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- Gwen, ¿no te das cuenta?

- ¿De qué?

- Esta puerta debería estar abierta. Algo va mal - Empezó a dar vueltas por la habitación revolviéndose el pelo frustrado. Se sentó en la silla que anteriormente había golpeado y apoyándose con los codos en sus rodillas, hundió la cara en sus manos cansado. Algo iba mal, sí, él estaba mal. Me acerqué a él, me arrodillé en frente de él y le agarré las manos apartándoselas de la cara. Sus grandes ojos verdes me miraban fijamente.

- Gideon, ¿te pasa algo? Estás muy raro desde esta mañana.

- No, Gwen, no me pasa nada, en serio. - ninguno de nosotros apartó la mirada. Mirándole a los ojos era más fácil saber que mentía. Sin embargo, no quise insistir. No era el momento de hablar de eso.

- Vale. Pues entonces vamos a buscar algo aquí. Al fin y al cabo esta es la Sala de los Documentos, algo tendrá que haber. - le cogí de la mano y le levanté. - Busca tú en ese lado y yo buscaré por aquí. - Murmuró por lo bajo y se fue a abrir cajones con mala gana.

Tras una hora buscando yo no había encontrado nada y Gideon no dijo nada en ningún momento, pero decidí parar, ya que habíamos revisado toda la habitación y no encontrábamos nada.

- Gideon, ¿encuentras algo? Porque yo no y hemos revisado en todos sitios.

- Que va. Si ya te dije que no encontraríamos nada aquí abajo. Aunque me preocupa que la puerta esté cerrada...

- ¡No seas paranoico! ¿Solo porque una puerta está cerrada pasa algo malo? Bah, tonterías. - me senté en la silla y lancé a Gideon una mirada para que se sentara también. - Sigue quedándonos media hora. ¿Quieres hablar de algo en especial...?

- No. Estoy cansado. Voy a cerrar los ojos un rato. Cuando empieces a notar mareos, avísame. - mientras él hablaba se tumbó en un sofá antiquísimo que había en el fondo de la habitación y, poniéndose las manos detrás de la cabeza, cerró los ojos y no volvió a hablar.

- Pues nada, me quedaré yo aquí, sola, sin hacer nada - lo dije en alto para por si Gideon me oía, así, recapacitaba y se venía a hablar conmigo. - ¿Nada? Vale, pues yo..., también voy a cerrar los ojos - improvisé un poco porque además no sabía qué otra cosa hacer.

- ¡No! - gritó Gideon - Tienes que estar vigilando.

- ¡Ajá! A esto sí que contestas, ¿no? Era broma. Descansa y yo ya te aviso. - me saqué del escote el móvil para jugar a algún juego y no aburrirme. Al instante Gideon apareció y me lo quitó de las manos. - ¡Eh! ¿Qué haces?

- Serás irresponsable - dijo sonriendo y yendo de nuevo al sofá.

- Pero, ¿por qué me lo quitas?

- Porque estás vigilando y si alguien entra y te ve con esto... En esta época te recuerdo que no existe.

- Ya, ya, será eso - dije sonriendo.

- Sabes que sí, Gwen, va en serio. - soltó una carcajada seguida de un suspiro.

- Pues vale. ¿Pero no estás enfadado?

- No. Claro que no. - dijo mientras se tumbaba.

- Genial. ¿Cuánto queda?

- 20 minutos. Así que por favor, calla y déjame dormir.

- Eres tan simpático - dije sarcástica.

Pasado el tiempo que quedaba para nuestro salto al presente, avisé a Gideon, el cual me devolvió mi móvil y me lo metí otra vez en el escote.

DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora