Prólogo

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Hyde Park, Londres, 22 de enero de 1919

- ¿Has recibido noticias de Gwendolyn y Gideon?
- No – Dijo Paul mirando a Lucy con ternura y una sonrisa de medio lado.  
Ya habían pasado unos años desde el enfrentamiento contra el conde de Saint Germain, aunque para Gwendolyn sólo habían pasado unas horas, pero aún no sabían si había sido una derrota o una victoria.
- Tengo miedo por lo que le haya podido pasar a nuestra Gweny, ¿y si no lo han logrado?¿Y si no ha funcionado, y Gideon no es inmortal?
- No te preocupes princesa, Gwen es fuerte, - rió por lo bajo – al fin y al cabo, es una mezcla de Montrose y De Villiers. Además, Gideon la protege.
- Ya, pero hay tantas cosas que pueden haberse torcido...Pero tienes razón, es nuestra hija, lo habrá coseguido. – Frunció el ceño al ver la expresión de nostalgia reflejada en la cara de Paul.
– ¿Qué pasa?
- Nada. Eres tan hermosa. Cada vez que te miro pienso en Gwendolyn. En el tiempo que podríamos haber pasado con ella. En lo que se parece a ti. Toda una Montrose – sin contar con que tenía el pelo negro, como los De Villiers – Podríamos intentarlo, - Agarró con fuerza las manos de Lucy – formar otra vez una familia, aquí en el siglo XX.
Paul enmudeció al ver que Lucy perdía la mirada en el horizonte.
- No estoy preparada, no ahora. Nos hemos perdido diecisiete años de vida de nuestra hija, y no unos cualquiera. Nos hemos perdido su infancia, sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus primeras amistades, sus primeras rabietas...Y también estamos atrapados en el siglo XX, nos perderemos toda su vida  - Esta vez no pudo contener las lágrimas y se echó a los brazos de Paul, el cual la abrazó con más fuerza.
- Lo sé princesa. Pero no podemos lamentarnos, eso ya forma parte del pasado, o del futuro, ya me entiendes. Sabemos que será feliz, y aunque nosotros estemos aquí en 1919, ella nos seguirá queriendo. Y sabemos que Gideon la cuidará, la ama más que a nadie en el mundo. – Esto último lo dijo casi sonriendo. –
Lucy se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas con el pañuelo bordado que Lady Tilney le había regalado.
- Te amo, no se qué haría si tú no estuvieras. Siempre me haces feliz, o me ayudas en mis momentos difíciles, pero no, ahora no es tiempo de crear una familia. Me comprendes, ¿no?
- Sí, si tú no estás preparada, respeto tu opinión, porque te quiero. – Paul le besó la mejilla,  y bajo el tacto de sus labios, notó un ligero sabor a sal, y sonrió.-
En la orilla del lago, se sentaron en un banco y vieron el atardecer cogidos de la mano.
Durante diez minutos nadie habló, hasta que Lucy suspiró y se levantó del banco con aire eufórico.
-Tengo la sensación de que pronto sabremos sobre Gwen y Gideon. Ahora, vayamos a casa o Lady Tilney se enfadará.
-¿Por qué tantas prisas? – Preguntó Paul desconcertado
-Porque hoy toca redecorar la casa – Una amplia sonrisa se extendió por su rostro.-
- Vayamos, pues – Le tendió el brazo y caminaron juntos hacia la mansión de Lady Tilney.

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