CUERPO ES EL MENSAJE EL CUERPO ES EL MENSAJE
Una de las teorías más asombrosas que han propuesto los especialistas en comunicación es la noción de que
algunas veces el cuerpo se comunica por sí mismo, no sólo por la forma en que se mueve o por las posturas que
adopta. También puede existir un mensaje en el aspecto del cuerpo en sí, y en la distribución de los rasgos
faciales. Birdwhistell cree que el aspecto físico muchas veces concuerda con las pautas culturales.
Birdwhistell considera que nosotros "adquirimos" nuestro aspecto físico; y no que hemos nacido con él. Cuando
una criatura es pequeña, sus rasgos suelen ser suaves y poco definidos; una naricita arriba de una boquita,
ansiosa y casi sin labios; una carita que es todo mejillas y ojos, y que potencialmente puede tomar cualquier rasgo.
Hasta las cejas están sujetas a cambios puesto que son móviles y sólo gradualmente adoptarán su posición
definitiva a una cierta distancia de los ojos. La distancia exacta es algo que el bebé aprende de los que lo rodean:
la familia y las amistades. Birdwhistell dice que esto contribuye a explicar la razón por la que la gente de ciertas
regiones se parece tanto entre sí, cuando no se trata de genes compartidos. El nivel de las cejas puede ser una
característica distintiva. Hay personas que tienen las cejas muy juntas, mientras que otras —por ejemplo, algunos
ingleses de clase alta— las tienen ubicadas tan arriba y separadas, que para los nortemericanos parecen tener un
aire de perpetuo asombro.
La línea del cuero cabelludo tampoco se define al nacer sino más tarde, lo que indica que la frente amplia
también es un rasgo adquirido. Por lo general, la parte superior de la cabeza alcanza su madurez antes que la
inferior. La base de la nariz se eleva entre los nueve y los once años de edad, y debido a que los seres humanos
poseen dos juegos de dientes —los "de leche" y los permanentes— la boca recién suele adoptar su forma
definitiva más tarde aún, con frecuencia después de la pubertad.
De la misma manera que las personas aprenden a llevar el cuerpo erguido, también aprenden la forma de
mantener la boca, y de este detalle depende mucho su aspecto general. A Birdwhistell le agrada indicar que su
propio rostro es "más bien tradicional, típico de los estados del centro, el labio inferior algo grueso, las arrugas de alrededor de los ojos muy marcadas y una mala obstrucción bucal". Realiza una fascinante transformación de su
boca, apareciendo con el labio delgado de los habitantes de Nueva Inglaterra, y luego imita a los del oeste del
Estado de Nueva York, que tienen el labio inferior proyectado levemente hacia adelante y algo por encima del
superior.
No resulta sorprendente que Birdwhistell crea también que, con frecuencia, marido y mujer pueden llegar a
parecerse, y que también puede ser cierto que algunos dueños se asemejan a sus perros. El parecido entre marido
y mujer es fácilmente inidentificable, si se dejan de lado características como el color del cabello y se observa la
expresión de la boca y de los ojos.
Estas teorías acerca del rostro resultan algo inquietantes para las personas que ponderan los parecidos
familiares. Desbaratan la vieja costumbre de tratar de decidir a qué lado de la familia se parece un niño y provocan
algunas preguntas interesantes como por qué algunos niños se parecen mucho a uno de los progenitores y no al
otro, aun cuando el parecido no está basado realmente en la estructura ósea. Pero también explican cómo puede
suceder que criaturas adoptadas frecuentemente resultan parecidas a sus padres adoptivos. Las agencias de
adopción tratan de combinar el parecido físico, pero algunas veces logran un éxito que va mucho más allá de lo
imaginable.
La idea de que los esposos pueden llegar a parecerse, también proporciona algunos interrogantes de interés.
Una vez estuve en una reunión, en la que había cinco parejas que tenían aproximadamente quince años de
casados cada una, y hallé que en cuatro de ellas se notaba un fuerte parecido, mientras que en la quinta, no
existía ninguno. No pude dejar de preguntarme la razón. ¿El fuerte parecido entre los matrimonios representará un
buen entendimiento, una debilidad de carácter, o algo totalmente diferente?
De cualquier manera, éste no es el tipo de pregunta que suelen hacerse los especialistas en cinesis. Lo real es
que el ser humano es un gran imitador, maravillosamente sensible frente a los signos corporales de sus
semejantes. El estudio de comunicación lo demuestra continuamente.
No solamente adquirimos nuestro rostro, dice Birdwhisteft quien cree que la belleza o la fealdad, la gracia o la
torpeza, también se adquieren. Notó, por ejemplo, que los niños franceses, independientemente de la belleza
que pueden haber tenido cuando pequeños, tienen una tendencia a tornarse poco atractivos al llegar
aproximadamente a los siete años. Los niños japoneses suelen metamorfosearse, cambiando su aspecto de
muñequitas en jovencitos arrugados y tristes que de alguna manera tienen aire enfurruñado. Tal vez en cada
cultura, la gente da por sentando que a cierta edad, los niños se transforman por un tiempo en seres menos
atractivos.
Es difícil creer que algo tan concreto como el aspecto físico de un niño, puede ser determinado por medio de
pautas culturales. Pero aquí los términos "bello" o "feo" no se refieren únicamente a la forma del rostro, o a la
posesión de un perfil clásico. Existe una manera primaria de llevar y mover el cuerpo y también el rostro; los
músculos faciales pueden parecer vivaces, laxos o forzadamente tensos. Estos atributos no son biológicos; son
respuestas —como lo prueban los estudios de cinesis sobre el galanteo—, respuestas a otras personas, a
necesidades interiores, y también en un nivel de largo alcance temporal, a expectativas culturales.
La sociedad nos indica quién es agraciado y quién no, lo que constituye gran parte del síndrome de la belleza. En
la generación anterior a la nuestra, un muchacho que midiera más de un metro ochenta era considerado
extremadamente alto y se suponía que era desgarbado. Las expectativas han variado y en nuestros días, los
jóvenes altos se consideran atrayentes. Entre las mujeres, las niñas de huesos pequeños generalmente alcanzan
la madurez más temprano, y como aprenden en la adolescencia a ser graciosas, podrán sentirse más maduras que
sus amigas más altas que parecen delgadas, desgarbadas y muy jóvenes para su edad. Con asombrosa
frecuencia, la chica alta se vuelve hermosa al llegar a los treinta años, que es justamente cuando sus
contemporáneas pequeñas comienzan a tener problemas, porque su única alternativa —según las expectativas
sociales— es que siga aparentando tener menos de veinte años o que comience a engordar para pertenecer al tipo
de matrona.
El aspecto del cuerpo es otra característica física que puede ser programada culturalmente. Es una cuestión de
moda y las modas cambian. La línea estilizada, que Birdwhistell denomina "estilo de las universidades de élite", fue
el prototipo en los últimos veinticinco años de nuestra cultura. Sucedió que la figura femenina que tenía el estilo del
siglo XIX —que hoy consideraríamos gordo— fue reemplazada por el tipo unisex de los años veinte, que a su vez
fue cambiado por el tipo unisex con el busto del sesenta. Para los hombres, la forma del cuerpo en boga en la
actualidad, es más lineal aun; el aspecto hippie es notablemente similar.
Es inclinado hacia adelante, con mucho pelo, pero tiene la misma extrema linealidad (explica Birdwhistell). Tiene
todo el aspecto de un niño de nueve años, que hace todas las cosas que su madre le dijo que no hiciera: las ropas
sucias, el encorvarse, la cara de rasgos caídos y una sonrisa limpia y decente. No es en realidad una mezcla de
hombre y de mujer sino que tiene el aspecto de la prepubertad. Parecen decir: "Estamos en la etapa previa a la
que realmente importa" en lugar de decir que las diferencias sexuales no cuentan. Por supuesto, estoy
exagerando; debo hacerlo. Éstos son chicos que se preocupan por las cosas o que se rebelan, pero están uniformados y pagan este uniforme con un grado de conformismo mayor que el que desprecian en la generación
de sus predecesores.
Los rostros que adquirimos y la manera de llevar nuestros cuerpos no solamente tienen el sello de nuestra
cultura, sino que al mismo tiempo poseen nuestro propio sello. Es una de las formas que tenemos para indicar a
la sociedad si merecemos o no su aprobación. El chico atractivo y vivaz tendrá más atención y oportunidades que
otro que no lo es tanto. Pero no todos quieren sobresalir y triunfar, porque generalmente esto entraña nuevas
responsabilidades que atemorizan a mucha gente. Al no ser tan atractivas, algunas personas procuran eludir
determinadas responsabilidades. También pueden castigarse a sí mismas, a sus padres o a sus cónyuges. La
obesidad, por ejemplo, puede ser un autocastigo; puede representar una forma de aislarse de los requerimientos
sexuales y algunas personas se sienten más seguras y dominantes cuando tienen mayor tamaño.
El mensaje que se transmite por el aspecto personal no es sólo el que se refiere a la persona en sí sino también
a lo que ella expresa. Un acalorado discurso político pronunciado por un hombre de mirada apagada, de rostro de
rasgos caídos y de posición corporal incorrecta, no resulta atractivo. El orador nos indica con su aspecto que no
tenemos necesidad de prestarle atención, ya que nada interesante tiene que decir. Algunos observadores políticos
afirman que en el famoso debate televisivo entre Kennedy y Nixon en el año 1960, el contraste entre la obvia
vitalidad de Kennedy y el cansancio de Nixon (sumado a su habitual poca expresividad) fue más definitorio que
todas las palabras que dijeron.
Los estudios de Birdwhistell sobre la belleza o la fealdad, su aseveración acerca de que "adquirimos nuestros
aspecto", constituye un nuevo enfoque sobre la apariencia personal.
La belleza toma otro cariz si aceptamos el hecho de que nuestro aspecto irradia un mensaje. Este mensaje
puede estar dictado en parte por la sociedad, pero no puede descartarse, como muchos creen, como una cuestión
de herencia o de suerte.
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El lenguaje de los gestos. Flora Davis
LosoweHe querido introducir este gran libro en la comunidad lectora, es un libro esencial para aquellos que quieran saber más acerca de la psicología Flora Davis, la autora de este libro, nos transmite todos sus conocimientos adquiridos de la investigació...