Capítulo 2

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Narra Camila

Entré al apartamento lanzando las cosas al sofá. No podía perder tiempo. En el camino, le pedí a Dinah que me comprara un boleto hacia Miami a las quince horas, eso me ayudaría a ganar más tiempo.

–¡Amor! –grité para avisarle a Austin que estaba en casa.

Abrí la puerta de la habitación y me sorprendió verlo todavía en la cama. Ya eran las diez y media de la mañana.

–¿Qué haces acostado todavía? –le pregunté –¿Te sientes mal? ¿Estás desnudo?

–Pero...pero ¿no ibas a trabajar hoy? –balbuceó él.

Lo noté nervioso. Me fijé en su piel que estaba brillante debido al sudor y también estaba un poco rojo.

–Sí –contesté acercándome al armario. –Pero se presentó un viaje de negocios y ahora debo ir a Miami.

Traté de parecer muy ocupada sacando la maleta y la ropa que me iba a llevar. Desde muy pequeña fui amante del orden, pero, esa vez, no pude ordenar prenda por prenda, así que solo metía todo dentro intentando que nada esencial se me pasase por alto.

–¿Miami? –preguntó él y se levantó de la cama con la sábana enrollada desde sus caderas–¿Por cuánto tiempo?

–No estoy segura –dije con una mueca pensativa –pero creo que serán algunos días porque...

En ese instante, me di cuenta de algo inusual en nuestra habitación. Como dije antes; desde pequeña fui amante del orden y observé algo que no encajaba. Me acerqué a la alfombra que estaba cerca de la puerta y levanté un brassier de color negro. Miré a Austin con una mueca de confusión.

–¿Qué hace esto aquí? –pregunté. Sostenía la prenda entre dos de mis dedos.

–No lo sé –contestó él desviando la mirada –Se te debe haber caído.

–Esta no es mi talla. Por ende, no me pertenece.

–Ah...

Austin estaba nervioso. No sabía qué decirme. Entonces, fue allí que lo comprendí todo. ¿Cómo pude ser tan idiota? Eran las diez y media de la mañana, él estaba en la cama, semi desnudo, completamente sudado y con la cara roja. Bien hecho Camila, te diste cuenta que tu novio de dos años te engañaba porque había un brassier cerca de la puerta.

–¿Dónde está? –pregunté lanzando la prenda al suelo.

Estaba molesta, sí, pero no solté a llorar como siempre me lo imaginé. Creí que si Austin llegaba a engañarme, mi mundo se terminaría, pero solo quería mirar a la mujer. Ver qué era lo que nos diferenciaba.

–¡Sal ya! Perra –grité –Sé que estás aquí.

–Camila, amor...no hay nadie –él se me acercó y pude confirmar su engaño con el olor a sexo que desprendía de su cuerpo.

Me sentí asqueada.

–¡No me toques! –grité y aparté sus manos de un golpe –Eres un asqueroso. Dile a esa perra que salga ya.

Empecé a buscarla debajo de la cama, detrás de la puerta y llegué al baño. Allí, observé una silueta detrás de cortina de la ducha. –Allí estás, perra– abrí la cortina y miré a la mujer que también me miraba con mucho miedo.

–No me mates –suplicó intentando taparse sus partes íntimas.

Era joven, rubia y, no lo negaré, tenía buen físico. La tomé del brazo y la jalé con brusquedad hacia la habitación. Nunca en mi vida había actuado de esa manera, pero sentía que mi orgullo se rompía. Sentía que los dos se burlaban de mí a mis espaldas y eso me frustraba.

Pasión y letras (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora