por el camino.
En menos de cuatro minutos, Jack ya estaba de regreso con los azules que seguían caminando a paso lento por el bosque en busca de Hiccup, Rapunzel, Mérida, y si estaba, Chimuelo.
-¿Tan rápido? – Elsa sostenía las flores que Jack le entregaba y las guardaba en su bolsa, al igual que con las piñas.
Jack solo asintió.
-No he conseguido el estiércol. – al igual que Elsa, Jack no la miraba a los ojos para responder. Los tres tenían la vista fija en el horizonte salpicado de floras. Mejor dicho, solo Jack y Elsa, porque James seguía delirando.
-I tell you what I want, what I really, really want.
-No te preocupes, James lo hizo. – respondió la muchacha mientras él seguía su desconocido canto.
-If you wanna be my lover, you gotta get with my friend. Make it last forever, friendship never ends.
-Me imagino. – comentó Jack sin ánimos. Dicho eso, comenzó a percibir el importante olor que emanaba de una bolsa aparte que sostenía James.
-Al principio pensó que era una papa. – añadió Elsa, aunque sin necesidad. El ambiente estaba tan filoso que cortaba, y era mejor que decir nada.
-¡Lo llamaré Francis! – se alegró James, sonriendo a la bolsa maloliente. – Y él será mío.
-Claro, James. Se llama Francis. – dijo Elsa. Una sonrisa se dibujó en sus labios, secos por el día agitado que estaban teniendo, al verlo a James tan... ido. Se había tardado en pensarlo, pero verlo delirando era una cosa tan chistosa con la que podía reírse con él.

En menos de lo que canta un gallo llegaron a destino. Los jueces por poco estaban dormidos.
-¿Dónde rayos se han metido? No le hemos pedido que fabriquen cada cosa. – apuntó Hiccup.
-¡Sí! – dijo Punzie al desperezarse, agotada – Han pasado más de quince minutos.
-¿Qué? No es cierto... - se quejaba Jack. – ¡Pero tenemos las cosas!
El rojo se miró entre sí. Silencioso fue su acuerdo, y aceptaron pasar en alto el exceso del límite de tiempo.
-Veamos qué tienen aquí. – Mérida abría la bolsa más grande mientras sacaba los objetos. – Tres piñas... Las flores. Los hongos. Musgo. Una piedra de forma extraña. ¿Se supone que sea un corazón? – Punzie asintió – De acuerdo... Huh, hay una pluma. Esperen, esto está mal.
-¡Qué! No, debe haber un error. – quien se quejó en esa oportunidad fue Elsa.
- No. No hay error.
- Pero, ¿por qué?
-Les hemos pedido plumas. Y aquí hay solo una.
-¡OH, VAMOS! – Jack alzó los brazos y los sacudió en el aire, exasperado. Se podría decir que su enojo había renacido de las cenizas como un incendio que parecía muerto. Solo lo parecía. – Eso ni siquiera cuenta, ¡tenemos todas y cada una de las cosas que pidieron! Incluso el estúpido excremento.
-Mhm, déjenme ver. – Hiccup tomó la bolsa de tela de hielo que tenía a "Francis". No necesitó abrirla para saber qué había, con olerla era suficiente. – Bien, eso está. – Tomó la otra bolsa idéntica. - La telaraña está. Pero el insecto... No.
-¡Hay una araña ahí!
-Sí, pero está bien muerta.
Jack se quería arrancar sus cabellos blanquecinos uno por uno.
-¡PERO ES UNA ARAÑA EN FIN! Eso pidieron, cualquier insecto. Ahí lo tienen.
-Pero no dijimos un insecto muerto. Sino, un insecto, lo que corresponde a vivo.
-¡Aghhh! – gruñó y les dio la espalda al mundo. Les estaban poniendo de los nervios con sus juicios injustos.
-Lo siento, viejo. – el vikingo lo ignoró y sentenció. – No tienen el punto. ¿Verdad, chicas?
Rapunzel y Mérida dijeron que sí con las cabezas.
-Bien. – dijo Elsa con frialdad. – Quédense con su punto. Ganaremos el próximo.
-Esperen, ¿dónde está James?
-Oh, no. – Elsa fue inyectada con una buena dosis de desesperación- No, no, no.
-Tranquila, Elsa. – dijo Punzie. – Siendo James debe estar por aquí cerca.
-Tal vez fue a por el llamado de la naturaleza. –simplemente comentó el vikingo.
-¡No, no comprenden! Es una larga historia, pero el hecho es que James ha comido un hongo venenoso y alucinógeno. Aghhh, no puedo creer que olvidé haberme ocupado de él en cuanto llegamos. En sus delirios, podría estar en cualquier parte. O en problemas ¡No debí haberlo perdido de vista! – Elsa se reprimía a sí sola, frustrada.
Inmediatamente, la pandilla entró en pánico.
Primero buscaron en los alrededores, gritando su nombre. Al no haber pistas, siquiera huellas de él, se alejaron del perímetro. Fueron más lejos de la línea de hielo que Jack había marcado para uno de los desafíos, expandiéndose como ondas sobre el agua. ¡James, James! Cuando se creía había pasado una eternidad, se escuchó un ¡James no está aquí viejo! Desde el este. Mérida, Elsa y Hiccup eran los más cercanos a esa dirección, y llegaron primero al lugar procedente de los gritos. Se encontraron con un confundido Chimuelo, y con James abriéndole la boca y metiendo su cabeza.
-¡Francis, estás ahí! – se oía el eco.
Los tres recién llegados se abalanzaron sobre su cuerpo y lo sacaron de la boca del dragón. Le hicieron recostarse con la espalda sobre un tronco mientras los jóvenes buscaban heridas o síntomas de la ponzoña. Chimuelo intentaba alejar el sabor a James de su lengua.
-¡Vinieron mis princesas al rescate!

Jelsa, Una Historia de Amor Verdadero (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora