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¡Gwen, Gwen, Gwen! – gritaba mi hermana Caroline entusiasmada por mi llegada – Ya estás aquí, ¿qué tal?
- ¿No me vas a llamar sobrina?
- ¡Claro que no, sigues siendo mi hermana mayor! ¿Me prometes que nada cambiará? – dijo
- Te lo prometo.– la abracé con todas mis fuerzas.
- ¡Hola sobrinita! – oí que decía Charlotte con maldad.
- No me llames así – le lancé una mirada de odio.
- ¿Gwen?, ¡Gwen! – mi madre se acercó a mí corriendo y me abrazó. - ¿Qué tal estás mi niña? ¿Todo bien? ¿Te han hecho daño?
- No, todo ha ido bien.
-Mi preciosa Gwenny, me alegro de que estés bien - dijo la tía Maddy.
- Me alegro de verte tía Maddy – le di un beso en la mejilla – Ehmm, ¿mamá?, ¿puedo  hablar contigo?
- Por supuesto, vamos a tu cuarto. – me dio la mano y subimos las escaleras.
- ¿Qué quieres?, ¿algo va mal?
- No, no, claro que no, sólo quería comentarte algo. – tragué saliva – Gideon y yo hemos quedado esta noche, luego me quedaré a dormir en su casa porque está solo y me lo ha pedido.
- Mmmm... Vaaaleee – me contestó al ver mi cara de súplica. – te veré mañana. – me dio un beso en la frente y se fue. Cuando se cerró la puerta fui rápidamente al baño y me metí en la ducha. Me di mucha prisa porque no quería hacer esperar a Gideon. Cuando terminé de arreglarme, Xemerius apareció.
- ¿A dónde vas con tantas prisas? – dijo
- He quedado con Gideon.
- Pfff, adiós.
- Solté una carcajada y respondí.
- Adiós.
- ¡Gwen! Te están esperando – Gritó Nick desde abajo.
Cogí corriendo el pijama (no el de Hello Kitty) y lo metí en una bolsa. Salí corriendo de la habitación y bajé las escaleras. Cuando llegué abajo vi que Charlotte mirándome con odio porque había quedado con Gideon y claro, ella estaba celosa. Nunca aprobó nuestra relación pues ella también estaba enamorada de él.
- Woww, estás preciosa – me dijo mi madre – Pásalo bien – me dio un beso en la mejilla y desapareció en el pasillo.
- Bueno, adiós a todos. Hasta mañana – me despedí.
- ¡Qué! Y encima se queda a dormir a su casa. De verdad que esta chica me saca de mis casillas. – refunfuñó Charlotte encolerizada (y celosa).
- Adiós – dije
Al abrir la puerta salí y la cerré corriendo para que nadie escuchara ni viera nada. Gideon iba vestido con su cazadora negra, unos vaqueros que le sentaban genial y su sonrisa. Me miraba fijamente.
-  ¿Qué tal? – dije
- Bien, ¿nos vamos?
- Vale
- Me dio mi casco de la moto y me monté detrás de él, agarrándolo con fuerza.
- ¿Te quedas esta noche? – Me gritó porque íbamos en su moto que estaba en marcha y el ruido que hacía era ensordecedor, y a eso había que añadirle el ruido de la ciudad de Londres.
- Sí, ¿te parece bien? – le respondí
- ¡Claro!
No tardamos en llegar. Gideon me ayudó a bajar de la moto y me cogió de la mano. Entramos en un restaurante al que yo no había ido nunca, pero se notaba que Gideon sí, por su agilidad entre las mesas y los pasillos. Nos sentamos en una mesa al fondo del todo, aislados de los demás. Con intimidad. Eso me gustaba.
-¡Arghhhh! No te he preguntado por tus heridas de bala, ¿estás bien? Aishh, siento no haberme acordado. – dije avergonzada. Me pegué con la mano en la frente decepcionada conmigo misma.
- ¿Qué? Ah, las heridas, bien, ya casi no hay ni marca. Pero no me duele nada – sonrió mucho porque le gustó que me preocupara tanto. - ¿Y tu herida? –
- ¡Ah!, bueno, se curó hace mucho. Pero gracias por preguntar. – dije - ¿No te ha importado mentir sobre lo de si les estábamos ocultando algo?
- No, tranquila. Seguiré guardando tu secreto. ¿Por cierto, no deberíamos visitar a tus padres para contarles todo lo que ha pasado? – me preguntó Gideon.
- ¡Es verdad! Se me había olvidado por completo. Sí, deberíamos. Si no, se preocuparán mucho. – respondí
- ¿Vamos mañana? – me sugirió
- Vale
La camarera llegó y pedimos la comida. Nos la trajeron rápido y nos la terminamos a la misma velocidad.
- Voy a pedir la cuenta – dijo
- ¿Qué? No, no. La pago yo. – empecé a sacar la cartera del bolso pero Gideon me sujetó con la mano con ternura.
- Gwen, tranquila, lo pago yo. – no podía llevarle la contraria, era igual de cabezota que yo.
- Vaaalee, está bienn – guardé la cartera.
- Perdone, la cuenta por favor – Gideon pagó y yo me quedé con cara de desaprobación. Soltó una carcajada.
- Vámonos – dijo Gideon. Suspiré y me levanté de la silla.
El restaurante no estaba muy lleno, había pocas personas y la calle estaba en la misma situación. Gideon me agarró la mano y me acercó a él. Me rodeó el cuello con su brazo y lo apoyó en mi hombro, yo apoyé mi cabeza en su hombro.
- ¿No vamos a coger la moto? – pregunté desconcertada.
- Vamos a dar un paseo – sonrió de medio lado.
Caminamos tres manzanas y llegamos a Hyde Park. Había luna llena y lo iluminaba todo con una luz tenue acompañada por la de las farolas. No había mucha gente: un par de parejas besándose, grupos de amigos... Caminamos hasta el centro de Hyde Park donde nos sentamos en un banco un poco viejo, pero se notaba que lo habían pintado hace poco.
- ¿Estás bien? – me preguntó preocupado Gideon.
- ¿Qué? Sí, perfectamente, creo.
- ¿Crees?
- No sé, sigo asimilándolo todo. Intento no pensar en ello, pero no lo consigo.
- Tranquila, relájate, respira y olvídalo – me apretó un poco más entre sus brazos.
- ¿Qué lo olvide? – dije aturdida
- ¿Vamos a empezar esa misma discusión? – dijo. La primera vez que hicimos una misión juntos, maté a alguien y me dijo que respirara hondo y lo olvidara y me enfadé con él y le dije que él me daba ganas de vomitar.
- No, pero es que no es tan fácil, ¿sabes? Lo único que es real o se supone que lo es en este momento eres tú. Lo único que ha sido real desde el principio. En fin, olvidemos esto. ¿Vamos a ver una película en tu casa al final? – pregunté.
- Pfff, no sé, ¿te apetece?
- Bueno, ya lo veremos al llegar allí.
- Necesitamos conseguir ropa para mañana del siglo XX. ¿Qué te parecería ir al 5 de febrero de 1919? – me preguntó.
- ¡Ah!, es verdad, vamos a visitar a mis padres. Sí, supongo, iremos al taller de Madame Rossini y la distraeré mientras coges las prendas. Esta vez procura hacerlo con más discreción para que no te pillen. – le sonreí.
- Sí, lo intentaré. ¿Mañana es sábado? – preguntó
- Sí.
- Pues podemos pedir que elapsemos sólo una hora y así tendremos más tiempo para hablar con Lucy y Paul. Iremos después de elapsar. – soltó un poco cansado.
- ¿No sospechará nadie? – pregunté
- Si lo hacemos todo con cuidado, no.
- ¿Y qué hacemos durante todo el día?, ¿esperar sentados?
- Bueno, es sábado y estás en mi casa. Podemos descansar lo máximo que podamos. – dijo soñador.
- Ojalá podamos. Con tanta misión no he descansado bien desde hace unos meses. Ehmmm, una cosa.
- ¿Qué?
- Duermo en el cuarto de Raphael, ¿no? Pero si no quieres que duerma ahí y no hay más habitaciones, me voy a mi casa, no está muy lejos. – dije
- ¿Qué? No. Claro que no. No vas a dormir en el cuarto de Raphael y tampoco hay más habitaciones.
- Entonces, ¿me voy a mi casa? – dije un poco decepcionada.
- No Gwendolyn, eso es lo último que querría. No quiero pasar ni un minuto sin ti. Ni una noche en la que no está a tu lado. – dijo un poco poético.
- ¿Entonces?
- Pues que dormirás en mi cama, conmigo. –dijo serio.
- Ah. – esa noche no quería llegar muy lejos, así que se lo dejé claro – Vale, pero nada de sexo, todavía no.
- ¿Todavía? – dijo con una sonrisa pícara.
- ¡Señor De Villiers! No quiero hablar de eso.
- Entonces, ¿de qué quiere hablar Señorita Sheperd?
- Pues mira, ahora que me acuerdo. ¿Qué tal tus estudios de medicina?
- Pues no creo que apruebe este semestre.
- ¿Por?
- Ehh, ¿hola?¿Estoy ocupado con misiones en el pasado?¿Me acabo de volver inmortal igual que mi novia?¿Me han pegado varios tiros? La verdad, mi atención está en otras cosas. – dijo sarcástico. Y me di cuenta de que dijo "novia". Me llamó "su novia". Sonreí satisfactoriamente para mí misma.
- ¿En qué?
- En eso, que soy un viajero del tiempo y que soy inmortal. Ah, y en ti, por supuesto, lo principal. Lo que más tiene mi atención. – se acercó y me besó delicadamente los labios.
En ese momento llamaron a Gideon que se levantó y empezó a andar desde un lado del camino a otro. Yo mientras tanto, me quedé mirando la Luna y luego sólo a Gideon. No podía apartar la vista de él. Cada vez que se giraba me sonreía y yo le devolvía la sonrisa. Cuando la llamada terminó, volvió a su sitio en el banco a mi lado.
- ¿Quién era?
- La logia. Me han dicho que la próxima reunión será el lunes, pero que no estaremos presentes.
- Bien – dije por lo bajo triunfante.
- ¿Qué has dicho?
- Nada. Sólo que me alegro de que no tengamos que asistir a esa reunión. – solté aliviada.
- Sí, la verdad es que yo también. No me apetecen mucho. – dijo
- Por fin lo aceptas.
- ¿Por qué dices eso? – preguntó desconcertado.
- Pues porque antes decías: "Entregaré mi vida a la logia... Nosotros les pertenecemos y dependemos de ellos por completo... No debo anteponer mis necesidades..." – dije con tono burlón.
- Bueno, admito que al principio sí que estaba muy entregado hasta que supe los verdaderos planes del conde, que te quería matar para bienes propios. Me importas más tú que esa maldita logia. Ya no confío en ellos. – me explicó.
- Yo no confío en ellos desde el principio. – dije para mí. Nos callamos un rato y volví a hablar. - ¿Tienes noticias de tu madre?
- No. No he vuelto a hablar con ella desde que me llamó para decirme que a Raphael lo habían expulsado y se había escapado. – dijo.
- ¿Y te da igual? – pregunté sorprendida.
- No, claro que no. Es mi madre. Pero llevo igual desde los 12 años. Estoy acostumbrado a estas cosas. – respondió.
- Qué duro debe de haber sido.
- ¿Te preocupa?
- Gideon, es de tu madre de quien hablamos. – dije seria.
- No te preocupes por mí, ahora te tengo a ti. No estoy solo. – me dijo consolador.
Bostecé – adecuadamente, claro – y me apoyé contra su hombro.
- ¿Estás cansada? – preguntó preocupado por mí.
- Un poco, pero si quieres quedarte aquí, me aguanto. – dije un poco adormilada.
- No, Gwendolyn. Ni de broma. Vamos a casa ahora mismo. – dijo
- Lo siento, pero es que estoy cansadísima por todo lo que está pasando. Date cuenta que ayer casi morimos los dos. Eso me quita las fuerzas.  – me disculpé por estropear la cita - ¿Ehm, he estropeado la cita?
- No, claro que no Gwen. Ha sido la mejor tarde que he tenido nunca. Y lo mejor de todo es que no me voy a separar de tu lado aún. – dijo sonriendo.
- Vale.
Nos levantamos y andamos – no muy deprisa – hasta donde Gideon había aparcado la moto. Me tendió mi casco y se puso el suyo. Nos subimos a la moto y yo lo abracé como siempre y esta vez apoyé mi cabeza en su espalda también a causa de mi cansancio. No pude evitar sonreír al notar la sensación de dulzura y agrado por la conocida sensación de estar apoyada en Gideon, en su moto. En el trayecto, Gideon giraba la cabeza de vez en cuando y me sonreía.
- ¿Estás bien? – no paraba de preguntar.
- Sí. La verdad es que este paseíto en moto me está despertando un poco. – le respondí.
Al llegar a su casa me ayudó a bajar de la moto y cogió mi mochila.
- No, deja que la lleve yo. Puedo con ella. – dije
- Tranquila. Ve subiendo. Ahora voy, tengo que llamar a Raphael para saber si está vivo. – me dijo
- Vale.
Las escaleras eran medianamente anchas y estaban tan impecables que casi te reflejabas en las baldosas. Gideon me había dado las llaves del apartamento. Su llavero era gracioso: un diamante, – cómo no – una cosa de cuero que no sé que era y  un M&M rojo que sonreía pícaro. Abrí la puerta y entré. Dejé las llaves en el mueble que había nada más entrar. El apartamento era precioso, estaba limpio y ordenado y olía a Gideon, que siempre olía bastante bien. Me senté en el sofá y esperé a que llegara. No tardó mucho en aparecer con mi mochila echada a la espalda.
- ¿Está Raphael vivo? -  pregunté divertida.
- Sí, está ya en casa de Falk y está bien.
- Bien.
- ¿Quieres algo? -  se aproximó a la cocina y abrió la nevera. - ¿Quieres ver una peli? – me preguntó al tiempo que mordía una manzana.
- ¿Tienes leche?Que no esté caducada
- Sí, ¿caliente o fría?
- Caliente, por favor – le pedí.
Mientras calentaba la leche se puso a tararear una canción.
- ¿Quieres ver una peli romántica, de ciencia ficción, aventura, acción...? – le pregunté.
- Pff no se cual la verdad. ¿A ti te apetece? – dijo.
- Si quieres vamos a dormir. ¿Qué hora es? – miró su reloj y alzó de nuevo la vista.
- Las doce menos cuarto. La verdad es que nos convendría descansar. Vamos a dormir. – dijo Gideon.
Me dio mi vaso de leche y se acabó su manzana. Cuando hube terminado fuimos a su habitación. No era ni muy grande ni muy pequeña, tenía un armario, un mueble y una cama de matrimonio. Cogí mi mochila y me metí en el baño a cambiarme. Cuando salí Gideon ya estaba cambiado y estaba en la cama tumbado leyendo un libro , que dejó al verme.
- Bonito pijama – dijo
- ¿Te gusta, más el de Hello Kitty? – dije soltando una carcajada.
- Me da igual, todo te sienta bien. – dijo sonriendo.
- Gracias.
- Ven – me indicó dando unas palmaditas en la cama a su lado. Me tumbé junto a él de lado y él se puso en la misma posición. Nos quedamos cara a cara mirándonos en silencio. Noté cómo sus dedos empezaban a acariciar mi brazo delicadamente. Poco a poco fui cerrando los ojos por el sueño. Gideon lo notó y empezó a mover las sábanas para  cubrirme con ellas y luego me dio la vuelta de manera que le daba la espalda y me atrajo hacia sí abrazándome.
- Buenas noches Gideon – dije adormilada.
- Buenas noches Gwen – su voz sonaba muy clara, puesto que nuestras cabezas estaban pegadas – Te quiero – dijo susurrando. Como yo estaba medio dormida mi "te quiero" sonó aún más bajo, de hecho no sé si llegó a oírme, pero creo que sí porque noté detrás de mi nuca cómo sonreía y me daba un beso con ternura en la cabeza.

DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora