Capítulo 39.

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— No, tú no quieres esto, rubia —reaccionó Gonzalo a la situación, se separó de ella y la observó antes de cerrar fuertemente sus ojos.— Perdón, mil veces perdón por haberme comportado tan mierda contigo, soy un impulsivo de mierda y merezco que me golpees e incluso que no vuelvas a hablarme por el resto de tu vida, soy una jodida basura en el cuerpo de un humano, te pido por favor que me perdones —dicho esto Gonzalo se arrodillo ante Micaela, la abrazó por las piernas y como si un niño pequeño fuera el que estuviera allí, él comenzó a llorar mientras seguía pidiendo una y otra vez disculpas, Micaela bajo la mirada y mordió fuertemente sus labios ante lo que haría. Con las manos temblando al igual que sus piernas ella llevo sus dedos al cabello de Gonzalo y comenzó a acariciar de este tratando de consolarlo, se le veía lo arrepentido y así le haya hecho mucho daño ella sabía que el no era una mala persona, tan solo tenía la mala influencia de los demás y era muy impulsivo, soltó un suspiro y tomó la mano del chico para así levantarlo del suelo y abrazarlo como si no hubiese un mañana, acarició tanto su espalda como sus hombros tratando de calmarlo ya que cada vez el llanto era peor pero poco a poco su respiración logro estabilizarse al igual que él,  Micaela le sonrió de lado y dejo un beso en su frente.

— Quedas perdonado Gonzalo en todo caso yo también debería pedirte perdón, sé que te lastime sin darme cuenta al igual que como tú lo hiciste conmigo.. Yo no quería que esto sucediera pero parece que el destino nos tiene algo más preparado y creo que lo mejor es que ambos dejemos de hablarnos, mirarnos e incluso que ni siquiera respiremos al lado del otro porque hoy en día de lo que me doy cuenta es de que lo único que hemos hecho es lastimarnos el uno al otro —acarició su mejilla y miro hacía el techo al sentir la primer lagrima asomarse por sus ojos, limpió rápidamente de esta y se mordió la lengua, quería llorar a más no poder y tan solo quedarse con él y abrazarlo mientras le decía lo tanto que sentía haberle arruinado la vida y que él hiciera lo mismo pero consideraba que lo mejor era si nos alejabamos y hacíamos como si el otro no existiera. — Yo te deseo toda la suerte del mundo y que puedas encontrar a alguien que sepa como hacerte feliz día a día y no que se la pase peleando contigo.

Soltó un suspiro que para ella fue infinito y nuevamente unió su cuerpo al de él, dejó un suave beso en sus hombros y luego hizo lo mismo pero esta vez en sus labios. Estuvo a punto de irse pero las manos de Gonzalo la detuvieron y éste nuevamente la abrazó, seguía llorando a más no poder porque esa situación estaba destruyéndolo poco a poco al solo imaginar que Micaela estaba cerrando aquello que había comenzado o bueno, aquello que ni siquiera había tenido su principio y ella ya estaba dándole un final tan terrible y doloroso.

— No, no voy a dejar ir a la chica que amo, otra vez no —sollozo en su hombro reteniéndola contra su cuerpo, Micaela no le devolvió el abrazo tan solo se quedo parada allí como si de un maniquí se tratase, Gonzalo notó aquello por lo que decidió dejarla y quizás fue un gran error ya que al hacerlo, Micaela se fue de allí dejándolo completamente roto.

No había necesitado dejarlo sin hijos, le dio donde más le dolía y sabía que Gonzalo nunca se olvidaría de ese mal momento que había pasado lo cual era la idea, que todos los días de su vida la recordará como un amor imposible el cual aunque ruegue y llore como niño pequeño, no tendría.

Conviviendo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora