5. Sue es genial

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Cuando era pequeño, su madre solía decirle que una persona es lo que come. Ella argumentaba que comiendo vegetales sería grande y fuerte y por eso él acababa toda la porción que servía en su plato. Con el paso del tiempo, aprendió el valor de la tabla nutricional, y como todas las personas, lo olvidó cuando se convirtió en un adulto, porque era más fácil comer comida rápida que seguir las recetas de su progenitora.

Solía alimentarse fuera de casa cuando Matthew no estaba porque la cocina no era lo suyo. Sin ideas machistas. Toda su vida había vivido con temor al fuego. Después de ver el auto de su papá incendiándose hace diez años, intentó refugiarse lejos de las flamas porque le provocaban malos recuerdos; pero estaba intentando cambiar eso, no podía vivir con miedo.

También intentaba ser un poco más observador y vaya, esto sí que estaba lográndose a pasos agigantados, pues Nash le recordó el dicho de su madre. Se avergonzaba un poco de prestarle tanto interés cuando era obvio que, para él, Cameron no existía, sin embargo, no podía dejarlo. Cuando vio que solamente comía cosas dulces, que sus idas diarias a la cocina consistían en helado y cereal, recordó eso de que las personas son lo que comen. Y usando una metáfora, Nash parecía ser alguien dulce.

Lo recordó en la fila del supermercado mientras estaba surtiendo la lista de despensa por Mat, ya que su jornada había aumentado por motivos desconocidos y no tenía tiempo de hacerlo. Como amaba el exterior, se ofreció a conseguir las cosas. Justo en ese instante se encontraba en la fila de la caja número diecisiete, con varios vegetales, paquetes de comida procesada, sopas instantáneas y latas de Coca-Colas, porque al parecer era el sustituto del alcohol en esa casa.

Miró los anaqueles llenos de dulces en el pequeño pasillo, preguntándose qué podría gustarle a Nash. Poco sabía de él aparte de que estaba en su habitación todo el día, comía helado de sabores extraños y lo que consideraba asquerosos cereales de colores sin leche. Investigar qué dulce podría gustarle sacó su lado reflexivo, intentando entrelazar qué tendría que ver todo lo mencionado anteriormente aplicándose a otro tipo de comida.

Después de una exhaustiva búsqueda por los estantes que duró más de cinco minutos (por suerte el cajero era lento), decidió llevarle una bolsa de Skittles porque eran círculos de colores con sabores frutales, justo igual que el cereal; también añadió dos chocolates, por si acaso.

Cuando ordenó los anaqueles en casa, colocó los dulces en la mesa de las cajas de cereal. Por si las dudas, tomó una servilleta de papel y garabateó el nombre del chico, colocándolo con un pequeño trozo de cinta adhesiva.

Calentó una lata de sopa instantánea en la estufa. Eran las cuatro de la tarde de un jueves, había surtido la despensa después de salir de la facultad y ya no tenía nada más que hacer aparte de perder el tiempo. Tal vez se dedicaría a plasmar algo en uno de los lienzos, pues su nuevo bastidor había llegado hace un par de días y ese motivo era suficiente para intentar crear algo nuevo.

Se inspiró en un gato que observó en el camino a casa, era realmente precioso, tenía pelaje negro y ojos verdes. Se veía tan lindo que tuvo la necesidad de detener la marcha para sacarle una foto y acariciarle un par de segundos. El animal ronroneó rascándose contra su muñeca y profirió dulces maullidos cuando le vio partir. Estaba a punto de llevarlo a casa, pero notó que tenía un collar. Era probable que tuviera una familia cariñosa que se encargaba de todos sus cuidados, así que desistió, soltando un suspiro mientras subía al vehículo.

 Era probable que tuviera una familia cariñosa que se encargaba de todos sus cuidados, así que desistió, soltando un suspiro mientras subía al vehículo

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