3 | «Gruñido»

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Inhale con fuerza para llenarme de valor, antes de bajar por las extensas escaleras que daban al sótano. Por cada escalón, un nuevo chirrido se daba a conocer. Esos estrechos pasillos con olor a humedad me causaban claustrofobia. Aumente la velocidad a mis pisadas, lo que por ende, aumentó el ruido. Finalmente llegue a la gran puerta de metal que me impedía el paso. Toqué varias veces lo suficientemente fuerte para que el sonido emitiera un eco por el estrecho pasadizo con poca iluminación. El único foco en lo más alto del techo parpadeo y sentí los nervios a flor de piel.

-¡¿Papá?! -Insistí ahora con mi voz, muy inquieta. Fue grande el susto que me lleve cuando de la nada su cara apareció en la redonda ventanilla de la puerta. Me eche para atrás por la sorpresa. Él me sonrió nervioso desde el otro lado del cristal.

-Hola cariño... -Saludo con un tono paranoico y voz nasal. Sabía que por sus ojos inquietas y su ansiosa forma de hablar que había llegado en el momento indicado. -¿Necesitas algo?

Suspire.

-¿Puedo ir al parque de diversiones el sábado?-La sonrisa nerviosa cambio a una mueca de disgusto.

-Conoces las reglas... -Su voz sonaba ahora autoritaria, un tanto oprimida al estar bloqueada por la puerta.

-No iré sola. -Repuse ante su mirada. Quien suspiro ahora fue él.

-¿Quiénes irán?

-Algunos amigos... -Levantó una ceja pidiendo más información que ni yo sabía. -¿Luffy? -Hizo otra mueca, conocía lo problemático que era él. -Y Nami... -Su expresión se suavizo. Medito unos segundos, debatiendo mentalmente si debía concederme el permiso o no.

-Está bien. -Comunicó con expresión rendida y cansada pasado unos segundos, a veces odiaba lo mucho que podía influenciar Nami en la gente. -Dile a Nami que te traiga antes de las siete. -Y sin más, cerro la ventanilla.

Me quedé ahí nada más, tratan de digerir mentalmente lo que acaba de suceder. Era la primera vez que veía su cara en casi una semana y eso era todo lo que me había dicho en menos de cinco minutos de conversación. Un profundo sentimiento de decepción me quemó el pecho. Maldije en voz bajá y me apresure en salir de ese tétrico lugar lo más rápido que pude.

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Día nuevo, energías nuevas y por lo tanto deseos nuevos de ver a Gatito. Llevaba conmigo algo de dinero, esta vez para alimentarlo con comida de gato. No podía tan sólo mimarlo con comida casera, eso le terminaría haciendo daño a largo plazo y peor si tenía una enorme lesión en el abdomen. Al llegar a su caja me poseyeron unas fuertes ganas de acariciarlo y tragarme su pequeño y peludo rostro a besos.

-¡Buenos días~! -Dije mientras acercaba mi mano con intenciones de ver si había ganado su confianza. Fue mucha la alegría que sentí cuando acercó su cara ligeramente a mis dedos, esperanzada aguarde a que hiciera algún movimiento que me hiciera explotar el corazón de emoción. Pero todos esos sentimientos se derrumbaron en cuanto clavó sus pequeños y condenadamente filosos colmillos sobre mi piel. Mi voz paso de emitir un grito a una masoquista risa de desquiciada. La confusión en su rostro incremento mis carcajadas.

-¡Ajá! -Dije al cabo de unos segundos señalándolo, él bostezo desinteresadamente. -¡Es un avance! -Declare victoriosa. Me miro indiferente y a la vez ansioso. Como si esperaba algo, lo supe casi al instante. Extraje de mi bolsillo una servilleta en donde había guardado un poco de mi desayuno. Observarlo comer me daba cierta paz. Esa indiferencia y egoísmo gatuno me resultaban muy interesantes y atractivos, a decir verdad.

Inconscientemente estire mi mano otra vez en dirección a su cabeza. Seguía mis movimientos de reojo, por lo que el no haber dado muestras de hostilidad fue para mi un silencioso} permiso de acariciarlo. Con mucho cuidado deslice mis dedos por detrás de sus orejas hasta su mentón. Fue grata la forma en la que cerro sus ojos, me percate que comenzaba a relajarse. Una sonrisa boba se dibujo en mi rostro, amaba acariciar a cualquier animal con pelo. Mi momento de felicidad acabo en cuanto abrió con velocidad los parpados, vi sus pupilas afinarse en una delgada y peligrosa línea. Se alejó de mi con brusquedad. Como si hubiera recordado algo... un algo que hacía difícil el ganarme su confianza.

Me levanté del suelo y estire mis brazos sobre mi cabeza. Para muchos seria muy tonto pensar lo contenta que me pusieron esos segundos en los que pude sentir su suave y brillante pelaje contra la yema de mis dedos. Me despedí de él con el mismo entusiasmo de siempre y, dando saltitos de felicidad, me encaminó al Instituto.

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-¡Victoria! -Exclamó Nami, levantando un puño al aire tras haberle contado el episodio que tuve con mi padre el día anterior, indicándole que había accedido siempre y cuando me devolviera a mi casa antes de la siete. Luffy y yo aprovechamos su momento de gloria para robar algo de su almuerzo. -Te dije que aceptaría.

-Mmm... -Asentí un tanto ida con los palillos en la boca. Luffy no desperdició la oportunidad y robo también de mi obento.

-Es extraño... -Mencionó Nami, ahora confundida, tomando con sus palillos los dedos del moreno. -Creí que estarías molesta. ¿Pasó algo interesante?

-De seguro se cruzó con un ratón en el camino o algo así. -Rió Luffy,+ liberando sus dedos de los palillos de Nami.

-Como sea -Me dio un suave codazo acompañado de un guiño. -, ponte algo lindo ese día o de lo contrarió no recibiré la paga acordada. -Expandí un poco los ojos, siendo consciente de la insinuación que acababa de dar. 

Estaba por exigirle respuestas pero el tiempo parecía estar a su favor, la campana anunció el final del descanso, Nami huyo en dirección a salón evitando responder a cualquier interrogante mía mientras Luffy me rogaba que le diera las sobras de mi obento.

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Al igual que el día anterior, salí del instituto a paso veloz sin esperar a mis dos únicos amigos. Frene al llegar a la tienda cerca del callejón en donde estaba Gatito, y con una sonrisa de oreja a oreja me le acerqué a la mujer que atendía.

-Una lata de comida para gatos, por favor.

-Enseguida. -Respondió correspondiendo a mi sonrisa. Pasaron unos segundos y volvió con lo que le había pedido. -Aquí tienes jovencita.

-Gracias. -Pagué. Y ya con la comida en mis manos planeaba irme pero, su voz me detuvo.

-Por lo que veo tienes un gato. -Asentí un tanto nerviosas, Gatito no era mío exactamente. Ella me miro preocupada. -Ten cuidado, últimamente hay un gato negro que muerde y rasguña a los niños que lo intentan tocar, todos creen que tiene rabia o algo así. Escuche que está tarde vendrán los de control de animales a llevárselo. -Mi sonrisa poco a poco fue desapareciendo. -No descuides a tu gato o podrían terminar llevándoselo por error.

-G-gracias... -Hice una reverencia tras asentir antes de marcharme.

Al llegar a su caja lo vi recostado dándome la espalda. Ya era hora de tomar una decisión, si control de animales se lo llevaba lo más probable es que nunca nadie lo adoptará, no al ser tan mañoso y desconfiado... por lo que tarde o temprano terminarían sacrificándolo, si es que no moría por una infección antes de ser encontrado. Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que hasta saboree el sabor metálico de la sangre escurrirse por mi lengua. Y, finalmente me rendí.

Deje mi maletín y la comida de gato a un lado. Lo sentí ponerse tenso al colocar mis manos alrededor de su tronco. Al ser víctima del pánico se retórico bruscamente intentando liberarse. Recibí muchas rasguños en el proceso hasta que finalmente logre levantarlo un poco por encima del suelo.

¿Y ahora qué?

No podía simplemente llevarlo así porque terminará escapado y mis manos la pasarían muy mal también. Se me ocurrió una solución. Con mucho esfuerzo logre meterlo en el interior de mi camisa, hasta acomodarlo en mi pecho. Un escalofrío recorrió mis entrañas al sentir su pelaje sobre mi piel. Al quedar en esa posición, se mantuvo inmóvil con las pupilas dilatadas, expandiendo sus estupefactos ojos como platos. Suspire ya más relajada, con cuidado recogí mis cosas del piso y corrí hacia mi casa. Tenía más o menos un plan formulado en mi cabeza. Mantendría escondido a Gatito en mi habitación hasta haberlo curado por completo y en el proceso de esto me ganaría su confianza. Mi padre no lo descubrirá ya que siempre la pasa encerrado en su laboratorio. Y tan-tan, final feliz.

Sonreí respirando desde ya el aroma de la victoria. No es como si justo hoy a mi padre se le ocurriera salir, ¿verdad?

Law, mi lindo gatitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora