17. Lecciones intrauterinas

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El hombre no nace hablando. Sus primeras experiencias con el mundo que lo rodea y sus primeras

comunicaciones con él son necesariamente no-verbales. Aprende a mirar y a tocar por la manera en que lo

sostienen, esto constituye sus primeras y más importantes lecciones de la vida. Estas lecciones comienzan aun

antes de nacer, mientras el bebé todavía habita el útero materno.

En el momento de nacer, ya ha experimentado la diferencia entre la luz y la oscuridad, puesto que dentro del

útero no hay mucha luz pero no es totalmente oscuro. Ha aprendido a absorber líquidos -al ingerir líquido

amniótico que algunas veces hasta le llega a producir hipo- y tal vez también a chuparse el pulgar. Habrá

adquirido la habilidad de adaptarse a los movimientos maternos y también podrá rascarse y revolverse o estirarse

al sentirse sacudido o empujado.

Protegido dentro de su mundo acuoso, el feto siente el calor del líquido amniótico contra la piel de su cuerpecito y

escucha los movimientos internos del cuerpo de su madre. El doctor Joost Meerloo ha descripto al útero como un

"mundo de sonidos rítmicos", puesto que desde el primer vestigio de vida, el feto vive al compás del corazón de su

madre, en síncopa con el suyo propio, que late a un ritmo de casi el doble de velocidad. El bebé mismo, se mueve

rítmicamente dentro del útero; flota, se hamaca, y algunas veces hasta casi podría decirse que baila en los

primeros meses, cuando todavía tiene suficiente espacio como para hacerlo libremente.

En épocas más avanzadas de la vida, cuando las personas reaccionan en éxtasis al ritmo del rock o del jazz,

puede ser porque se sienten retrotraídos, aunque sea brevemente, al paraíso perdido del útero materno. El

descubrimiento de William Condón de que la gente se mueve constantemente al ritmo de los demás -los bebés

suelen hacerlo en sincronía con su madre- sugiere que esta experiencia prenatal con los ritmos humanos pueda

influenciarnos profundamente durante el resto de la vida. "El bebé nonato tiene capacidad para aprender a un ritmo

muy veloz" -ha escrito el fetólogo H. M. I. Liley- y llega a aseverar que el feto oye una gran variedad de sonidos:

Hemos descubierto que el útero es un lugar muy ruidoso. El feto está expuesto a una variedad de sonidos que

incluyen el latido del corazón de la madre, su voz y hasta los ruidos externos de la calle. Si su madre no ha

engordado demasiado, el bebe llega a percibir una gran variedad de sonidos del exterior: choques de automóviles,

sonidos ultrasónicos, música, etc. El ruido sordo que producen los movimientos intestinales de su madre, están

constantemente presentes. Cuando ella toma un vaso de champán o de cerveza, para el feto será como el sonido

de fuegos artificiales que estallan a su alrededor.

Debido a que el líquido amniótico es mejor conductor del sonido que el aire, las conversaciones de la madre

El lenguaje de los gestos. Flora DavisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora