1 | «Zarpazo»

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Llevaba aproximadamente veinte minutos esperando fuera de la puerta de la casa de Nami, con una impaciencia que solo ella sabía como y cuando sacar. Daba vueltas de un lado para otro, ansiosa y molesta; si seguía tardando lo más probable es no lograra tratar las heridas del gato del callejón a tiempo. ¡La tarde pasada, en la cual tuve mi encuentro con aquel bello ser, le había dicho que iríamos a la escuela más temprano por una razón de suma importancia! Tal vez el no haberle concedido tantos detalles y colgar la breve llamada tras darle tal declaración fue la razón de su demora. 

Desperté del trance que me provocó mis pensamientos en el momento que oí el chillido de la madera en cuanto abrió la puerta y finalmente salió, murmurando un muy adormilado Buenos días.

-Ya era hora. -Me gire hacia su dirección con ambos brazos cruzados. Ella respondió con un bostezo.

-Lo siento, se me hizo tarde. -Fregó uno de sus ojos, cansada y algo distraída. Nami solía tener mucha energía en las mañanas, por lo que su somnolencia solo significaba que anoche debió estar en medio de algo importante que le impidió descansar como lo haría normalmente. 

-Está bien, está bien -Suspire reemplazando mi mueca de disgusto por una pequeña sonrisa. -, solo porque estoy de buenas. -Me miro burlona, despertando en ella una curiosidad incluso más fuerte que su pereza y sueño acumulados. Y con una sonrisa, cuestionó:

-¿Qué? ¿Acaso te enamoraste o algo así?

Mi sonrisita hizo que la suya se congelará.

-Algo así. -No le permití decir nada, la arrastre del brazo antes de que pudiera cuestionar mi declaración. Corrí con toda las fuerzas que mis pocas atléticas piernas me brindaban sin soltarla, por lo que a ella no le quedaba más que ahogar sus ruidosas quejas y tratar de seguirme el ritmo. Al llegar al callejón me detuvo para calmar mi ahora muy acelerada respiración y esfumar los jadeos. Limpie las pequeñas gotas de sudor que comenzaban a deslizarse por mi frente con mi brazo. 

Nota mental: Ejercitarme un poco de vez en cuando.

-¿Estás loca? -Pronunció Nami con dificultad mirándome igual de cansada y jadeante con el ceño fruncido. Yo hice unos pasitos de baile emocionada, recordando por un segundo a Sanji, uno de los muchos pretendientes de Nami  perteneciente a los cursos superiores.

-De amor~.

-¡No me vengas con eso! -Ahora quien esperaba una explicación era ella, reposando sus puños por encima de su cadera. -¿Y bien? ¿Quién es el afortunado? -Su ímpetu e inquietud era casi palpable, o eso decía la forma en la que tamborileaba uno de sus pies contra el piso. -¿Es guapo? ¿Va a nuestro Instituto?

-Esta aquí. -Le respondí serena, dando por concluido mi baile. Sabia que eso la iba a emocionar aun más. Y tal como predije su reacción no se hizo esperar.

-¡¿Enserio?! -Por instinto peino su cabello, acomodo su uniforme y se coloco algo de lápiz labial con la ayuda de un pequeño espejito de mano que extrajo del bolsillo de su falda. Luego, miró hacía todos los lados con los ojos brillantes. -¿Dónde?

Una gotita de sudor resbalo por mi sien. ¿Es enserio Nami?  Fue muy divertido ver la extraña mueca de desilusión que se formo en su cara en cuanto señale a una desgastada y arrugada  caja de cartón con la figura de un gato desaliñado en su interior, a un par de centímetros de nosotras. 

¿Por qué siempre olvidaba mi cámara en ocasiones como esta?

-Lo veía venir. -Dijo mientras doblaba sus rodillas para ver con más claridad y de cerca al gato. El de ojos plata le soltó un gruñido, a lo que Nami solo torció los labios y arrugo el ceño con notorio desagrado. ¡Que divertido!

Law, mi lindo gatitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora