.
Visualmente, la película es inocua. Desde una distancia prudencial, la cámara capta a cuatro personas sentadas,
hablando incansablemente. Se trata de una sesión de psicoterapia. Los dos hombres son psiquiatras que trabajan
en equipo y las dos mujeres son madre e hija. La hija es esquizofrénica.
Al pasar la película en cámara lenta y en silencio, surge un esquema bien claro. Cada pocos minutos la hija cruza
la pierna seductoramente, mostrando una porción considerable de los muslos, y se da vuelta hacia uno de los
psiquiatras en tal forma que uno de sus pechos lo enfrenta provocativamente, en un evidente signo de coqueteo.
Cuando la hija hace esto, la madre realiza otro gesto particular: se pasa el dedo índice por debajo de la nariz.
Inmediatamente, la chica descruza la pierna y suspende la conversación con el psiquiatra. Otras veces, la madre
cruza los tobillos de una manera especial, y se pasa el dedo por debajo de la nariz y el efecto sobre la hija es el
mismo.
Algunas veces, la madre da la impresión de aliarse con uno de los psiquiatras. Ante esto la hija reacciona
dramáticamente, revolviéndose en el sillón o poniéndose súbitamente de pie con una expresión de estupor en el
rostro. Sin decir palabra y sin ser conscientes de lo que están haciendo, ambas mujeres controlan mutuamente su
comportamiento, y de esta manera defienden y preservan su propia relación.
A medida que progresa la sesión se presentan variaciones en el esquema. La hija cruza la pierna e intenta
seducir al mayor de los psiquiatras; pero ahora el más joven, que parece interesado en la conversación con la
madre, se pasa el dedo por debajo de la nariz. Inconscientemente ha captado las señales descritas. Más aun:
durante toda la sesión el mayor de los psiquiatras se detiene a encender o a juguetear con la pipa, cada vez que
brinda su atención a la chica. Finalmente, cuando empieza a encender la pipa, la madre comienza inmediatamente
a rascarse la nariz.
Luego de largos años de estudiar películas de este tipo, Ray Birdwhistell, el pionero de los especialistas en
cinesis, ha llegado a la conclusión de que la base de las comunicaciones humanas se encuentra en un nivel por
debajo de la conciencia, en el cual las palabras sólo tienen una importancia relativa. Estima que no más del 35 por
ciento del significado social de cualquier conversación corresponde a las palabras habladas.
Hay oportunidades en que el científico es tan fascinante como la ciencia, ocasiones en que el propio punto de
vista del especialista, sobre la condición humana, forma e informa en grado extraordinario su trabajo. Ésta es la
verdad de la cinesis, que es la gran realización de un solo hombre: Ray Birdwhistell. La historia de la cinesis es
primeramente la historia del desarrollo de su pensamiento.
Birdwhistell comenzó a, interesarse en los movimientos corporales en 1946, mientras estaba estudiando
antropología en el Oeste de Canadá, y vivía entre los indios Kutenai. Notó entonces que los aborígenes actuaban
en forma diferente al hablar su propio idioma, que al hacerlo en inglés. Variaban la forma de sonreír, los
movimientos de cabeza, de cejas y todo en general.
"Fue algo que me obsesionó después que dejé el lugar", dice.
Parece que algunas personas son bilingües tanto en los movimientos corporales como en el lenguaje hablado.
Existen películas que muestran al famoso alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, pronunciando discursos
políticos en inglés, en iddish o en italiano. Sin sonido puede diferenciarse fácilmente por los gestos en qué lengua
se está expresando. Un francés no sólo habla el idioma, sino que gesticula como tal. Un norteamericano lo hace en
una forma que lo identifica claramente. Un especialista en cinesis puede distinguir un europeo de un
norteamericano solamente por la manera de arquear las cejas durante su conversación.
A fines de 1940, Birdwhistell se dedicó de lleno al estudio de los movimientos corporales. Como otros lo hicieron
después de él, partió de la idea de que las emociones reales básicas del ser humano, como la alegría, el temor o la
atracción sexual, se expresan de igual manera en las diferentes culturas. Por lo tanto, consideró que hay algunos
gestos y expresiones comunes a toda la humanidad. Era una presunción lógica —la mayoría de nosotros
pensamos que todos los hombres del mundo sonríen cuando están contentos, fruncen el entrecejo cuando están
enojados, etc. "Sin embargo", dice Birdwhistell, "rápidamente llegué a la conclusión de que no hay gestos
universales. Lo más que sabemos es que existe una expresión facial, una actitud o una postura corporal que en sí
misma no tiene el mismo significado en todas las sociedades".
El término "significado" es crucial en la afirmación de Birdwhistell. Desde el punto de vista anatómico, todos los
hombres sonríen, por citar una expresión familiar. Pero el significado de la sonrisa varía en las diferentes culturas.
Dentro de los Estados Unidos existen vastos grupos humanos muy propensos a sonreír, como en el Sur, y otros
que no lo son tanto, como por ejemplo en Nueva Inglaterra o menos aun la parte Oeste del Estado de Nueva York.
En la región de los Grandes Lagos, si una persona es demasiado afecta a sonreír, se presta a que le pregunten
"qué es lo que encuentra tan gracioso"; en Georgia, si una persona no sonríe, le preguntarán si tiene algún
problema. Esto no significa que la gente que más sonríe es más feliz, sino que en nuestra niñez aprendemos en
qué circunstancias corresponde sonreír y en cuáles se espera que no lo hagamos; este aprendizaje difiere en los
distintos puntos del país. Birdwhistell descubrió que no hay tal cosa como una simple sonrisa. La posición de la
cabeza, la expresión de los ojos y la postura general del cuerpo están involucrados en la sonrisa misma. Por
ejemplo, la cabeza inclinada hacia un lado puede añadir un aire de flirteo, mientras que una sonrisa que no
provoca pequeñas arrugas alrededor de los ojos, o que surge de un cuerpo tieso, puede parecer forzada.
Una vez concluidas las reglas universales, Birdwhistell dedicó su atención a la clase de gestos que tienen un
significado consciente y sobreentendido. El saludo es un buen ejemplo de ello; hacer "dedo" en la ruta es otro.
Cada cultura posee su repertorio especial. Un italiano al ver a una chica bonita suele tirarse el lóbulo de la oreja; un
árabe en una situación similar se acaricia la barba, mientras que un norteamericano mueve ambas manos
describiendo las formas de una figura de mujer. Sin embargo, estos gestos suelen usarse también a modo de
comentario irónico, cuando la mujer no es atractiva en absoluto, en cuyo caso la ironía del rostro, la postura o
alguna otra pauta denotan la diferencia. Del mismo modo, un soldado cuando hace la venia puede lograr la
aprobación o el ridículo de su superior, tan solo por la manera de pararse, por la expresión de su rostro, por la
velocidad o duración del movimiento de su brazo, o simplemente porque saluda en un momento inoportuno.
Birdwhistell descubrió también que los gestos descritos más arriba son sólo actos parciales que deben ir
acompañados de otros para tener un significado. Esto condujo a un avance real en el desarrollo de la cinesis.
Porque si los gestos son como las raíces en el lenguaje —"acepto" por ejemplo no tiene significado hasta que le
añadimos el prefijo que forma "excepto"— el movimiento del cuerpo también se parece al lenguaje en algunas
cosas, y puede ser analizado por un sistema similar al que utilizan los lingüistas para estudiar la lengua.
Desde 1959, el profesor Birdwhistell tiene su propio laboratorio en Filadelfia, en el Instituto Psiquiátrico de
Pensilvania del Este donde es investigador-jefe y director del proyecto de Estudios de la Comunicación Humana.
Allí lo entrevisté. Fue una sorpresa para mí, como hombre, porque sus escritos son profundos y académicos. Alto,
deportivo, de alrededor de cincuenta años, de voz inesperadamente profunda y un rostro acostumbrado a sonreír
con facilidad. Sus colegas lo consideran "brillante" y un "loco ingenioso", pero muchos otros, particularmente los
psicólogos, se quejan de que es demasiado teórico —polemista y muy provocativo en su teoría—, breve en lo
bueno, es decir, información sólida que pueda brindar material a otros profesionales.
"Prefiero ser el que hace las preguntas, y no el que da las respuestas", ha dicho de sí mismo.
El laboratorio de Filadelfia parece más una oficina suburbana que un laboratorio científico. Posee silenciosos
corredores, oficinas soleadas y depósitos repletos de todo tipo de instrumentos para el estudio de la cinesis. Si no
hubiera cámaras filmadoras o implementos para analizar las películas en cámara lenta, hubiera peligrado la
existencia de los especialistas en cinesis. Un proyector funciona a cualquier velocidad y permite que el investigador
examine y registre el film cuadro por cuadro.
Al estudiar las películas, Birdwhistell descubrió que existe una analogía entre la cinesis y el lenguaje. Así como el
discurso puede separarse en sonidos, palabras, oraciones, párrafos, etc., en cinesis existen unidades similares. La
menor de ellas es el "kine", un movimiento apenas perceptible. Por encima de éste existen otros movimientos
mayores y más notorios, llamados "kinemas", que adquieren significado cuando se los toma en conjunto.
Los norteamericanos cuentan con apenas cincuenta o sesenta "kinemas" para todo el cuerpo, incluyendo treinta y
tres para la cara y la cabeza. Estos últimos tienen cuatro posiciones para las cejas (levantadas, bajas, contraídas,
o movidas por separado); cuatro posiciones para los párpados, siete para la boca, tres maneras de inclinar la
cabeza (simple, doble, o triple asentimiento) y así sucesivamente. Es obvio que esto representa sólo una mínima
fracción de los movimientos que son capaces de efectuar el rostro y la cabeza. En realidad cada cultura otorga un
significado a unos pocos de los innumerables movimientos que corresponden a la anatomía del cuerpo humano.
Los "kinemas" pueden ser intercambiados entre sí algunas veces. Puede sustituirse uno por otro, sin alterarse el
significado. Si nos limitamos a las cejas, un simple movimiento al levantarlas puede expresar una duda o acentuar
una interrogación: pero también puede emplearse para dar énfasis a una palabra dentro de la oración.
Las normas del movimiento humano son tan complejas que no pueden ser analizadas a simple vista; primero
deben ser transcritas, problema que ha preocupado a los estudiosos de la comunicación. Birdwhistell halló la
solución hace unos años, inventando un ingenioso sistema taquigráfico que ha sido adaptado y empleado por
algunos científicos desde entonces.
Birdwhistell concibió un signo taquigráfico para cada "kine". La dirección del movimiento de cada "kine" se
registra mediante otro sistema de símbolos. Las siglas son sencillas y a menudo gráficas; por ejemplo, la cabeza
inclinada hacia un lado se indica con una H mayúscula (Head, cabeza) que lleva una línea que la atraviesa
diagonalmente. La sonrisa que muestra la dentadura se representa con una media luna, que encierra los dientes
en ella. Los hombros encorvados tienen como símbolo una T mayúscula, las puntas de la barra de la T se elevan
ligeramente como el techo de una pagoda.
Este peculiar sistema taquigráfico es la clave de la investigación técnica denominada microanálisis, que
constituye un procedimiento extremadamente concienzudo y largo. A la velocidad normal, la mayoría de las
películas proyectan a razón de veinticuatro cuadros por segundo. Por lo tanto, para poder efectuar un
microanálisis, el investigador debe registrar todo lo que sucede —cada movimiento de las cejas o de las manos,
cada cambio en la postura del cuerpo— en los veinticuatro cuadros por cada segundo de película. Se registra esto
mediante el sistema de anotaciones descrito, en enormes hojas de papel cuadriculado. El resultado es algo
parecido a la partitura de un director de orquesta. Birdwhistell me confesó que tarda una hora en analizar un
segundo de película, y comentó: "Cierta vez noté que en una tarde había mirado dos segundos y medio de película
mil ocho veces".
Una vez terminado el trabajo escrito, Birdwhistell verifica las regularidades, es decir las pautas que se repiten una
y otra vez. Es difícil encontrarlas. En veinte minutos de película las mismas secuencias aparecen cientos de veces.
Una de las cosas que más llaman la atención sobre el movimiento del cuerpo humano es justamente la frecuencia
en las repeticiones.
El significado del mensaje está contenido siempre en el contexto, y jamás en algún movimiento aislado del
cuerpo. Por ejemplo, en la película que describimos al comenzar el capítulo, podría caerse en la generalización de
que frotarse la nariz siempre representa un gesto de desaprobación. La realidad es que puede serlo o no serlo. No
obstante en este caso particular resulta claro que la forma de interpretarlo es correcta; en la película era una parte
de la pauta que se repetía una y otra vez. Cada vez que la hija hacía un movimiento seductor, la madre se pasaba
el dedo debajo de la nariz y la hija cesaba en su intento.
Nunca lograremos tener un diccionario sobre gestos inconscientes, porque el significado de ellos debe buscarse
siempre solamente dentro del contexto general. No podemos afirmar que si una mujer se sienta entrelazando los
brazos y cruzando fuertemente las piernas, indefectiblemente expresa que es inalcanzable. Con frecuencia suele
ser así, pero para estar seguros debemos estudiar el contexto, estudiar qué otros movimientos realiza con el
cuerpo, quiénes la rodean, y muchos otros detalles.
Los hallazgos de Birdwhistell, luego de largos años de investigar la cinesis, cubren una extensa gama que va
desde el descubrimiento de todas las categorías de movimientos que ocurren en un minuto y que acompañan a la
palabra hablada, hasta una larga lista de observaciones sobre psiquiatría, sobre signos genéricos, y sobre
relaciones humanas en general. Descubrió por ejemplo que existen mini movimientos que son tan inseparables de
la palabra como es la puntuación en una frase escrita. Encontró que los norteamericanos suelen terminar una
aseveración dejando caer levemente la cabeza, una mano o tal vez los párpados. Del mismo modo, al efectuar una
pregunta, levantan una mano, el mentón, o abren los ojos de una manera exagerada.
Algunas palabras y frases van acompañadas de "marcadores" definidos, especialmente pequeños movimientos
de cabeza, de ojos, de manos, de dedos o de hombros. Para los pronombres "yo", "mío" y "nosotros" como así
también para "éste" o "aquí" el marcador es un movimiento hacia el cuerpo de la persona que habla. Para los
pronombres en plural, el gesto concluye con un giro mínimo para significar la presencia del plural. Si se utilizan los
hombros, se los encorva o se los estrecha en dirección de una línea vertical imaginaria que pasa por el centro del
cuerpo. Para los pronombres "tú", "ellos" y "eso" el marcador se aleja de dicha línea. Al emplear los verbos en
tiempo futuro se nota un marcador que indica hacia adelante; si se trata de verbos en pasado, por el contrario, el
movimiento es hacia atrás. Todo esto nos parece tan lógico que nos sorprende descubrir que para otras personas
—por ejemplo algunas tribus de indios norteamericanos estos marcadores resultan confusos u ofensivos, al
emplearlos combinados con sus propios dialectos.
También resulta necesario tanto para el norteamericano como para el inglés, el sistema del énfasis que emplea la
cinesis, y que ayuda a aclarar ciertas ambigüedades verbales. El acento hablado no es el único que indica que
cuando alguien utiliza la expresión hot dog se refiere a un perro en celo, a una comida, o simplemente hace una
exclamación. Siempre se efectúa algún imperceptible gesto corporal mediante mínimos cabeceos, revoloteos de
manos y de dedos, cambios en la posición de los pies, y de las piernas, y desplazamientos del torso.
Otro descubrimiento importante corroborado en numerosas películas es que, algunas veces, el comportamiento
no verbal contradice lo que se está expresando en un momento dado en lugar de subrayarlo. Un hombre
considerado básicamente un pacífico hombrecillo —al que Birdwhistell califica de "masculinoide"— algunas veces
trata de imponer toda la autoridad de que es capaz en lo que dice y en el tono de voz que emplea, mientras que
por la manera de mantener el cuerpo agachado, y por la indecisión de los gestos, resulta tan poco convincente
como siempre. Algunas veces podemos observar parejas que realizan el repertorio entero de gestos usuales en el
galanteo, mientras están enfrascadas en una discusión intelectual sobre literatura, o hablan de la respectiva
fidelidad que les guardan a sus cónyuges. A la inversa, un diálogo fuertemente sexual puede no estar acompañado
por el comportamiento del galanteo. En casos como éste, la gente se siente más inclinada a creer en la presencia
del componente no verbal, puesto que es más probable que éste se encuentre bajo control.
Inevitablemente la investigación de la cinesis abre ciertos interrogantes. ¿Cómo un movimiento, del cuerpo puede
comunicar si es tan mínimo e imperceptible que pasa inadvertido en la vida diaria y sólo cobra significado al
observarlo en cámara lenta? ¿La cámara lenta distorsiona la vida real? ¿Es posible que los especialistas en cinesis
den por sentado movimientos que en realidad no existen?
Resulta difícil creer que la gente pueda enviar y recibir mensajes, aun no-verbales, sin ser consciente de que lo
está haciendo. Pero hay demasiadas coincidencias cuando una secuencia de conducta se repite una y otra vez,
como en el caso de la película de la señora que se frota la nariz y siempre obtiene el mismo resultado. Tal vez, en
el fenómeno normal de la atención exista una explicación biológica parcial.
Los científicos están tratando aún de descifrar el misterio de la atención, el sistema de filtro del cerebro humano
que selecciona entre el vertiginoso caleidoscopio de sensaciones que recibimos —visiones, sonidos, etc.—, las
particulares, aquellas a las que el individuo presta atención, piensa sobre ellas y tal vez actúa de acuerdo con ellas.
Obviamente vemos y oímos mucho más de lo que "absorbemos" —en el sentido de que somos conscientes de
ello—. Interrumpa la lectura un momento y trate de registrar todos los sonidos que ha excluido mientras leía; todo
lo que ha dejado de ver y que sin embargo se encuentra al alcance de su vista; todas las sensaciones —el
respaldo del asiento contra su espalda; los pies sobre el suelo— que usted ha estado ignorando. Las señales de
las que no estamos conscientes, las que no llaman nuestra atención momentánea, aparentemente son debilitadas
por el filtro o absorbidas, pero no analizadas. No obstante poseen su impacto a un nivel subliminal y la
investigación de la comunicación humana hace hincapié continuamente en este punto.
Birdwhistell resumió para mí su particular punto de vista sobre la comunicación humana de la siguiente manera:
"Hace muchos años comencé a preguntarme: ¿Cómo hacen los movimientos del cuerpo para representar las
palabras? Ahora me pregunto: ¿Cuándo resulta apropiado el empleo de las palabras? Son muy adecuadas para
enseñar o para hablar por teléfono, pero en este instante usted y yo nos estamos comunicando en muchos niveles
diferentes, y solamente en uno o dos de ellos las palabras poseen alguna relevancia. Actualmente mi planteo es
diferente: El hombre es un ser multisensorial. Algunas veces se expresa con palabras."
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El lenguaje de los gestos. Flora Davis
AléatoireHe querido introducir este gran libro en la comunidad lectora, es un libro esencial para aquellos que quieran saber más acerca de la psicología Flora Davis, la autora de este libro, nos transmite todos sus conocimientos adquiridos de la investigació...