Estar en una casa nueva provocó que se sintiera demasiado despierto a las seis de la mañana, así que se levantó más temprano de lo normal. Le gustaba el lugar, por supuesto que sí, no era caluroso, no había vecinos molestos con música a todo volumen y ni siquiera perros ladrando. Era como estar en el paraíso.
Tomó sus cosas, decidido a darse una ducha antes de ir a estudiar. Entraba hasta las ocho pero tenía más actividades pendientes de hacer. Como siempre dejaba todo para último minuto, había una lista de tareas a entregar que planeaba elaborar en menos de una hora.
Cuando salió a la estancia, encontró a su compañero en la cocina, inclinándose contra la barra para lograr bajar una taza de la cajonera superior. Apenas fue consciente de la baja estatura que tenía, para conseguir la pieza de cerámica necesitó treparse a una silla de madera.
Lo primero que hizo al verle fue saludar, tal vez de forma demasiado imprevista, porque el muchacho soltó una maldición mientras casi daba un salto; cuando las patas de la silla se balancearon, tuvo que buscar soporte en la pared para evitar caer.
—Eres de los que madrugan —Notó al estabilizarse—, eso me agrada. Ya me cansé de estar solo hasta que Nash despierte.
Cameron río débilmente, dejando la toalla y el bote de champú sobre el sofá. Se unió a él, sirviendo agua en una taza.
—¿Estudias? —preguntó, sentándose sobre un banco alto mientras intentaba ver dónde se ubicaban todos los trastos de la cocina.
—Ajá —respondió el muchacho, acercando el frasco de café y los sobres de azúcar—. Únicamente tres días a la semana, los otros cuatro trabajo en una farmacia. Aparte, cuido a Nash y eso cuenta como doble turno —bromeó en la última parte.
—¿Por qué? —Cameron levantó la mirada de su taza cuando el nombre del castaño de ojos azules entró en colación.
—Está... Uhm, es difícil de explicar —respondió, intercambiando su taza humeante en el aparato electrónico por la de Cam—. Sus padres me pagan por cuidarlo. Solo tiene quince años y a veces es muy... Dios, hombre, no sé cómo decirlo —Se pasó una mano por el rostro, vacilante—. Necesita mucho apoyo emocional. Y yo... lo quiero demasiado. Es muy susceptible a las cosas malas, todo le afecta.
Asintió, aun cuando no entendía la mitad de la explicación. No sabía por qué alguien necesitaba tanto apoyo, Nash parecía ser una persona que podía tomar decisiones por sí mismo. Le pareció extraño, pero decidió guardar silencio, colocándole una cucharada de café y medio sobre de azúcar a su taza.
—Por favor, no le digas nada sobre esto —pidió, bebiendo un sorbo de la mezcla.
Cameron asintió, sintiéndose un poco irónico por la petición.
—Mencionaste que no habla, así que creo que entablar una conversación con él será imposible.
—Nash no es mudo —murmuró—, solamente no le gusta hablar.
—Pero debe hacerlo ¿no?
—Debe, pero no lo hace. No le ha dirigido una palabra a su padre en sus quince años. Vivían en el mismo piso, se veían todas las mañanas, pero aun así sólo le decía un par de monosílabos a la semana. No suele hablar con muchas personas.
—¿No?
—No con todos. Te lo digo para evitar mal entendidos si alguna vez te sientes ignorado. Y siento decirte todo esto —Suspiró—. dios, probablemente parezco una de esas madres neuróticas que advierten a los demás sobre los defectos de sus hijos para que no sientan lástima por ellos.
Él negó con un movimiento de cabeza, dándole a entender que le agradecía por la información.
Después de acabar el contenido de las tazas, Matthew fue a cambiarse mientras él sacaba un cuaderno y comenzaba a trabajar en los apuntes. Veinte minutos más tarde le vio salir por la puerta principal, llevando una mochila colgada al hombro y una bata blanca.
Cuando estaba en el último tema, la puerta de la única habitación ocupada se abrió.
En cuestión de segundos, su otro compañero entró a la cocina. Era tan sigiloso que no le vio venir y solamente fue consciente de su presencia al escuchar las tablas del anaquel crujir y el sonido de la vajilla chocar entre ella. Sabía que tal vez se sentiría incómodo si espiaba su corto recorrido del refrigerador al lavabo, ya que cerca de allí se encontraban varias cajas de cereal.
Intentó ser lo más furtivo que resultase posible, tratando de fijar su vista en el cuaderno para no parecer un acosador. Se dio cuenta de que llevaba un pantalón deportivo Adidas color rosa pastel y una enorme camiseta blanca que le llegaba casi a medio muslo. A causa de la ropa desmedida podía ver su abultada clavícula izquierda, su piel tenía varios lunares y era tan blanca que parecía enfermiza.
Le resultaba imposible la forma en que lograba lucir tan frágil y débil cuando probablemente era igual de alto que él. Parecía que podía romperse en dos con la más fina corriente de aire. Y se veía enfermo, probablemente tuviese algún tipo de anemia o algo.
Le vio servirse cereal de círculos multicolores en el plato. Ni siquiera añadió leche, simplemente tomó una cuchara y fue directo a su habitación, sin dirigirle una sola palabra, como era esperado.
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Silence
Ficción GeneralEn el mundo de Cameron, Nash es la persona más silenciosa (confusa, destructiva y preciosa) que puede existir.