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¿Qué pasa? – dije
- Nada. Me alegro de que todo ya forme parte del pasado. Me alegro de que estés bien y no te haya pasado nada. Me alegro de que ahora podremos estar juntos para siempre. – contestó
- Sí, pero ¿nada de secretos?, ¿me quieres de verdad o  me estás engañando? Si eres sincero, podremos seguir siendo amigos y no me enfadaré, nada cambiaría. – dije preocupada
- Nada. – sólo dijo eso
- ¿Qué?
- Nada de secretos. Nada de mentiras. Nada de engaños. Nada de dejarte de lado. Quiero que seamos un equipo, porque juntos somos imparables. Quiero que hagamos todo juntos, porque sin ti no soy capaz de hacer nada. Por eso tienes que confiar en mí, sabes que puedes confiar en mí. Siempre estaré ahí, te lo prometo. Te quiero. Esta vez no te miento. Ya lo sabes, la última vez lo hice porque te quiero y no quiero que te pase nada. Fue lo más difícil que he hecho en toda mi vida. No podría dejar de quererte nunca. – Se adelantó un paso hacia mí y me estrechó entre sus brazos.
- Gracias. – me aferré más a él – Te quiero.
Subí la cabeza para mirarle directamente a sus preciosos ojos verdes y de repente me besó. Al principio con cuidado y ternura, luego apasionadamente. Sumergió su mano en mi pelo y yo le rodeé el cuello con mis brazos. Me elevó del suelo y me llevó al sofá. Estuvimos sentados (besándonos) durante..., no sé cuánto, quizá segundos, quizá minutos, quizá horas, no lo sé, pero me gustó. Cuando paramos, nos sentamos con las piernas cruzadas el uno frente al otro.
Extendió su brazo y me acarició la mejilla, luego mi luna (la marca de nacimiento que tenía en la sien) y luego me agarró un mechón de pelo y lo retorció delicadamente entre sus dedos. Sin hacerme daño.
- ¿Sabes algo del conde? – pregunté
- No, bueno, lo mismo que tú. Está encerrado en las mazmorras de la logia en Temple. Luego tendremos una reunión, y lo traerán para interrogarlo, después se lo llevarán y harán lo mismo con nosotros, lo de interrogarnos digo.
- ¿Qué sentiste?
- ¿Cuándo? – me preguntó desconcertado.
- Cuando me viste en el escritorio y el conde te disparó, ¿qué sentiste?
- No sabía si funcionaría lo de ser inmortal, pero cuando me dispararon, me dolió claramente, pero lo que más miedo me daba no fue el que iba a morir, fue lo que te haría el conde a ti.
- Cuando vi como te caías al suelo, toda esa sangre, de verdad pensé que no había funcionado. Sentí como si alguien me quitara parte de mi vida, la mayor parte, a ti. En ese momento nada me importaba, ni que me muriera ni nada, solamente tú. – Una lágrima recorrió mi rostro y Gideon me la secó con su pulgar derecho. Ya no me acariciaba la mejilla, ni tampoco agarraba mi mechón, ahora sujetaba mi cabeza con sus manos.
- Oh, Gwen, tranquila. Todo ha pasado ya. Ahora nada se interpondrá entre nosotros. – Me dio un beso en la frente y luego miró su reloj. – Llevamos aquí 2 horas, quedan otras dos. ¿Qué quieres hacer? – Acomodó un cojín en el apoyabrazos del sofá y se tumbó, luego hizo un gesto para que me uniera a él – Estoy más cómodo así – sonrió - ¿Qué tal las cosas en tu casa?
- Bien, aparte de que mi madre ha pasado a ser mi tía abuela, mis hermanos y primos, mis tíos segundos, mis tíos, tíos abuelos y mi abuela, bisabuela, todo va bien. – Él acariciaba delicadamente mi cabeza y bajo mi sien, notaba cómo su pecho ascendía y descendía. – Todo ha dado un giro inesperado. Nada será lo mismo. - dije soltando un suspiro pues mi vida en casa antes de que empezaran los viajes en el tiempo y esas cosas ya era un poco rara, ahora lo sería más aún. Y lo que más me importa, Charlotte, mi tía, si antes me miraba con tanto aire de superioridad, imagínate ahora.
- Yo seré el mismo. – lo dijo serio, y lo decía de verdad, lo supe por la forma en la que me miraba.
- ¿Raphael se quedará aquí? – pregunté. La verdad, quería cambiar de tema porque no me apetecía hablar sobre lo que acababa de pasar. Si por fin tenía un rato para estar a solas con Gideon y olvidar el pasado, lo aprovecharía, no siempre tenía tiempo para hablar con él o para tener la mente en blanco y no preocuparme de nada.
- Supongo. Ha cambiado para bien desde que llegó aquí. – respondió
- ¿Sabes que está saliendo con Leslie? – dije divertida porque sabía que él todavía no lo sabía.
- No lo sabía, pero no me extraña, por eso ha cambiado, por eso se quedará, por ella. Una cosa más que nos une – dio una palmadita en mi antebrazo. Después de eso estuvimos callados unos minutos y nos quedamos dormidos. Sólo debimos de dormir 1 hora porque cuando me desperté, vi a lo lejos el reloj de cuco que marcaba las 18:00 horas. Gideon tenía los ojos cerrados y un mechón de su cabello caía desordenadamente sobre su frente. Se lo toqueteé un rato y luego retiré la mano rápidamente y me hice la dormida. Gideon había abierto los ojos y sonreía. Abrí un ojo para confirmar si seguía mirándome y así era. Le sonreí y le di un beso en la mejilla.
- ¿Qué tal ha dormido la señorita Sheperd? ¿Ha tenido un colchón cómodo?
- Pues mire usted señor de Villiers que era muy cómodo, con alguna que otra extremidad tocándome delicadamente la cabeza. Y la mejor compañía, que es lo que más me ha gustado. – agachó la cabeza un poco y me besó en la boca. Fue un beso más de saludo y agradecimiento por que estuviera ahí con él que de pasión. Mientras pensaba eso debí de sonrojarme porque Gideon soltó una risita y se quedó mirándome.
- ¿Te apetece asistir a la reunión? – le pregunté
- Sinceramente, no. Si por mí fuera les mandaba una carta diciéndoselo todo en vez de ir a la reunión para que nos interroguen. Pero, tanto da, es lo que tiene ser viajeros del tiempo. – me respondió. Era la primera vez que Gideon decía que no quería ir a una reunión. Seguramente nunca le ha apetecido ir a reuniones, pero nunca lo ha dicho en voz alta.
- Sí, es lo que tiene. Por cierto, ¿has visto hoy a Madame Rossini?, es que he pasado por delante de su taller y no la he visto.
- No lo sé, le habrán dado el día libre. Porque de momento no tenemos que hacer misiones en el pasado y vamos a estar ocupados con las reuniones.
- Ojalá nos dieran el día libre a nosotros también. – dije - ¿Qué vamos a hacer con el cronógrafo?, me refiero al que tengo.
- De momento, tenlo guardado. Si quieres, cuando hayamos asistido a las reuniones y no hagamos misiones, nos podemos ir juntos de viaje a algún sitio e irnos con el cronógrafo, para poder elapsar. Si lo piensas bien, nunca hemos podido estar juntos y solos. – dijo. Le miré arqueando las cejas, porque en esos momentos estábamos solos y juntos. Él debió de interpretar bien mi expresión porque siguió hablando. – A ver, me refiero a que no hemos quedado nunca. Una cita, un viaje, ya sabes. Esto es una obligación, no cuenta. – entendí lo que quería decir y asentí.
- ¿Y a dónde quieres viajar?
- Podríamos ir a Roma, a Venecia, a Milán, a París, no sé, a donde quieras.
- Tendremos que irnos en secreto, nadie lo puede saber. Ni siquiera la familia. Además, tienes que prometer que me guardarás el secreto de que tengo un cronógrafo. – dije
- Claro
- ¿Cuánto queda?
- 45 minutos, ¿qué vas a hacer esta noche?
- ¿Es una cita?
- Puede ser – sonrió de medio lado
- Nada, como siempre – le respondí
- ¿Qué te parece si te invito a cenar, damos un paseo y nos vamos al cine? – me propuso
- Mmmm... Suena bien.
- Luego me quedaré sólo en casa porque Leslie ya se habrá ido – Raphael y ella habían quedado en su casa para ver una peli – y a Raphael hoy le ha apetecido ir a dormir a casa de Falk. Así que..., si quieres, te puedes quedar esta noche en mi casa para hacerme compañía.
- ¡Señor de Villiers, pervertido! ¿No querrá llegar muy lejos? – le puse una sonrisa pícara y  le di un golpecito en el hombro.
- ¡No! Claro que no, sólo quiero que la señorita Sheperd me acompañe esta noche.
- Vale, si quieres, vamos a cenar después de que termine la reunión. – le propuse.
- Está bien – dijo - ¿Por qué Charlotte hoy no ha venido?
- ¿Es que te preocupa? – le pregunté un poco celosa.
- No. A ver, tienes que entender que ha sido mi mejor amiga desde pequeño, nos hemos criado juntos. Sólo preguntaba.
- El señor Marley me ha dicho que como aún no hay misiones, no tiene que ayudarme en nada y además no puede estar presente en las reuniones.
- Ah, vale. Una cosa.  – dijo
- ¿Qué?
- Charlotte me dijo que habías salido y te habías... ya sabes, que habías hecho eso con todos los chicos de tu curso y del superior.
- ¡Quééé! ¡Claro que no!, y ¿encima justo yo?, que soy de las más torpes del colegio. No, no. No he tenido nunca un novio antes que tú y no me he liado nunca con ningún chico tampoco. Charlotte te lo dijo para que te olvidarás de mí y te quedarás con ella, porque, por si no te has dado cuenta,  está también enamorada de ti. Alguna vez me amenazó y me dijo que no me acercara a ti. – solté al principio un poco indignada.
- Vale, ¿en serio?
- ¡Claro que sí, nunca lo he hecho!
- Y por cierto, lo de olvidarte sería imposible. Gwendolyn Shepherd no puedo sacarte de mi cabeza. - lo dijo más serio de lo que pensaba, porque yo estaba a punto de sonreír pero como vi que él no lo hacía, paré. - Charlotte me cae bien, pero no satisface mis necesidades. – Esta vez sí que sí, me guiñó un ojo y sonrió. Sonreí satisfactoriamente sin que él me viera.
En ese momento pensé en Xemerius. Hubiera dicho que le daba asco tanta sensiblería y preguntado que por qué siempre estábamos igual. Ahora que me paraba a pensar, no había visto a Xemerius desde esa misma mañana ¿Qué habría estado haciendo durante todo el día?
- ¿Te esperabas algo como que el conde se hubiera reencarnado? ¿Y encima en Mr. Whitman? – pregunté un poco sumida en los recuerdos de ese espantoso momento.
- Para nada. Fue muy inesperado. Pero no me daba muy buena espina ese tal Mr. Whitman, ¿sabes? – me respondió.
- La verdad es que a mí nunca me gustó, no me interesé mucho por él. ¿Qué harán después de interrogarle?
- Quizá lo digan en la reunión, pero de momento no tengo ni idea. – dijo Empecé a sentirme mareada y vi que Gideon estaba igual.
- ¿Ha llegado la hora? – pregunté
- Sí – miró su reloj y se levantó rápidamente del sofá conmigo de la mano y me colocó en un sitio exacto para que en el futuro no nos chocáramos con ningún mueble. – Te quiero – me sonrió y pude contestarle lo mismo antes de que todo hubiera desaparecido ante mí.

DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora