Prólogo

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La lluvia caía a mares, casi parecía que nunca iba terminar y, para mi desgracia, me había atrapado. Miré el reloj de mi muñeca algo inquieta. No quería llegar tarde a casa... a pesar de que nadie me esperaba. Mi padre pasaba días en el desértico sótano en los más profundo de nuestras casa, saliendo únicamente para saciar su estómago o, con algo de suerte, darse una ducha. Ser ayudante del muy conocido científico Vegapunk no era para nada una tarea fácil, debían continuar con sus avances tanto juntos como separados. Le agradaba la idea de apodar a esas cuatro paredes bajo tierra como su "Pequeño laboratorio".

Y mi madre... ella se había marchado ya hace bastante. Una vez más, volví mi vista hacia mi muñeca, procurando apartar esos pensamientos que sólo me ocasionaban melancolía. Pronto anochecería, y todo por esos estúpidos rumores... Coloque mi maleta por sobre mi cabeza, preparada para en cualquier momento salir corriendo en dirección a mi casa... 

¡¿En qué estaba pensando al traer un paraguas agujereado?!

La verdad no soy de las se queda en el instituto para participar alguna actividad de algún club ó, de las que va con sus amigos a pasar el rato... y siendo muy sincera es que apenas y tengo un par. Ah, cumplo con el estereotipo de una ermitaña, ¡pero juro que no es porque quiero! La realidad es que papá siempre fue muy rígido en cuanto establecer reglas en casa y bueno... terminé casi que aislándome. Pero ese día en particular me distraje con muchas conversaciones que llamaron intensamente mi atención. Sentí una terrible ira en el pecho en cuanto escuche que en estos últimos días un grupo de hombres encapuchados capturaban a todo animal callejero para fines desconocidos. Inspirada por mis firmes valores y principios en contra del maltrato animal, acabe merodeando por las calles en busca de de esos idiotas para gritarles un par de las normas que estaban rompiendo con respecto a las leyes de protección animal. Y al parecer, los rumores no eran del todo cierto. Pregunte e investigué sin llegar a nada, hasta que la intensa y tórrida llovizna me alcanzo y dio por concluida mi obra heroica de del día. Hubiera continuado echando maldiciones al aire, si no fuera porque capte un tenue y débil maullido entre el estruendo ocasionado por la precipitación de agua contra el suelo. En el momento que lo oí lo busque por todas las direcciones al alcance de mis ojos. Espere unos segundos, con la esperanza de recibir por segunda vez esa señal. Y así paso.

Ahora estaba segura, venía del callejón a la derecha de la tienda en la que trataba de refugiarme. Si no fuera porque ese pequeño local cerraba temprano, lo más probable es que el dueño ya me hubiera echado con una escoba o algo así. Ignore mis pensamientos que involuntariamente me causaron gracia y salté hacia el callejón para evitar mojarme, cosa que no funcionó ya que al caer sobre un charco que no vi termine con las medias y el calzado empapados. Pero valió la pena, o eso pensé al ver al hermoso gatito acostada en una de las esquinas de una caja de cartón. El aire se escapo de mis pulmones cuando notó mi presencia, clavó sus grandes y sorprendidos ojos en mí. En su melena oscura resaltaba a la perfección un par de afilados y profundos orbes grises, el color tenía una intensidad que jamás había visto en algún otro gato, animal o ser. Sentí un escalofrío con la corazonada de que de alguna forma esa mirada tan gélida y recelosa era capaz de ver hasta lo más profundo de mi alma. Quede completamente flechada y muy conmovida.

Apenas y se podía refugiar de la lluvia gracias al escaso techo en la parte superior de los edificios que se amontonaban en el estrecho callejón. Una oleada de lástima me incentivo a dejarle mi paraguas. Con ayuda de algo de cinta adhesiva en mi maletín, quedo casi como nuevo. Fue entonces que me pregunté... ¿Por qué no pensé en esa solución antes? Ignore mis egoístas pensamientos y le brinde una sonrisa. No es como si fuera una profesional en el idioma o caras de gatos, pero sus facciones parecían indicar que no le hacía feliz tener mi presencia ahí.

-¿Tienes hambre? -No respondió (aunque era obvio ya al fin y al cabo, era un gato), casi hasta parecía ignorarme desviando su cuerpo de mi. Segundos después oí un gruñido proveniente de su estómago. No pude evitar soltar una gran carcajada ocasionando que su mueca de enfado creciera o... al menos eso interprete de su adorable y arrugado rostro.

-Está bien, está bien. -Le dije sin poder dejar de sonreír, hurgando distraídamente en mis pertenencias. -Me sobró la mitad de mi sándwich de pollo. -Informé con una sonrisa, como si estuviera hablando con cualquier otro ser humano y no con un gato.

Se lo dejé a unos centímetros de donde estaba acostado, aún en el interior de la caja. Cojeo hacia el, y luego de olerlo me mostró los dientes disgustado. No sé que me sorprendió más, el que haya rechazado algo preparado por mí, (cosa que nunca pasa) o la gran abertura en su panza. ¿Cómo un gato podía soportar una herida así? 

-Eres el primero que rechaza mi deliciosa comida. -Le dije fingiendo disgusto y sorpresa, tratando de despistar a ese ser y poder inspeccionar esa gran herida. Pensé un poco, y decidí tan sólo dejarle el pollo y quitarle el pan. El resultado fue diferente.

-No sabía que los gatos odiaban el pan... -Comente con una ceja levantada al ver que esta vez si se atrevía a darle una probada, sus ojos se expandieron por unos segundos y luego comió más y más rápido. Me causaba un gran dolor, quien sabe por cuantos días ese pobre e indefenso animal la paso sin probar algún bocado de comida. Y también me sentí sumamente satisfecha.

 ¡Lo sabía! Nadie se puede resistir a mis habilidades culinarias.

Aproveché su distracción e intente examinar su abdomen. En cuanto intente acariciar su lomo, recibí un fuerte zarpazo que dejo sangrado el dorso de mi mano. Pese al dolor, no me sentí traicionada o algo por ese estilo. Por el contrario, una profunda tristeza nació desde lo más bajo de mi estómago hasta viajara mi pecho adoptando una sensación de amargura. Su oscura melena de pelo ahora erizada, reflejaba lo asustado que estaba. Quien sabe lo que tuvo que haber pasado como para quedar en ese estado. 

¿Qué clase de persona sería capaz de lastimar así a un pobre e indefenso gatito? 

Su mirada desconcertada reflejaba algo de culpabilidad en cuanto no hice nada más que contemplarlo con melancolía. Tomó lo que quedaba de pollo entre sus dientes, y trató de esconderse en la esquina derecha de la caja. Me incorporé sobre mis pies olvidando la punzada que provenía de mi mano. Otro sentimiento afloro en mi pecho, ardiendo con una determinación que solo se mostraba cuando estaba por ser una locura inspirada por una sentencia que tomaba forma en mi cabeza. Había tomado una decisión, mañana volvería muy temprano y trataría sus heridas. 

No podía abandonarlo a su suerte... 

No noté cuando pero la lluvia había cesado y el riesgo de terminar empapada se había extinguido. No saben cuanto ansié poder llevarlo conmigo, pero por desgracia para mi padre todo animal que no fuese un conejillo de indias para sus experimentos era una amenaza para su investigación. Y si, discrepamos mucho por ese tema.

Una gran sonrisa se formó en mi rostro a medida que avanzaba alejándome de lo que ahora consideraría mi lugar favorito luego de despedirme con un enérgico ¡Volveré!  Logrando que mi pequeño amiguito se sobresaltarlo. 

No sé el porqué, pero sentía que hoy era el inicio de una gran aventura.

Law, mi lindo gatitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora