32. Cosas de Matt

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—¿Entonces?

—Sí, ya lo sé: dos veces al día.

—No, sólo es una en la mañana después del desayuno. Cuando me lo dijiste, le pregunté a la doctora y dijo que tu madre se sentirá mejor con esto.

—Bien. Gracias por todo, Matt.

Digamos cuando su madre se enteró de que vivía con un enfermero, creyó que sería buena idea preguntarle cada vez que se sentía enferma. Era como si de repente hubiese encontrado la sustituta perfecta de google a la hora de la automedicación.

Matt parecía alagado con eso, por lo que evitaba molestarse con su progenitora y entregarle los regalos comestibles que le preparaba su familia en compensación de sus medicamentos para cualquier enfermedad.

Después de haber solucionado todo, el castaño tomó su celular, frunció el ceño al ver la pantalla, tecleó unos segundos y regresó el aparato a la barra de la cocina, donde se encontraba sentado desde hace algunos minutos; todo bajo la vista de Cameron. Llevaba una camisa de botones floreada, pantalones cafés y una gorra hacia atrás. Tenía algo que siempre le hacía verse más joven de lo que era. O sea, parecía de la edad de Nash cuando claramente le llevaba poco más seis años. Era extraño que su apariencia no concordara con su actitud, sus preocupaciones diarias o su responsabilidad, porque al verlo por primera vez, lo más probable era que pensaras que era uno de esos revoltosos estudiantes que hacen vandalismo o skate callejero.

En fin, tendió la caja del medicamento hacia Cam, para que él se la entregara en su próxima visita.

—¿Está todo bien? —preguntó cuándo el chico volvió a mirar su teléfono por segunda vez. Es que él jamás se sobre interesaba en su teléfono. Cuando hablaba con cualquier persona, siempre procuraba alejarse de distractores.

Mat levantó la vista y sonrió, tomándose algunos minutos para responder un mensaje de texto que parecía importante.

—Oh, sí, sí —dijo, regresando el móvil a la barra. La pantalla volvió a iluminarse, desplegando un menú de mensajería—. Bueno, en realidad no lo sé.

—¿Qué ocurre?

—Bea —Suspiró, ocupado en lo que sea que hacía.

—¿Quiere terminar contigo?

—No exactamente.

—¿Entonces?

—Está... bueno, voy a ser padre.

Se quedó callado después de eso, no sabía qué decirle. O sea, ¿qué se decía allí? Por algo era gay, ¿no? Sim preocupaciones de úteros o periodos o chicas. Mat estaba preocupado, lo notaba, pero a la vez se veía un poco emocionado, como si estuviese aceptando lo que iba a ocurrir, porque bueno, después de un tiempo tendría que hacerlo, ¿no?

—¿Y eso es malo? —preguntó.

—No lo sé —Mat le miró—. Es decir, tengo veintitrés, ella es dos años mayor que yo, ya acabé de estudiar y tengo un trabajo estable. ¿Es malo?

Se sentó a su lado y negó con un movimiento de cabeza.

—Como no es un embarazo adolescente, creo que está bien. Y te gustan los niños, así que mejor aún, ¿no? Vas a tener tu propia familia.

El muchacho sonrió, parecía complacido con la idea, pero solo le duró pocos segundos, pues cambió su semblante mirando hacia la habitación de paredes rosas.

—No quiero dejar solo a Nash —suspiró—. Y tampoco sé cómo decírselo. Dios, me preocupa más contarle a él que a mi madre —dijo riendo con ironía, mientras pasaba una mano por su cabello.

SilenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora