Capítulo 5

8.9K 821 51
                                    

El plato se posó sobre mi mesa y pude sentir el interior de mí saborearlo en cuanto lo vi. Tomé el cubierto en cuando Adam hizo lo mismo y le di el primer bocado. Exquisito. Esa sería la palabra para describir cuan delicioso estaba.

—Es... excelente. —susurré limpiándome con la servilleta. Él sonrió convencido de saber que le gustaría mi plato.

—Me alegra que te haya gustado. —susurró él bebiendo del vino.

Miré mis dedos y entonces, a él.

—Adam, ¿para qué me trajiste? —pregunté abruptamente— perdona mi frialdad, pero... necesito saberlo.

El parpadeó sin quitar la mirada de mí y entonces, habló:

—Porque te extraño, Bianca.

El corazón se me disparó y pude sentir mi sangre bombear por todo mi cuerpo rápidamente. Nunca antes había sentido algo así de intenso. Mis piernas temblaron y me sentí muy incómoda estando sentada de pronto. Todo indicaba, que debía de huir.

Abrí la boca para decir algo, pero nada salió y fue entonces, cuando el habló otra vez:

—Sé que es muy repentino que lo diga, pero es la verdad. —susurró— Desde el momento que te vi, me has provocado sensaciones que creí haber dejado al ser un crío, pero contigo... me siento como un joven otra vez y es algo que ni siquiera Devora me hizo sentir. Cuando supe de su infidelidad, mi mundo se vino abajo... pero cuando te vi, me di cuenta de que todo pasaba por algo y pensé: Tal vez esta es la señal que necesito para darme cuenta de que siempre... te pertenecí.

Tragué pesado sintiendo como la bilis y las salsas de la comida se me removían dentro. Me puse de pie y el hizo lo mismo rápidamente, pude ver el pánico en su mirada.

—Bianca...

—No. —negué levantando una mano. El intentó acercarse, pero yo retrocedí cerrando los ojos— por favor, no...

El, sin embargo, se acercó de todas maneras y yo no me pude mover. Continuó haciéndolo y pude sentir cuanto me costó de sobre manera retroceder.

—Por favor... deja de acercarte.

—No puedo. —negó pegándose a mí, estando tan cerca que mi respiración se sincronizaba con la suya. —Bianca, no huyas de mí...

Negué con la cabeza.

—No puedo volver a sentir eso; me quitaste gran parte mía y yo...

—Y no tengo perdón —me interrumpió— y Dios sabe cuánto lo siento y como aquello me destruyó; me perdí a mí mismo, no podía verme en el espejo durante días por lo que te hice. Así que, por favor, no huyas... déjate ir, conmigo...

Mis ojos se abrieron y pude sentir las lágrimas empapando mis mejillas. Como si de un acto natural se trata, me toqué el vientre y cerré los ojos al sentir la pérdida a flor de pie.

—Bianca...—susurró él pegando su frente con la mía— ¿Qué no te das cuenta, Bianca? ¿No te das cuenta cuánto nos...?

—Shh...—pedí y él se calló. Levanté ligeramente mi cabeza y pude ver sus labios, rogando por los míos. Me acerqué, inclinándome ligeramente hacia arriba y el dejó caer una mano a mi cintura. Nos miramos a los ojos y como si nos faltase el aire, selló sus labios con los míos, de manera que ambos pudimos... respirar.

El beso se volvió intenso en cuanto nos sentimos más seguros. De pronto, aquel rose de labios ya no era suficiente. De pronto, mi piel con la suya quemaba y la temperatura en la habitación se había elevado. Ya no había barreras que nos separasen, no en ese beso... no en aquel momento, pero si había una realidad y era que yo había perdido todo de mí y él estaba casado.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora